El ‘súper policía’ de Calderón

Felipe Calderón quiere convencer a la opinión pública de que él no sabía lo que hacía el secretario de Seguridad Pública en el que confió, durante todo el sexenio, buena parte de la estrategia de su ‘guerra contra el narco’, y quien ejerció más de 174 mil millones de pesos de presupuesto.

Ernesto Núñez Albarrán
@chamanesco

La relación de Genaro García Luna y Felipe Calderón Hinojosa inició desde 2006, se estrechó durante todo el sexenio calderonista y se mantuvo vigente después de que concluyó el mandato.

Sin ser militante del PAN ni viejo conocido de Calderón, el ingeniero Genaro García Luna se convirtió en uno de los colaboradores más cercanos del presidente de la República entre 2006 y
2012; fue uno de los pocos secretarios de Estado que permaneció los seis años en el cargo; un hombre de todas las confianzas del primer mandatario, con quien colaboró estrechamente en el tema que marcó su sexenio: la guerra contra el narcotráfico.

Hoy, Calderón dice “desconocer por completo los hechos que se le imputan” a su subordinado. En una carta difundida a través de su cuenta de Twitter, asegura que la política de seguridad no
dependía de un solo funcionario y advierte que, de confirmarse la conducta que provocó la aprehensión de García Luna la semana pasada en Estados Unidos, “ésta sería una gravísima falta
a la confianza depositada en él”.

Calderón quiere convencer a la opinión pública de que él no sabía lo que hacía el secretario de Seguridad Pública en el que confió todo el sexenio; al que le perdonó excesos como el montaje en la detención de la ciudadana francesa Florence Cassez, aun a costa de las relaciones diplomáticas entre México y Francia.

Un “súper policía” que contó con todo el respaldo de la Presidencia para financiar la expansión de la Policía Federal, que pasó de 21 mil 761 a 36 mil 940 elementos en el sexenio.

Un secretario todopoderoso que ejerció un presupuesto cada vez más alto, que pasó de 13 mil 664 millones de pesos en 2007, a 40 mil 536 millones en 2012, para acumular 174 mil 783
millones de pesos a lo largo del sexenio.

Un funcionario que sobrevivió a cinco relevos en la Secretaría de Gobernación (Francisco Ramírez Acuña, 2006-2008; Juan Camilo Mouriño, 2008; Fernando Gómez Mont, 2008-2010; Francisco Blake, 2010-2011, y Alejandro Poiré, 2011-2012) y que vio pasar tres procuradores (Eduardo Medina Mora, 2006-2009; Arturo Chávez, 2009-2011, y Marisela Morales, 2011-2012).

Y así, Calderón quiere que pensemos que el secretario pudo haber hecho cosas a sus espaldas, sin que él se enterara.

García Luna tuvo bajo su cargo el diseño e implementación de la Plataforma México, un sofisticado sistema de información en el que se archivaba toda la base de datos sobre incidencia delictiva, criminalística y de personal adscrito a fuerzas policiacas en todo el país.

En 2009, presentó a los medios de comunicación el Centro de Inteligencia de la Policía Federal, definido por Calderón como un “cerebro informático en contra del crimen”. Instalaciones que tuvieron un costo millonario para incorporar sistemas tecnológicos ultramodernos, instalaciones subterráneas, planta de energía propia y una red que lo conectaba con más de 600 puntos en
estados y municipios y 169 estaciones de la PF.

El propio García Luna organizaba visitas guiadas para periodistas y conductores de programas de radio y televisión, para mostrar “las maravillas” de la guerra contra el crimen.

En un video difundido en noviembre de 2009, la Presidencia presumió el búnker de García Luna como la base para el “nuevo modelo de policía”, y meses después, el productor Pedro Torres grabó para Televisa una serie llamada El Equipo, con acceso a esas instalaciones y todas las facilidades de la SSP para grabar los 13 capítulos en los que se exaltaba la figura de García Luna como el principal artífice de guerra contra el crimen.

Según una investigación de la reportera Lilia Saúl, publicada en El Universal en 2011, la serie tuvo un costo de 118 millones de pesos y era parte de una campaña de comunicación ideada por García Luna, a la que denominó “Policía Federal, héroes anónimos”.

