“¿Vas al Dakar? Te cambiaría el sitio”, me decían hace semanas. Y es en días como ayer cuando te gustaría que aquellas personas estuvieran en tu lugar.
Ayer empezamos el día con otro viaje de vivac a vivac de madrugada, tras dormir 3 horas por haber esperado la llegada de Laia Sanz. A las 9.30 llegábamos a Ha’il. Había barro de lluvia del día anterior en la calle principal. Lo que no esperábamos es que, desde ese momento, las cosas se torcieran tanto.
Tras instalar la tienda, empezó a llover con fuerza. Lo hizo durante toda la tarde. Y lo haría por la noche, combinándose con viento fuerte y frío. El vivac se llenaba de agua y eso es sinónimo de barro en todos lados: duchas, lavabos, zapatos, pantalones, etc. Por no hablar de lo mojados que tenía los pies de andar dando saltos entre charcos y huellas de camiones para ir a hablar con Sainz y Barreda.
Había que tomar una decisión. Mucha gente entró sus maletas y sacos de dormir a la sala de prensa. En el momento de escribir estas líneas tenía a un hombre hinchando un colchón a pleno pulmón. Nos comunicaron que podríamos dormir en la sala de prensa o en comedor. Mi tienda seguía fuera, ya que mi idea inicial era dormir allí.
Cuando me debatía entre una cosa y la otra, ya con mi trabajo terminado, vimos que el líder de motos había cambiado. La organización no sabía nada y debía ir a la carpa de la FIM a preguntar. Debía cambiarlo todo sin haber cenado aún. Así es el Dakar. Duro y con sorpresas a cualquier hora.