A balón parado, como en Berna, el Villarreal sacó adelante otro partido embotellado ante el animoso Young Boys. La victoria le vale para seguir en la lucha por los octavos de la Champions y asegurar, como poco, el tercer puesto del grupo que da acceso a la Europa League, incluso perdiendo en las dos últimas jornadas. “Somos todos profesionales”, proclamó Dani Parejo, cuando al cabo del trabajado 2-0 le preguntaron por las extrañas circunstancias que marcaron la velada, con rumores que señalan a su entrenador, Unai Emery, como inminente fichaje del Newcastle.
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Rulli, Pau Torres, Albiol, Mario, Alfonso Pedraza (Estupiñán, min. 74), Yeremy Pino (Chukwueze, min. 58), Coquelin (Alberto Moreno, min. 74), Parejo (Moi Gómez, min. 91), Capoue, Arnaut Danjuma y Boulaye Dia (Trigueros, min. 58)
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G. Faivre, Silvan Hefti, Burgy, Alexandre Garcia (Jordan Lefort, min. 74), Sandro Lauper, Vincent Sierro (Felix Mambimbi, min. 74), Ngoumo Ngamaleu (Theoson Siebatcheu, min. 81), Fassnacht, Michel Aebischer, Fabian Rieder y Meschak Elia
Goles 1-0 min. 35: Capoue. 2-0 min. 88: Arnaut Danjuma.
Árbitro Serdar Gözübüyük
Tarjetas amarillas Alfonso Pedraza (min. 37), Vincent Sierro (min. 50), Ngoumo Ngamaleu (min. 52), Mario (min. 53), Michel Aebischer (min. 60), Parejo (min. 77) y Meschak Elia (min. 93)
“Me han transmitido un interés”, reconoció el técnico en Movistar, mostrándose abierto a valorar opciones siempre que el Newcastle pague su cláusula de rescisión, de más de seis millones de euros. “Pero de momento no hay ninguna oferta, ni personal ni al club”.
Como si la afición percibiera un estado de anticlímax, el viejo Madrigal no se llenó. La atmósfera coincidió con la de tantos campos de España, donde parece que tras la pandemia los seguidores han descubierto que a veces es mucho mejor emplear el tiempo en otra cosa que no sea ocupar butacas frías a la espera de que 22 muchachos consigan pasarse la pelota más de dos veces seguidas. No siempre lo logra este Villarreal, que pasó de jugar de memoria a dar la impresión de que le falta un hervor. Sin Gerard Moreno, ausente por lesión, la mezcla se empobreció aun más. Donde antes el falso nueve bajaba a articular los avances con toques lúcidos, ahora viaja Boulaye Dioa sin brújula
Emery ordenó al equipo para negar los espacios a su rival. Los despliegues vertiginosos de Ngamaleu y Elia dejaron una huella de preocupación en el técnico, que mandó a sus jugadores parapetarse en su terreno. El Villarreal dejó que los suizos dispusieran de la pelota del otro lado de sus posiciones, en la convicción de que si lo hacían ante dos líneas prietas no encontrarían accesos al arco de Rulli. El plan funcionó a medias. Es decir, no funcionó.
Tanto se aplicaron Mario, Pedraza, Capoue, Pino, Coquelin y Parejo en negarle espacios al Young Boys, que acabaron dándole la pelota más de la cuenta, y en el intento por recuperarla y salir al ataque nunca encontraron el sitio. Desorientado en las transiciones, el Villarreal vivió de jugadas esporádicas, casi siempre forzadas, poco estimulantes para el público y para los futbolistas, que jugaban a matar el tiempo. Solo los envíos largos de Parejo, ubicuo, a falta de cómplices, las galopadas de Pedraza y los empeños de Danjuna en driblar —a veces sin sentido—, inquietaron a la defensa visitante.
A fuerza de girar la pelota de banda a banda, lentos pero sin pausa, Fassnacht y Rieder encontraron caminos entre los pivotes del Villarreal y su defensa. Por ahí se coló Elia y de las diabluras de este atacante habilidoso surgió el primer remate de Fassnacht. Le siguió un remate de Rieder y el público se sumió en el silencio.
Sin pelota y sin control
El Villarreal apenas había logrado un tiro de Coquelin desde fuera del área, aprovechando un saque de banda mal defendido, cuando salió del pozo por la misma vía que le iluminó en Berna. El balón parado. Quién lo diría de este equipo, antaño famoso por el juego elaborado, y ahora aferrado al toque de Parejo y a las invenciones de Emery en el campo de prácticas. Sucedió en el minuto 36. Tras un córner que Parejo puso en el segundo palo. Ahí acudió Mario Gaspar, que partió desde fuera del área. El lateral centró de cabeza hacia el mogollón y con la defensa desencajada remató Capoue dos veces antes de convertir el 1-0.
La segunda mitad se convirtió en una larga peregrinación de hinchada y jugadores a través de un desierto futbolístico. Los sedientos vagabundos transportaron la exigua ventaja a lo largo de 44 minutos plagados de amenazas. Perdida la pelota, el Villarreal perdió también el control de la situación ante un equipo entusiasmado pero inexperto, lejos del nivel que caracteriza a los mejores de Europa. Le bastó con el empuje para atosigar a Rulli, expuesto a los cabezazos de Fassnacht —le anularon un gol por fuera de juego de Bürgy— o a las jugadas fortuitas, como el derribo de Elia por Torres que el VAR no juzgó penalti del mismo modo que pudo hacerlo.
Faltaba un minuto para el final cuando Capoue se empecinó en trasladar una pelota. Internado en tierra de nadie, exhausto y a trompicones, pugnó con Rieder. El defensa se hizo con el balón, pero hostigado por Capoue acabó entregándoselo a Danjuma. Mano a mano con el portero, el holandés punteó a la red y lo celebró con rabia. Aliviado como toda la hinchada.
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