Elena Martín, coautora del nuevo modelo de enseñanza: “El cambio en la Selectividad será potente, pero no un invento extraño”


Elena Martín es una de las siete personas que han sentado las bases del nuevo sistema de aprendizaje que llegará a las aulas en septiembre. Catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid, ciudad en la que nació hace 66 años, Martín participó en la elaboración de la Logse, la ley que reformó a fondo la enseñanza española en los años noventa. Tres décadas después ha participado en la redacción de la Lomloe, la actual ley educativa, que aspira a impulsar otra gran transformación del sistema. Y en el diseño del currículo, el documento que concreta qué deben aprender los alumnos y cómo evaluarlo.

Pregunta. La aprobación de los decretos de currículo van con retraso. ¿Le preocupa?

Respuesta. Sí, porque el profesorado está muy cansado por la pandemia y ahora se les pide un nuevo esfuerzo enorme. Si le sumamos una presión de tiempos, se hace todo más difícil. Para los docentes a los que les ilusiona el cambio, que yo creo que son muchos, y todavía más para quienes no están muy animados con él. Sin embargo, creo que hay que empezar el curso que viene. Y es cierto que, en su versión de borrador, los decretos de currículo llevan tiempo circulando.

P. ¿Qué les diría a los docentes que no están precisamente ilusionados con el cambio?

R. La clave para que el enfoque competencial cuaje es que los docentes comprueben que viene a solucionar problemas que ellos y ellas han identificado en las aulas. Como el hecho de que con el currículo que tienen ahora están sobrecargados. O la pregunta que muchos se han hecho de: “Para qué sirve esto que están aprendiendo mis alumnos”.

P. En pocos sitios se ha empezado a formar al profesorado para el cambio.

R. Es fundamental. No tanto darles conferencias, como familiarizar a los equipos docentes, a los claustros y antes si cabe a los equipos directivos y a la inspección, que son los que van a tener que impulsar y promover el cambio. Hacer que los centros se pongan a pensar en ello. Los docentes, al final, entramos en un nivel de concreción preciso: qué es lo que se dice de lo que yo imparto y cómo me voy a poner de acuerdo con mi compañera de 1º B. La lógica de los elementos generales del currículo, si está bien diseñado, y yo creo que en términos generales este lo está, ya cae sobre la propuesta del área o la materia de la que se hace cargo el docente. Si se puede tener la visión general, estupendo, pero es más fácil que los docentes lo entendamos desde cómo se ha recogido nuestra área. Si los equipos directivos envían a cada docente un documento con la parte del currículo que afecta a su área o materia para que lo lean, y además da tiempo a hacer una reunión de ciclo, de departamento o etapa, la planificación del curso que viene será más fácil.

P. ¿Cuánto tiempo costará que este nuevo tipo de enseñanza basada en competencias cale en las aulas?

R. Con carácter general, creo que años. Es un cambio cultural, profundo, en las concepciones de qué es aprender y por tanto qué es enseñar, no un cambio de terminología. Podemos llamar aprender a muchas cosas. Yo puedo decir: “Me sé tal definición”. Y la he aprendido, nadie va a negar que eso es un tipo de aprendizaje. Pero el enfoque competencial significa que el hecho de haber adquirido un conocimiento lleva a una persona a actuar en el mundo de forma distinta a como lo hacía antes. Ese es el aprendizaje que me hace competente. Y sin adquirir determinadas competencias, el alumnado estará vendido para moverse en la sociedad del siglo XXI y para poder seguir aprendiendo durante su vida.

P. ¿Dispondrá de tiempo el modelo? ¿No cree que habrá un giro si cambia el Gobierno?

R. Sacar adelante una ley orgánica [como la que regula la educación, que requiere el voto favorable de la mitad más uno de los diputados] con la actual división parlamentaria es algo heroico, hace falta una gran mayoría. Y las críticas que se han hecho a la actual ley creo que tienen más que ver, por desgracia para la educación, con la ideología: la escuela concertada, la segregación de los centros, el estatus de la religión… Al currículo se le da menos importancia, cuando a mi modo de ver es la decisión más importante que toma el sistema educativo. Con él contestamos a la pregunta de qué tipo de personas queremos contribuir a desarrollar desde la escuela. Es un proyecto social y además funciona como el eje esencial. Cuando he decidido qué quiero enseñar y qué deben aprender los alumnos, porque quiero ese tipo de personas, de ahí se deriva que los centros deben ser así, el profesorado debe ser así… todo debe estar alineado con el currículo.

P. ¿Cree entonces que el enfoque sobreviviría a un cambio de Gobierno?

R. Nada está garantizado, pero creo que el enfoque competencial, la idea de un currículo centrado en hacer que las personas usemos el conocimiento para actuar sobre el mundo, de la competencia como movilización de saberes, el hecho de no tener un temario sobrecargado, que los docentes han sufrido sabiendo que era absurdo, por no hablar de lo que pensaba el alumnado, y la idea de que todo ello reclama autonomía de los centros para decidir sobre los tiempos, los espacios, si funcionan por ámbitos de aprendizaje… es una tendencia mundial y es más bien imparable. Creo que, con todos sus problema, el Informe Pisa ha lanzado un discurso acerca de cuál es la relevancia de lo que estamos enseñando que no tiene vuelta atrás. La escuela no puede permitirse seguir enseñando cosas que no dan respuesta a las necesidades de la sociedad.

P. ¿Hasta qué punto ve importante cambiar a fondo la Selectividad?

R. Tendrá que ser un cambio potente. Cuando alineas una evaluación externa como la Selectividad con el currículo, das un mensaje muy potente. Y cuando no lo haces, gana la evaluación. Da igual lo que pongas en el currículo: los profesores de bachillerato basarán su enseñanza en la retahíla de exámenes anteriores de acceso a la Universidad, porque quieren preparar bien a sus alumnos. Pero siendo grande, el cambio no será un invento extraño, porque en España ya hacemos excelentes exámenes competenciales, que no son reválidas, sino pruebas que ayudan a los centros a reajustarse. En autonomías como el País Vasco le dicen a cada centro y a cada familia: “Tu hija, en competencias comunicativas, está en nivel competencial uno, que significa que ya es capaz de hacer esto, pero no esto otro”. Ahora hay que llevar la prueba competencial al acceso a la universidad. Y conseguir que se acepte que lo que predice que un estudiante es competente y llega a la universidad con recursos para aprender no es que haya acumulado mucho conocimiento conceptual para un examen, sino que sabe usar ese conocimiento conceptual. También entiendo la ansiedad del alumnado que lo hará por primera vez en 2024, como cada vez que hay un cambio de tal trascendencia.

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