El Senado confirmó este martes a Mark Esper como nuevo jefe del Pentágono y puso fin a siete meses de interinidad al frente del Departamento de Defensa en el país más poderoso del mundo. Esper, de 55 años, es un veterano de la Guerra del Golfo, y con experiencia en los entresijos del poder en Washington: ha trabajado como asesor en el Congreso y como lobista para una firma de armamento. Su nombramiento contó con una gran respaldó bipartito —90 votos a favor y ocho en contra—, una rareza en estos tiempos de gran polarización política.
El nuevo jefe del Pentágono llegó a la Administración de Donald Trump en noviembre de 2017 para ponerse al frente del Ejército de Tierra. El presidente le nominó como secretario de Defensa después de meses de turbulencias, desde la sonada dimisión de Jim Mattis el pasado diciembre. Su sustituto interino, Patrick Shanahan, renunció al puesto el pasado junio antes de que se celebrasen las audiencias de confirmación en el Senado al trascender un episodio pasado de violencia familiar.
Esper, nacido en Uniontown (Pensilvania), pasó una década en el servicio militar activo y 11 como reservista en la Guardia Nacional. En 2007 pasó a la vida civil, trabajó en un think tank conservador, The Heritage Foundation, en la compañía Raytheon, una importante contratista del departamento de Defensa. Las principales críticas contra el nuevo secretario se centran en un posible conflicto de intereses por esta vinculación.
Esper asume el mando de forma oficial en un momento de máxima tensión con Irán y de gran incertidumbre respecto a Venezuela. En su comparecencia ante la Cámara alta, la semana pasada, se ajustó a la línea oficial del Departamento en su estrategia de seguridad nacional. “Debemos estar preparados para responder a las amenazas regionales como Irán o Corea del Norte, al mismo tiempo que mantenemos la presión contra grupos terroristas como el ISIS [siglas en inglés del Estado Islámico] y Al-Qaeda”, destacó.
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