El verdadero autogolpe de Donald Trump | Artículo

Fueron el presidente estadounidense y su movimiento quienes terminaron presionados y doblegados tras el asalto al Capitolio. Es en este sentido, y no en otro, que el asalto puede ser considerado un verdadero autogolpe.

Antonio Salgado Borge

La muchedumbre que causó una revuelta en el Capitolio el miércoles pasado incluyó a fascistas y a otros grupos extremistas.

Algunas de estas personas acordaron su visita a Washington días antes en grupos de redes sociales, donde discutieron asuntos como formas de introducir armas a la capital estadounidense o fantasías de lo que harían una vez en esa ciudad. Aunque distintas opiniones y debates surgieron, una cosa era clara: irían a Washington a escuchar las instrucciones de su líder, el todavía presidente de Estados Unidos.

Después de un mitin encabezado por Donald Trump afuera de la Casa Blanca, la turba marchó directamente hacia el Capitolio. Lo escuchado en ese evento los galvanizó y movió hacia ese objetivo.

En palabras de la representante Republicana Liz Cheney, “no hay duda de que el presidente formó a la muchedumbre… el presidente incitó a la muchedumbre, el presidente se dirigió a la muchedumbre. Él encendió la llama”. Y si esta llama se convirtió en incendio fue gracias al combustible con que Trump les alimentó durante los últimos cuatro años.

¿Autogolpe?

En este contexto, es tentador leer la toma del Capitolio como un intento de autogolpe de Estado por parte de Donald Trump y de sus aliados. Finalmente, hay sobradas evidencias de que el presidente estadounidense ha intentado, por todos los medios posibles, perpetuarse en el poder a través de distintas versiones golpistas.

Pero la lectura de un autogolpe de Estado debe ser rechazada. Tal como muchas personas expertas en el tema han señalado, lo ocurrido el pasado miércoles no cumple con las condiciones esenciales de un golpe de Estado. Este sublevamiento, por impactante y desagradable que resulte, ni siquiera tuvo como objetivo apropiarse del Poder Legislativo de Estados Unidos.

Pretender lo contrario es un contrasentido, pues las posibilidades de éxito eran evidentemente nulas. La movilización no contaba con el apoyo de los militares o con el grueso de los aparatos de seguridad estadounidenses. Prueba de ello es que, una vez que la Guardia Nacional entró en acción, los manifestantes fueron retirados rápidamente y un perímetro fue establecido para resguardar el área.

Nunca estuvo en entredicho que las fuerzas de seguridad estadounidenses serían capaces de contener a una turba infinitamente inferior en número, entrenamiento y armamento.

La duda en el aire durante la invasión al Capitolio era por qué la seguridad fue inicialmente tan débil y por qué tardó tanto en llegar el apoyo.

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El móvil

Si sabía que una toma del Congreso estaba condenada al fracaso, ¿por qué Donald Trump mandó a una horda de extremistas enfurecidos al Capitolio? Fundamentalmente, para evitar que el triunfo de Biden fuese certificado. Es decir, para ganar tiempo y seguir intentando pervertir el proceso en cualquier modalidad posible.

Y la forma realista en que este tiempo podía ser ganado no pasaba por mantener secuestrado el Capitolio, sino por posponer uno o dos días el proceso y, sobre todo, por presionar al Partido Republicano para que apoye la negativa a certificar el resultado -los demócratas claramente no iban a cambiar su posición favorable a Biden-.

Que este es el caso queda en evidencia cuando se considera que Trump habló antes de salir de la Casa Blanca con el vicepresidente Pence para preguntarle por última vez si accedería a su exigencia, planteada públicamente durante días en redes sociales, de mandar de vuelta el proceso a los estados -un acto que ni siquiera estaría entre las facultades vicepresidenciales-. Pence rechazó esta propuesta repetidamente.

Trump también sabía que el líder de la mayoría Republicana en el Senado, el influyente senador Mitch McConnell, y por ende la bancada que comanda, aprobaría la certificación de la victoria de Biden.

Dado que Pence y McConnell habían sido sus fieles aliados y sus dos principales columnas dentro del Partido Republicano durante cuatro años, para Trump estas defecciones representaban en los hechos, una pérdida de control sobre su partido. Y, por consiguiente, la pérdida de control sobre su futuro. Así, mientras Trump arengaba a sus seguidores, McConnell hablaba de las teorías de conspiración y alegaciones de fraude sin fundamentos promovidas por el presidente y Pence participaba en el proceso de certificación.

Con este escenario en mente, Donald Trump Jr, el hijo mayor del presidente, anunció a la muchedumbre la dirección decidida al mandar el siguiente mensaje a los congresistas republicanos: “Vamos por ustedes…más vale que peleen por Trump; porque si no lo hacen… estaré en su patio de atrás por un par de meses”.

El presidente apareció después para machacar la idea y aterrizar instrucciones precisas: “marchen por la Avenida Pensilvania… para dar a nuestros Republicanos -los débiles, porque los fuertes no necesitan nuestra ayuda-… el tipo de orgullo y fuerza que necesitan para recuperar a nuestro país”.

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Orgullo y fuerza

La turba enardecida definitivamente terminó dando a los Republicanos orgullo y fuerza. El problema es que este orgullo y esta fuerza no fueron los que Trump esperaba, sino los que les habían faltado para romper públicamente, de una vez y por todas, con su presidente.

Que la mayoría de los senadores de ese partido rechazaban a Trump era un asunto bien sabido. Si le habían apoyado fue exclusivamente por mera conveniencia.

