Tras 5 días en el ‘Sea Camp’, ayer empezó la verdadera aventura, con los viajes de vivac a vivac, una de las cosas más difíciles de llevar en esta carrera. Por la noche me había metido en la tienda a las 00.00. A las 4.30 sonó el despertador. Levanté la cabeza y, a oscuras, empecé a lamentarme.
Un fuerte viento golpeaba mi tienda. Debía recoger la esterilla. No encontraba la bolsa del saco de dormir y a la vez intentaba cerrar la maleta sentado encima. Salí fuera y comprobé que con el viento era imposible recoger la tienda de campaña. Empezaba a sufrir.
Quedaban 20 minutos para que saliera el autocar. En el Dakar, si no llegas, no te esperan. Lo veía crudo. Pero el espíritu dakariano hace que entre todos nos ayudemos. Un compañero me salvó. Vio la puerta abierta de un barracón. Allí nos colamos para poder recoger la tienda. Lo logramos.
Pero al salir, vimos que otro compañero se había dormido. Portaba su tienda sin desmontar. La dejaba en el suelo, con el colchón sin deshinchar el colchón y varias de sus cosas por recoger. “No llegamos. Nos quedamos”, pensé.
No sé aún cómo lo hicimos, pero lo logramos. Entramos en el autocar sudados y el aire acondicionado nos golpeó. También en el avión. Finalmente, llegamos a AlUla a las 9.20h. Allí empezamos a recordar lo que era arrastrar una maleta de 22 kg por la arena hasta nuestra posición, llevando a la vez la tienda, el saco y la esterilla colgando. Así serán nuestras mañanas a partir de ahora.