Amigo de los calderonistas de principio a fin de sexenio, García Luna contó siempre con el respaldo del presidente y de sus dos coordinadores de Comunicación Social, Maximiliano Cortázar y Alejandra Sota, quienes nunca dudaron en apoyar –e incluso solapar– las aventuras y deslices mediáticos del “súper secretario”.

Lo mismo en el grave caso de Florence Cassez –víctima de un montaje orquestado por la AFI para las televisoras en 2005, y cuyo escándalo persiguió a García Luna durante todo el sexenio de Calderón–, que en el ridículo caso de Josmar Flores, un pastor boliviano que secuestró un avión con dos latas de jugo en 2009 y que fue presentado por García Luna como un “peligroso terrorista”.

En un gobierno que hizo del combate a la delincuencia su razón de ser -con miles de millones de pesos gastados en propaganda gubernamental para justificar y presumir la guerra-, García Luna jugó siempre un papel preponderante, hasta volverse imprescindible para el presidente Calderón

¿Cómo comenzó esa cercanía?

En agosto de 2006, en pleno conflicto postelectoral, el equipo de Felipe Calderón presentó ante el Ministerio Público federal una denuncia por diversas amenazas recibidas por el entonces candidato y sus colaboradores más cercanos.

Frente a esa denuncia, el entonces director de la Agencia Federal de Investigación, Genaro García Luna, ordenó la protección de Calderón y los suyos, aún antes de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declarara al panista presidente electo.

La AFI había sido creada en 2001 por el presidente Vicente Fox para sustituir a la Policía Judicial Federal con una agencia “auxiliar del Ministerio Público para la investigación y persecución de delitos del orden federal y de aquellos que, siendo del fuero común, afectan la seguridad nacional”.

Bajo el mando de la PGR, la AFI tuvo como único titular a Genaro García Luna, quien asumió así la responsabilidad del combate al crimen organizado –incluido el narcotráfico– desde las instancias civiles, en coordinación con los dos secretarios de Seguridad del foxismo: Ramón Martín Huerta (muerto cuando se desplomó su helicóptero, en septiembre de 2005), y Eduardo Medina Mora.

En 2006, García Luna entabló comunicación con el equipo de campaña de Felipe Calderón, a través de Juan Camilo Mouriño, el hombre de todas las confianzas del entonces candidato panista.

Para el 4 de septiembre de ese año, dos días antes de que el Tribunal diera por válida la polémica elección de Calderón, ya era evidente la presencia de la AFI en las oficinas de transición que rentaron los calderonistas en la calle San Francisco de la colonia del Valle.

En coordinación con el Estado Mayor Presidencial, que desde la campaña custodiaba al candidato panista, una veintena de agentes de la AFI resguardaban las oficinas de transición noche y día, y escoltaban a los más cercanos al presidente electo: Juan Camilo Mouriño, Josefina Vázquez Mota, César Nava, Maximiliano Cortázar, Eduardo Sojo, Ernesto Cordero y Juan Molinar.

García Luna se echó a la bolsa a los calderonistas ofreciéndoles seguridad, en un momento en el que el presidente electo se sentía cercado por las protestas postelectorales que lo seguían a donde quiera que fuera.

En noviembre de 2006, cuando Calderón empezó a conformar su equipo de Gobierno, García Luna figuró entre los personajes entrevistados para incorporarse al gabinete de seguridad, que tendría como misión echar a andar la guerra contra el narcotráfico.

Julio Esponda, Eduardo Medina Mora, Jorge Tello, Miguel Ángel Yunes y el propio García Luna, entre otros, desfilaron ante el presidente electo, quien finalmente anunció a su equipo el 29 de noviembre de 2006, dos días antes de tomar posesión como presidente.

Finalmente, el equipo quedó conformado por Medina Mora, en la PGR; Guillermo Galván, en la Sedena; Francisco Saynez, en Marina; Francisco Ramírez Acuña, en Gobernación, y García Luna en la Secretaría de Seguridad Pública.

Aquel día, Calderón marcó el rumbo histórico de esos funcionarios, y el de su propio sexenio, cuando declaró la guerra contra el narcotráfico y anunció:

“En los hombros y en la conciencia de estos servidores públicos recae la responsabilidad más grande en esta gran batalla contra la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado. Tendrán todo mi respaldo para el cumplimiento de sus obligaciones. La nación entera deberá exigirles, y a la vez reconocerles, su entrega y su compromiso al aceptar encabezar esta dura lucha”.




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