El Sinn Féin se acerca a una victoria histórica en Irlanda del Norte

El Sinn Féin se acerca a una victoria histórica en Irlanda del Norte

Es necesario ser un observador externo, ajeno a los convencionalismos y prejuicios que invaden la política de Irlanda del Norte, para apreciar la enorme potencia de la imagen. Mary Lou McDonald, la líder del Sinn Féin, que obtuvo el mayor número de votos en las Elecciones generales de la República de Irlanda hace casi dos años, acompañaba a media tarde a la candidata del partido en Irlanda del Norte, Michelle O´Neill. Juntas llegaban al Titanic Exhibition Centre de Belfast, uno de los tres centros donde se llevaba a cabo el lento conteo de las papeletas de las Elecciones Autonómicas, celebradas este jueves en Irlanda del Norte. Rodeadas de los aplausos de muchos de sus seguidores, intentaban avanzar entre reporteros, fotógrafos y camarógrafos. La fuerza que durante años fue considerada el brazo político de la organización terrorista IRA parecía haber logrado, según la clara tendencia vislumbrada en los primeros resultados oficiales, el logro histórico de ser el partido más votado en esta porción de territorio británico. Un solo partido para intentar gobernar una sola isla.

“Traemos un mensaje de cambio, de progreso, de colaboración con el resto de fuerzas políticas. Queremos dar las gracias a todos los que nos han dado su apoyo. Estas son las elecciones de una generación, y ahora toca arremangarnos y trabajar”, decía McDonald. Esquivaba como podía las preguntas sobre un posible referéndum de unificación. Sigue siendo la doctrina central y el corazón de la formación republicana, pero ha sido convenientemente aparcada en los últimos años, para construir un mensaje social centrado en la carestía de la vida, la crisis de la sanidad o de la vivienda, y la necesidad de forjar consensos. Funcionó en el sur de la isla y, con la colaboración de sus rivales unionistas, ha funcionado en el norte. Porque los partidos probritánicos siguen sumando entre ellos un número de apoyos muy superior al de los republicanos, pero su obsesión por el Protocolo de Irlanda firmado entre Londres y Bruselas, que se empeñan en que desaparezca íntegramente, les ha pasado factura.

John Curtice, el sociólogo electoral de mayor prestigio en el Reino Unido —un clásico en las noches electorales de la BBC— se atrevía a confirmar a última hora de la tarde de este viernes, con un tercio de los resultados oficiales sobre la mesa, que el Sinn Féin superaría en número de votos, por primera vez en la historia, a la segunda formación, el Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés). El endiablado sistema de reparto proporcional del voto, que se cuenta manualmente a través de un complejo proceso de descarte y redistribución de apoyos a los candidatos, hace que el recuento se prolongue especialmente en Irlanda del Norte. Muchas mesas han suspendido su trabajo, con la intención de reanudarlo este sábado.

Hasta el jueves, el DUP ocupaba la primera posición, y, por tanto, el puesto de Ministro Principal en el Gobierno Autónomo. La proyección del escrutinio apuntaba a que los republicanos podrían obtener hasta 28 escaños de una Asamblea Legislativa formada por 90 representantes. Dos más de los que tenían hasta ahora, pero suficientes para arrebatar el liderazgo a un unionismo fragmentado y dividido. El DUP podría descender a los 24-23 escaños, desde sus 26 anteriores, y ver cómo el más radical TUV (Voz Unionista Tradicional) ha disparado sus apoyos.

Importante ha sido también el avance de Alliance, que se sitúa como la tercera formación en apoyos. Desde una postura progresista, voluntariamente alejada de la división sectaria que ha contaminado por décadas el territorio, la Alianza se ha convertido en la opción favorita de sectores urbanos de clase media, jóvenes votantes e incluso de los ciudadanos que por primera vez han decidido acudir a las urnas.

La razón de la debacle unionista tiene un nombre: el Protocolo de Irlanda del Norte. El acuerdo firmado por Londres y Bruselas para mantener al territorio británico dentro del mercado interior comunitario y establecer nuevos controles aduaneros en el mar de Irlanda fue considerado una traición y el último clavo en el ataúd de su identidad para la comunidad protestante más radical. Alentaron el resurgir de la violencia callejera, abandonaron las instituciones de Gobierno y pusieron como condición ineludible, para que la normalidad y la estabilidad regresaran, que el Gobierno de Boris Johnson anulara unilateralmente el tratado internacional que cerró con la UE, que fue fundamental para que el Brexit saliera adelante.

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El Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que trajo la paz a una región devastada por décadas de violencia sectaria, impone la necesidad de un Gobierno conjunto en Irlanda del Norte. Otorga el puesto de Ministro Principal a la fuerza más votada, y el de Viceministro Principal a la segunda. Ambos tienen el mismo poder, pero a nadie se le escapa el enorme simbolismo de que los republicanos ocupen una posición preferente que, hasta ahora, ha estado siempre en manos de los unionistas.

En teoría, Michelle O’Neill debería ser la nueva jefa del Ejecutivo Autónomo. Pero Jeffrey Donaldson, el líder y principal candidato del DUP, que en ningún momento del escrutinio daba por perdidas sus cartas, ha jugado con la ambigüedad, como lleva haciendo toda la campaña, y este viernes era incapaz de precisar si ocuparía el segundo sillón o abocaría a las instituciones norirlandesas de gobierno a un nuevo bloqueo de meses. “Ya he dicho que respetaremos el resultado, y comenzaremos a hablar, pero no nombraré ministros hasta que el Gobierno de Londres aborde el asunto más importante que hay sobre la mesa, que no es otro que el Protocolo de Irlanda del Norte”, advertía Donaldson a la BBC.

El respaldo obtenido por la suma de las fuerzas unionistas confirma que el protocolo preocupa a sus votantes, aunque su rechazo tenga más de crisis existencial que de reparos técnicos o económicos a sus disposiciones. De hecho, la mayoría de la comunidad empresarial norirlandesa no pide su desaparición, sino su mejora, para subsanar algunas de las fricciones y costes aduaneros sobrevenidos. Y entre la comunidad republicana, o entre aquellos ciudadanos hartos de las líneas divisorias de esta región, el protocolo está en el puesto de cola de sus preocupaciones. “Su empeño [el del unionismo] por socavar las instituciones existentes para atacar el protocolo puede provocar el riesgo de que los ciudadanos se olviden de por qué Irlanda del Norte, en primer lugar, se halla en la posición que se halla”, explica el profesor de Derecho Colin Harvey, de la Queen´s University de Belfast. “Esta región necesita precisamente ese tipo de respuestas legales contempladas en el texto” defiende.

La reunificación de la isla

El proceso que abriría una reunificación de Irlanda, contemplado en el Acuerdo de Viernes Santo, es complejo y largo. En primer lugar, es prerrogativa del Gobierno del Reino Unido —en concreto, de su ministro para Irlanda del Norte— decidir que se celebre una consulta, atendiendo al clima de opinión que reflejaran de modo constante los sondeos.

El referéndum debería celebrarse en el Norte y en el Sur de la isla, y si en el territorio británico el apetito de cambio puede ser mayor, ni siquiera llega al 50% necesario, según los sondeos. En la República de Irlanda, que temen un proceso de absorción laborioso y costoso, las ganas son aún menores. Todos estos cálculos, sin embargo, no han servido para disipar los miedos de una comunidad protestante que comienza a verse a sí misma, después de décadas de predominio, como una isla dentro de una isla dentro de una isla.

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