El yihadista y la periodista de ‘The New York Times’

Un soldado del ISIS encapuchado vigila a un grupo de soldados sirios capturados en Raqqa en agosto de 2014.
Un soldado del ISIS encapuchado vigila a un grupo de soldados sirios capturados en Raqqa en agosto de 2014.AP

El canadiense Shehroze Chaudhry se hizo famoso gracias a un podcast. Protagonizó Caliphate (Califato), una serie de 10 capítulos lanzada en 2018 por The New York Times aclamada por su fuerza narrativa y calidad periodística. En el podcast, el joven se llamaba Abu Huzayfah, integrante en Siria del Estado Islámico (ISIS, en inglés), y mostraba las tripas de la barbarie yihadista. Pero su detención el pasado 25 de septiembre en Canadá, acusado de construir una mentira sobre su papel en la organización radical ha sacudido los cimientos del periodista que le dio llevó a la fama y de la reportera que firma la serie, Rukmini Callimachi, reverenciada por sus informaciones sobre el fenómeno yihadista.

“El delito de engaño genera miedo en la comunidad y crea la ilusión de que hay una amenaza para los canadienses, cuando nosotros hemos considerado lo contrario”, dijo el superintendente Christopher deGale, responsable de la lucha antiterrorista en Canadá, tras su detención —el joven está en libertad vigilada a espera de vista judicial—. Entonces, ¿era realmente Abu Huzayfah el peligroso yihadista cuya historia recorrió el mundo gracias a las informaciones de Callimachi? No está claro. ¿Hizo la periodista estrella del diario  todo lo posible para corroborar su terrorífica historia?

El estadounidense Jesse Morton conoció a Chaudhry en julio de 2019. Morton pasó tres años en prisión por reclutar a yihadistas en Internet. Hoy en cambio, a sus 41 años, es uno de los referentes en el mundo de la desradicalización. Lo  que hizo Chaudhry, de 25 años, canadiense de Ontario, cuando entró en contacto con Morton a través de las redes fue decirle que cuando regresara el califato sería “castigado” por dar la espalda al integrismo.

“Desde aquel contacto”, dice Morton al teléfono, “he trabajado con él, iba a la Universidad y estaba comprometido con la no violencia”. Es decir, según detalla Morton, responsable del proyecto Parallel Networks, no era una amenaza, y estaba en proceso de desradicalización. ¿Contó la verdad a The New York Times? Eso queda entre paciente y especialista. “Pero Rukmini Callimachi no hizo nada mal”, opina Morton. Este señala a Canadá, donde Abu Huzayfah fue también entrevistado, para el canal CBC, en septiembre de 2017, incluso antes del lanzamiento de Caliphate. Según Morton, Abu Husayfah pidió que no emitieran la entrevista en Canadá, pero no lo logró.

Sea de un modo u otro, estos son los hechos: Callimachi, nacida en Bucarest hace 47 años, especializada en terrorismo islamista, contactó en 2016 con un canadiense vinculado al ISIS, uno de esos retornados tras haber vivido durante meses la salvaje aventura del califato que sembró el terror en  Siria e Irak durante tres años y medio (2014-2017).

Callimachi viajó a Canadá para entrevistarlo. Es la primera semilla de un trabajo que a lo largo de una decena de podcasts trata de alcanzar las entrañas de la radicalización en el mundo del ISIS. Caliphate llegó a la Red en abril de 2018. Ganó el prestigioso Peabody Award y fue finalista del Pullitzer. Abu Huzayfah llegó a compartir con Callimachi los detalles de una ejecución: “Le acuchillé, la sangre estaba caliente, se esparció por todos lados”. Pero mientras medio mundo se enganchaba a los audios, la cadena canadiense CBC ponía en tela de juicio el relato del joven. Ellos también le habían entrevistado y había negado haber cometido actos violentos. El 24 de mayo de 2018, The New York Times reaccionó e introdujo un capítulo nuevo, el sexto, en el que cuenta las dudas que tuvieron sobre Abu Huzayfah y cómo lo resolvieron.

