«De chavalillo, mi padre me llevaba al Calderón esporádicamente, lo que podía permitirse el hombre. Recuerdo un 2-1 al Racing de Santander. No sé si fui a algún partido antes de ese, pero como es el que recuerdo, para mí es mi primer partido en el Templo.
Recuerdo estar con mi primo tirando petardos en la valla pegada al césped. Sí, en aquella época tirabas petardos y no pasaba nada. Algunos los tirabas cuando el rival atacaba por la banda. Supongo que para ‘acojonarle’, digo yo. En una de esas sacaba de banda pegado a nosotros Tomás Reñones. “¡Hay que ganar, Tomás!”. Y… ¡me contestó! -”A ver si podemos, chaval”. Para mí fue como si me hubiese hablado Dios, casi me da algo. Tras eso, sanseacabó.
En mi casa íbamos jodidos de dinero, daba lo justito. Drama mensual con la factura del teléfono y en lugar de Adidas unas ‘Adidos’. Se acabaron las visitas esporádicas al campo durante años. A partir de ahí mi relación con el Atleti fue radiofónica. Años de domingos sentado junto a mi padre en su cama, escuchando en su radio-despertador a Héctor del Mar narrar los partidos del Atleti y viendo al Oporto ganar la Copa de Europa con un melenas que me voló la cabeza: Paulo Futre. Era un sueño el tío.
Y de repente Futre estaba siendo presentado por el Atleti. La hostia en verso, tú. En aquella época sabía que Gil era una desgracia porque se lo escuchaba a mi padre, pero yo solo veía al melenas vestido de rojiblanco. Nada más, me daba igual todo. Tuve que ser bastante pesado con mi padre durante esos años “¿Cuándo vamos a ir al campo? ¿Y mañana?” El viejo me pilló un día y me dijo: “Mira macho, te llevo, pero si a tu hermana se le rompen las deportivas mañana, se lo vas a explicar tú”. No fuimos.
Los mejores años que he vivido siendo hincha del Atleti, fueron esos. Los que mi padre me llevaba en su 124 al Calderón, aparcaba en el descampado de enfrente lleno de los coches vacíos de los que estaban en el campo, ponía la radio y sacábamos el balón del maletero. La radio llevaba unos segundos de retardo. Cuando oíamos el rugir del Templo con un gol del Atleti, corríamos hacia el coche a escuchar cómo había sido el gol. Si el gol era de Futre, me miraba el viejo. Lo notaba. Luego a correr para llegar a ver el resumen de Estudio Estadio.
Toda la primera época de mi ídolo futbolístico la escuché por la radio, sentado en la cama junto a mi padre o en la radio del Seat 124 en el descampado de enfrente del Vicente Calderón. Hoy no cambiaría eso ni por un abono de la época. Por nada. Éramos felices. Gozadera. Futre se marchó del Atleti y vinieron otros “iguales o mejores”.
Años después, mi León padre me insta un día a acompañarle a no sé qué, no me acuerdo. Pero sí me acuerdo que fui a regañadientes en su nuevo Renault 11 gris marengo. Aparcó el coche en Puerta de Toledo y apagó la radio. Sacó dos entradas, me las puso en la mano y me dijo: “Ha vuelto Futre. Vamos a verle, ¿no?”.
La primera vez que pregunté a mi padre que por qué se decía lo de ‘colchoneros’, me dijo que era por el color de los colchones antiguos-. “eran rojiblancos”. – “¿Colchones a rayas rojas y blancas? “. -”No, Lolo, coño: rojiblancos. El rojiblanco es un color, no dos».
Este texto fue escrito por Manuel, más conocido en las redes sociales por Lolo (@loloutlaw) en un hilo de twitter que realizó el pasado 11 de noviembre. Me emocionaron tanto sus palabras que le escribí para agradecerle de corazón, pedirle permiso para publicarlo y de paso mandarle un pequeño detalle en señal de agradecimiento por dejarme estar en sus recuerdos de cuando era un niño.
¿Y qué decir después de todo esto? Cualquier aportación mía no estará a la altura, y creedme, que le he dado mil vueltas al asunto. Dejemos que sus palabras sean las protagonistas como el mejor de los homenajes a su padre, también llamado Lolo, y a todos nuestros padres que tanto dieron por todos nosotros.
Y recordad, como dijo un gran sabio hace unos cuantos años: el rojiblanco es un color, no dos.
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