El techo de La Catedral también juega

La hierba, el blanco, las fresas. Y también la lluvia. Esta edición de Wimbledon, cómo no, tampoco ha logrado escapar a otro de los elementos tradicionales del grande británico, que consume los días y las rondas y jornada sí, jornada también, mira al cielo con poca esperanza porque las nubes se han hecho fuertes en Londres y reclaman puntualmente su espacio. Lo pronosticaban los servicios meteorológicos antes del comienzo: este año, bien de agua. E insisten las gotas, habiendo obligado a los organizadores a reestructurar el programa a lo largo de la primera semana, y algo menos en esta segunda porque el volumen de partidos ya es muy inferior y la cubierta retráctil de la Centre Court y la Pista 1 han permitido que el tenis transcurra. Eso sí, no sin matices.

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La reiteración de las caídas de los jugadores, otro clásico del torneo, ha llamado este año la atención. Comprensibles los primeros días, cuando el césped todavía no se ha desgastado y exige un plus de precaución en las maniobras, siguen repitiéndose en la recta final. Algunos profesionales perciben las hebras un poco más altas, pero desde el club se insiste en que el tratamiento ha sido idéntico al de otras temporadas –”igual de meticulosa”– y se apunta hacia la humedad predominante estos días, que combinada con el cierre del techo hace que los patinazos sean frecuentes y la inestabilidad en los apoyos se agudice.

Sin ir más lejos, Roger Federer, que conoce como ninguno los entresijos de su jardín, ha tenido que lidiar con los resbalones y se ha dado un par de costaladas sobre la hierba. Él ha logrado salir airoso hasta ahora, pero tanto Adrian Mannarino, su rival en la primera ronda, como Serena Williams se tuvieron que retirar del torneo debido a sendos golpes. No obstante, el campeón de 20 grandes incidió en el tema después de lograr su pase a los cuartos, que hoy aborda frente al polaco Robert Hurkacz (2-6, 7-6(2), 3-6, 6-3 y 6-3 a Daniil Medvedev).

“Cuando han cerrado el techo, la situación ha cambiado. El césped se ha puesto más resbaladizo. Yo todavía no había roto a sudar, hacía viento y fresco, pero conforme ha aumentado la humedad el juego ha sido mucho más lento”, detalló el lunes, tras batir al italiano Lorenzo Sonego. “Él tiene un buen primer saque, pero no ha podido desbordarme. Es increíble la diferencia que hay cuando se juega con el techo abierto o cerrado”, continuó el de Basilea, de 39 años; “se podría pensar que con la cubierta es más sencillo sacar, pero no es el caso. Debes imprimirle una fuerza extra a tus tiros para conseguir algo”.

En la misma línea que Federer se expresa Novak Djokovic, que este mediodía abre turno en la central (14.30, Movistar) contra Marton Fucsovics por otra plaza en las semifinales. “Sí, los primeros días sufrí unas cuantas caídas, más de las que quisiera. Pero no creo que sea por las pistas, sino que es por la lluvia y la humedad”, apuntaba el de Belgrado hace unos días, cuando ya se había pronunciado otros tenistas como Andy Murray o Bianca Andreescu. “La central está excesivamente resbaladiza”, describió el escocés. “Las pistas están muy húmedas, me he caído al menos seis veces”, se sumó la canadiense.

Federer cae sobre la hierba durante el partido contra Sonego.
Federer cae sobre la hierba durante el partido contra Sonego.GLYN KIRK / AFP

Mientras tanto, desde la organización se insiste en que la preparación ha sido minuciosa y sin alteraciones, y que humedad adicional se debe a la climatología y al hecho de tener que cubrir a diario las dos pistas principales del complejo. “Cada una ha sido revisada. Al no estar lo suficientemente expuesta a la luz solar, la hierba está más resbaladiza”, esgrimían desde el All England Lawn Tennis & Croquet en un comunicado, defendiendo el buen desempeño del jefe de pistas y horticultura del club, Neil Stubley, y su equipo de jardinería.

La Centre Court de Wimbledon inauguró su cubierta retráctil en 2009, tras invertir 140 millones de euros en su instalación. Para la de la Pista 1, estrenada una década después, el major inglés empleó 72 millones. Gracias a ello, la competición ha podido paliar en parte el impacto de la meteorología, pero existen algunos efectos secundarios. Este año, las autoridades sanitarias han concedido al torneo una excepción para poder sellar las dos pistas pese a que se admita el cien por cien del aforo: 15.000 personas en la principal y 12.400 en la complementaria.

En ese sentido, Federer, que intervendrá este miércoles tras el compromiso de Djokovic, desconfía del fin de la crisis pandémica: “No estoy convencido al cien por cien de que ya estamos en el otro lado. Creo que hay más por venir. El verano pasado todo parecía muy prometedor y éramos superpositivos, y luego todo cambió de nuevo”.

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