“Nuestra norma de oro”, dice un periodista de The New York Times familiarizado con el trabajo que se hizo en la redacción y que prefiere mantener el anonimato, “es tener dos fuentes de seguridad nacional creíbles para confirmar algo”. Según esta misma fuente, para seguir adelante con Caliphate y corroborar la presencia de Abu Huzayfah en territorio sirio, el equipo —junto a Callimachi trabajaban el periodista Andy Mills, corresponsales y un buen grupo de editores del diario neoyorquino— contó con dos agentes de inteligencia que le vincularon al ISIS y Siria; tres que confirmaron que el individuo estaba en la no fly list norteamericana, una lista de personas para las que está prohibido viajar hacia o desde EE UU porque representan una amenaza real.

Fuentes en el califato

También tuvieron acceso a dos fuentes dentro del grupo yihadista que afirmaron haber visto a Abu Huzayfah en algún momento e información desde Pakistán (donde tiene raíces la familia del joven y se supone que estaba él cuando viajó a Siria).

Además, Malachy Browne, gran experto del rotativo estadounidense en el uso de herramientas online para la verificación de información, geolocalizó una imagen almacenada en el móvil del joven canadiense. Correspondía a territorio sirio, en Raqa. Eso sí, era imposible identificar claramente al sujeto que allí aparecía. Pese a todo esto, Callimachi contactó de nuevo con Abu Huzayfah y le preguntó si mintió (conversación que aparece en el capítulo sexto de Caliphate). Lo admite, aunque solo sea en las fechas de su estancia en la Siria gobernada por el ISIS. “Me gustaría”, dice durante su charla con la reportera, “que el CSIS [servicio de inteligencia canadiense] piense que miento, que el FBI crea que son mentiras (…), de verdad que me gustaría, Rukmini”. The New York Times siguió adelante con la emisión pese a que, según Jesse Morton, el supuesto yihadista intentó que Callimachi lo detuviera. Había mucho trabajo hecho y era demasiado tarde.

La veterana periodista charló también para este capítulo con Mubin Shaikh, canadiense de 45 años, exradical islamista, que acabó trabajando para los servicios de inteligencia y hoy es experto en desradicalización. Fue a él a quién presentó a Abu Huzayfah después de aquella primera entrevista en Canadá. Shaikh trabajó con el supuesto retornado durante un año. “Él es seguidor del ISIS”, dice Shaikh en un intercambio de mensajes, “pero creo que ha estado tanto en Internet, consumiendo tanto material del ISIS, que ha creado una fantasía de sí mismo. Creo que empezó con la mentira a Rukmini y no pensó lo grande que sería la historia con el lanzamiento del podcast en 2018”. Este experto en yihadismo no cree que el protagonista de Caliphate fuera siquiera a Siria (otras fuentes consultadas sí lo creen aunque exagerara su relato). Incluso piensa que falseó su proceso de desradicalización con él.

Tras el lanzamiento de la serie de The New York Times, Shaikh y Abu Huzayfah rompieron su relación. Por entonces, el supuesto yihadista del ISIS había pasado ya por los platós de la televisión canadiense. “Me pregunto”, prosigue Shaikh, “cómo afectaron mis propios esfuerzos para llevarlo ante los medios de comunicación a sus ideas sobre cómo se veía a sí mismo. ¿Quizás le gustó la atención? Tal vez le gustó que hubiera todo este rumor sobre él y sintió algo de satisfacción en ello”. Según este antiguo operativo encubierto de espionaje canadiense, Abu Huzayfah se sintió “cómodo” cuando habló con los medios de su país. “Ahora que sabemos que no es un retornado”, continúa, “el hecho de que se burlara de todos, incluido yo, me dice el tipo de amenaza que enfrentamos de los aspirantes al ISIS”.

Las dudas sobre la veracidad de la historia de Abu Huzayfah han agitado las aguas en The New York Times. El pasado 11 de octubre, Ben Smith, uno de sus columnistas, publicó un duro artículo bajo el título “Una detención en Canadá ensombrece a una estrella de The New York Times y al propio The Times”. Como si no fuera con el diario neoyorquino para el que trabaja, Smith informó de la revisión interna emprendida por periodistas el diario sobre la serie de podcasts.

Y trató de retratar a Callimachi, según la veían en el diario, una “estrella” avalada por los editores, pero con críticos dentro como el veterano C. J. Chivers, quien se ha quejado de su “sensacionalismo e imprecisión”. “Mi trabajo [para el artículo]”, concluye Ben Smith, “sugiere que ella [Rukmini Callimachi] entregó lo que pidieron los responsables de la redacción, con su apoyo”.




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