El Villarreal se autocondena ante el Manchester United



DirectoCrónica

El Villarreal no liquidó al Manchester United mientras pudo, es decir, mientras Bruno Fernandes permaneció sentado en el banquillo de los suplentes. Lo pagó en la segunda parte, cuando el diablo de Maia saltó al campo para cambiar el destino de un trámite hasta entonces señalado por el control táctico y las reservas especuladoras. Previo error de Rulli, catalizador del 0-1, el 0-2 clasifica al United para octavos y pone un paréntesis a su crisis en la Premier, líder de grupo con 10 puntos. El Villarreal, con siete, necesita al menos un empate en la última jornada en Bérgamo ante el Atalanta (seis puntos), que igualó ayer 3-3 en su visita al Young Boys.

0

Rulli, Albiol, Juan Foyth, Estupiñán (Raba, min. 78), Pau Torres, Capoue, Parejo, Moi Gómez (Boulaye Dia, min. 83), Yeremy Pino (Chukwueze, min. 72), Trigueros (Alberto Moreno, min. 72) y Arnaut Danjuma

2

De Gea, Nilsson-Lindelöf, Harry Maguire, Alex Telles, Wan-Bissaka, Anthony Martial (Rashford, min. 65), van de Beek (Bruno Fernandes, min. 65), McTominay, Fred, Jadon Sancho (Mata, min. 92) y Cristiano (Matic, min. 90)

Goles 0-1 min. 77: Cristiano. 0-2 min. 89: Jadon Sancho.

Árbitro Dr. Felix Brych

Tarjetas amarillas Yeremy Pino (min. 32) y van de Beek (min. 40)

Dijo Carrick el lunes que comparte las ideas de Solskjaer, a quien sirvió de ayudante de campo. Distanciarse del entrenador fracasado y despedido el domingo le habría resultado políticamente más rentable. Pero la nobleza del veterano mediocampista inglés fue tan incuestionable como su honestidad. Ante la crisis, Carrick hizo lo que habría firmado su predecesor: quitar a Bruno Fernandes, el jugador más inteligente de la plantilla, para consolidar una presunta estructura defensiva basada en el 4-4-2, coronada por McTominay como mediocentro, Fred y Van de Beek como interiores, y Sancho como cuarto volante, en sacrificio de su condición de extremo. La propuesta fue tan moderada que compensó virtudes con defectos. Dotó al United de dinamismo pero le restó ingenio.

Sin más timonel que el impetuoso McTominay, el United se internó en el partido sin gozar del privilegio de una buena dirección. Voluble en todos los aspectos, a ratos esperó atrás sin conseguir cerrarse a las incursiones de Trigueros y Moi entre líneas, a ratos presionó arriba sin lograr importunar las salidas de Albiol, Parejo y Pau Torres, siempre victoriosos en la construcción.

El United jugó como si hubiera resuelto cicatrizar la herida de Watford (cayó 4-1) por la vía del orden a ultranza. Cristiano y su pelotón actuaron sin más ambición que postrarse ante el dios de la estabilidad. En caso de duda, pase atrás y vuelta a empezar, pesadamente, frente a un Villarreal que también gestionó el partido desde la precaución. La diferencia residió en la categoría y el oficio. Mejor conducido por Parejo, el equipo local compitió con más aplomo y sus avances fueron más articulados y profundos. Si Rulli pasó una hora haciendo ejercicios de calentamiento para evitar que se le entumecieran las articulaciones, en el área opuesta De Gea prolongó su serie de jornadas estresadas. El español empezó por parar un tiro cruzado de Moi cuando los equipos se tanteaban y debió sacar otros dos disparos a Trigueros con la punta de los dedos. Si Danjuma y Yeremy hubieran apuntado mejor habrían abierto el marcador. Por más que triunfara el 4-4-2, frente al área chica del United los centrales no daban abasto.

Jugando a no errar

Equipo cerebral como pocos, el Villarreal es capaz de ensimismarse en sus calculadas maniobras hasta olvidar por completo el factor emocional del juego. Así dejó transcurrir los largos minutos de su dominio sobre un adversario que por momentos pareció indefenso. Carrick lo solucionó en el minuto 66. Le bastó con deshacer lo que había hecho cuando cantó su primera alineación. Quitó a Van de Beek y metió a Bruno, y no solo el United, el partido, el público, el clima de La Cerámica, se transformó por completo.

Cada vez que el mediapunta portugués tocó la pelota sus compañeros progresaron un poco, o mucho, y el Villarreal retrocedió. Donde antes Sancho vagaba sin orientación, ahora se transformaba en un penetrante driblador. Torres no llegó a frenarlo antes de que —previa pared con Bruno— se quedara mano a mano con Rulli, que le desvió el remate.

Los aficionados pasaron de la alegría complaciente al silencio y a los gritos de espanto. Se veía venir el peligro, como una inercia del juego cuando lo ejecutan tipos como Bruno Fernandes, hombres que no se paran a pensar en lo último que les grita el entrenador porque actúan inflamados por sus propias ideas, cuando no por el poder incontrolable de su imaginación. El Villarreal calibraba su nueva realidad de subsistencia cuando Rulli cometió el error más evitable. El portero comprometió a Capoue con un pase que no reparó en la presencia de Fred. El brasileño punteó la pelota y Cristiano, que pasaba por ahí, la mandó a la red.

El Villarreal, que había jugado a no errar, se condenó primero a una estéril moderación y después a la autodestrucción merced a una entrega imprudente. Sin salir del asombro, su defensa vio cómo Cristiano, Bruno y Sancho remachaban el 0-2 y clasificaban al United para octavos después de una hora en la que dio la impresión de que Carrick les había entregado el partido en bandeja.

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