El diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente de Brasil, durante la celebración de la independencia en Brasilia, el 7 de septiembre.Andressa Anholete (Getty Images)
Es la misma jornada del debate definitivo entre Jair Bolsonaro y Luiz Inacio Lula da Silva, pero el ambiente tranquilo y relajado, sin las multitudes y entre columnas de libros, no se asemeja a un mitin político a pocas horas de una de las elecciones presidenciales más polarizadas en la historia reciente de Brasil. De camiseta, Eduardo Bolsonaro, de 38 años, el menor de los tres hijos políticos del presidente, firma libros, exhibe distendido su sonrisa de surfista y se toma selfies o graba videos de Tik Tok con los seguidores que llegan hasta una librería en el corazón de São Paulo para comprar Jair Bolsonaro: O Fenômeno Ignorado, escrito a cuatro manos con Mateus Colombo Mendes, el secretario de comunicación de la Presidencia.
Más de 1,8 millones de votantes de São Paulo eligieron hace cuatro años a Eduardo, que es abogado y policía, para convertirlo en el diputado con mayor respaldo electoral del país. Muy influyente en política exterior, el padre coqueteó con la idea de nombrarlo embajador en Washington en tiempos de Donald Trump, pero al final desistió del ofrecimiento, que enfrentaba un desenlace incierto en el Senado. Ahora busca reelegirse él mismo al Congreso, e impulsar la reelección del capitán retirado. El hijo del presidente, conocido como Bolsonaro 03, encarna el cordón umbilical que conecta el núcleo duro del bolsonarismo con el trumpismo.
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A tres días de las elecciones, las encuestas acercan a Lula da Silva al 50% de los votos válidos, lo que mantiene abierta la posibilidad de que liquide el duelo en primera vuelta, mientras el presidente Bolsonaro tiene poco más de un tercio de las preferencias. Pero sus seguidores no creen en los sondeos y suelen mostrarse convencidos de que el pulso de las calles los favorece.
Desde afuera se observa a través de los cristales el goteo de los pocos pero fervorosos seguidores de los Bolsonaro, un clan que debe buena parte de su éxito político a las redes sociales. Pasan a hacerse firmar sus ejemplares en la librería Drummond, ubicada junto a las elegantes rampas del Conjunto Nacional, uno de los primeros edificios modernos sobre la Avenida Paulista, la histórica arteria de la ciudad más poblada de Brasil. Algunos visten la camiseta de la canarinha. Nunca se agolpan más de una docena al mismo tiempo dentro del local, acompañados por un nutrido grupo de guardaespaldas que no le pierden pisada. Uno de ellos informa a este periódico que el diputado no quiere dar declaraciones. Las barandas desplegadas para organizar las filas se muestran innecesarias.
“Dios, patria y familia, ellos defienden las mismas pautas que nosotros”, dice a la salida Tania, una empresaria de 41 años que prefiere reservarse su apellido, acompañada por dos adolescentes de 17 años. Las tres están enfundadas en la camiseta de la selección. Muestran el video de Tik Tok que hicieron con Eduardo, acompañado de una música de campaña. Es la misma melodía del que grabó Neymar el mismo jueves en apoyo al mandatario. Tania señala los pilares del bolsonarismo, a los que añade la economía liberal al justificar su voto.
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El ideario del presidente de ultraderecha también descansa en un odio visceral a Lula y su Partido de los Trabajadores. “No queremos una cosa comunista en Brasil, y yo sé que Lula es comunista”, afirma Sandra María dos Anjos, una vendedora informal de 57 años de São Bernardo, la cuna política de Lula. Lleva una camiseta con la bandera de Brasil y una calcomanía del capitão do povo, como apodan al presidente. No cree en las encuestas, y solo contempla un triunfo del PT en caso de un fraude electoral, en línea con la desconfianza en el sistema electoral que ha sembrado el mandatario. “El pueblo despertó. La prensa no muestra nada de lo que hace Bolsonaro, solo esconde”, asegura tras comprar el libro por 79 reales (unos 15 dólares). “Estoy seguro de que Bolsonaro va ganar en primera, si no alteran las urnas”, afirma Rubens Jimenez, dueño de una pizzeria, quien manejó hora y media desde el litoral del estado de Sao Paulo en busca del autógrafo. Coincide en calificar de “fraudulentas” todas las encuestas.
Eduardo se perfila como el heredero de la dinastía que Bolsonaro ha forjado. Su hermano Flavio, senador, mantiene un bajo perfil desde que es investigado por corrupción mientras Carlos, concejal en Río de Janeiro, es el más activo en la estrategia de redes sociales. También la primera dama, Michelle Bolsonaro, promueve desde principios de septiembre un mes de ayuno y oración “por Brasil” hasta este domingo de elecciones. La campaña ha apelado a la imagen de la primera dama con el propósito de apuntalar el apoyo del electorado evangélico. La familia al pleno se juega su suerte en los comicios de este domingo.
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