El senador Ben Sasse planteó recientemente esta situación con todas sus letras: “Cuando hablamos en privado, no he escuchado a un solo miembro Republicano del Congreso alegar que los resultados de la elección fueron fraudulentos; ni uno. En su lugar, los escucho hablar de preocupaciones de cómo serán vistos por los más ardientes apoyadores del presidente Trump”.

Esta conveniencia terminó esta semana cuando la turba de Trump entró al Capitolio. Una vez que los invasores fueron retirados del lugar, y con las imágenes de lo ocurrido todavía frescas en las mentes del público estadounidense, Mitch McConell y Mike Pence acordaron que la sesión tendría que reanudarse ese mismo día.

La intención: mandar un mensaje de fuerza. Los destinatarios: el mundo entero, pero también, y sobre todo, el presidente estadounidense. La señal de unidad fue clara cuando los senadores de ambos partidos regresaron al recinto con sus brazos entrelazados.

Muchos de quienes estaban listos para votar contra la certificación del triunfo de Biden -como Lynsey Graham y Loeffer- dijeron públicamente que ya no lo harían. 43 de 50 senadores Republicanos votaron a favor de certificar el resultado y la mitad de sus miembros de la Cámara de Representantes hicieron lo propio. Al día siguiente, algunos integrantes del gabinete de Trump, como la secretaria de Educación, Betsy DeVos, y colaboradores de la Casa Blanca, renunciaron a sus puestos.

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Autogolpe

El asalto al Capitolio debilitó sensiblemente a la última línea de defensa de Donald Trump dentro del Poder Legislativo y dentro del Partido Republicano. Aunque queda un porcentaje de representantes de ese partido que aún apoya al presidente, este grupo no tiene el control total de su bancada y mucho menos de una cámara que es liderada desde hace tiempo por los Demócratas. Tampoco queda claro que Trump mantenga el control sobre todos sus colaboradores cercanos.

Este asalto también debilita al trumpismo. Este movimiento ha perdido, de un día para otro, a buena parte de los “superdifusores”; personas que ayudaban a radicalizar y a polarizar a través de los reflectores de sus puestos y de su presencia en los medios mainstream. Es previsible que algunas de estas personas empiecen, finalmente, a condenar públicamente las ideas defendidas por ese movimiento.

Alguien podría objetar que Trump aún tiene importantes aliados en el Congreso que están dispuestos a defenderlo o a sacarlo a flote. Por ejemplo, Ted Cruz, un importante e impresentable senador texano, ha continuado promoviendo la tesis del fraude y la idea de no aprobar el proceso electoral.

Pero esta objeción no se sostiene. Los congresistas que, como Ted Cruz, se mantuvieron fieles a Trump buscan capitalizar esa base e intentar apelar luego a los votos suficientes de otros sectores. Sin embargo, en el cálculo político de gente como Cruz, un elemento sale sobrando: Donald Trump. Esto es, a quienes quieren hacer suya la base trumpista les conviene quitar a Trump del camino.

Esta vulnerabilidad queda en evidencia cuando uno considera las reacciones de los Demócratas. Nanci Pelosi, la líder de este partido en la Cámara de Representantes, ha dicho que si el gabinete del presidente, encabezado por Mike Pence, no lo remueve con base en una enmienda que les permite hacerlo, entonces buscará un nuevo proceso de impeachment o juicio político, el segundo en cuatro años.

En caso de fructificar, este proceso podría incluso evitar que Trump pueda postularse nuevamente en 2024. Sin embargo, aún si los demócratas no lograsen los votos suficientes, el proceso pondría en jaque al presidente y le llevaría a vivir un infierno durante sus dos últimas semanas en el gobierno.

La debilidad de Trump se expuso claramente cuando el jueves, un día después de mostrarse envalentonado y retador, el presidente anunció, finalmente, que habría “cambio de administración”, que la transición sería tersa y que lo único que buscaba era mejorar el proceso democrático. También pasó de “amar” a sus leales fanáticos que invadieron el Capitolio a considerarlos violentos criminales. El miedo no anda en burro.

La sedición del miércoles pasado fue una maniobra de Donald Trump para presionar a su partido con el fin de comprar tiempo y poder dar el golpe que ha buscado. Sin embargo, fueron el presidente estadounidense y su movimiento quienes terminaron presionados y doblegados. Es en este sentido, y no en otro, que el asalto al Capitolio puede ser considerado un verdadero autogolpe.

Facebook: Antonio Salgado Borge Twitter: @asalgadoborge

Fuentes:

  1. https://theconversation.com/was-it-a-coup-no-but-siege-on-us-capitol-was-the-election-violence-of-a-fragile-democracy-152803
  2. https://www.nytimes.com/interactive/2021/01/06/us/trump-mob-capitol-building.html?action=click&module=Top%20Stories&pgtype=Homepage
  3. https://www.vox.com/2021/1/6/22217203/trump-ellipse-speech-primary-republicans-overturn-the-election-pence
  4. https://www.nbcnews.com/politics/2020-election/playing-fire-gop-sen-ben-sasse-tears-republicans-planning-object-n1252593
  5. https://www.economist.com/leaders/2021/01/09/trumps-legacy-the-shame-and-the-opportunity?utm_campaign=editorial-social&utm_medium=social-organic&utm_source=twitter
  6. https://www.nytimes.com/2021/01/06/opinion/capitol-riot-trump.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage
  7. https://aristeguinoticias.com/0701/mundo/aun-no-recibimos-respuesta-por-parte-de-pence-sobre-invocar-la-enmienda-25-pelosi/
  8. https://aristeguinoticias.com/0701/mundo/renuncia-secretaria-de-educacion-de-eu/
  9. https://aristeguinoticias.com/0701/mundo/aquellos-que-rompieron-la-ley-van-a-pagar-donald-trump/




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