Ayer dejábamos atrás el campamento de Ha’il, donde sufrimos al trabajar en condiciones complicadas por las fuertes lluvias y el posterior frío de sus noches. (1ºC). Poníamos rumbo a Riad. Recordábamos la capital con alegría de ediciones anteriores por su sol. Pero al llegar al vivac, no lo podíamos creer: estaba lleno de charcos y se acercaban nubes amenazadoras. La lluvia volvería a ser nuestra compañera durante todo el día.
Me acordé de la decisión que tomé el día antes de irme al Dakar: “No me llevaré las botas, con unas bambas tengo suficiente”. No las había usado en los años anteriores y ocupaban espacio en la maleta. Ayer las hubiera necesitado. Con unas bambas de correr, sobre tierra, en Ha’il, me fue bien por su drenaje.
Pero en Riad el vivac se ubica en un aparcamiento de asfalto. Cada vez que necesitabas salir de la sala de prensa era una carrera de obstáculos. Fue así para ir a hablar con los pilotos, ir a comer o al lavabo. Intentabas saltar de un lado a otro con el objetivo de no mojarte los pies. Acabé innumerables veces con los pies hundidos en charcos la primera vez que hice un trayecto largo.
Decidí cambiarme de calcetines porque el frío que sentía era enorme. Acto seguido, tocaba salir a hablar con Joan Barreda. Recorrí 20 metros y volvía a estar en un charco. Volver a cambiarse ya no era una opción. Así trabajé durante horas, con los pies mojados y frío en el cuerpo, deseando que hoy por fin salga el sol.