Emilio Aragón: “Volveré a Cuba cuando pueda meter un papelito en una urna”

Emilio Aragón (La Habana, 62 años) es hoy para los suyos el abuelo Bebo. Lo ha sido todo en televisión y ahora funde su alma de músico con la de showman en B.S.O, de Movistar +. De familia trashumante, estirpe creativa y raza de escenario que devino en magia de plató televisivo, se reivindica payaso y solo habla de política para decir que volverá a la Cuba de sus orígenes cuando se pueda votar.

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Pregunta. Lleva usted el acordeón de su padre [Miliki] en el programa B.S.O. Para cualquier niño crecido en los sesenta en España, tocar ese acordeón es una responsabilidad.

Respuesta. Mi padre y sus hermanos eran grandes músicos. Mi padre tocaba el acordeón porque al empezar no había megafonía en los teatros en los años cuarenta y ese instrumento, a falta de piano, proyectaba bien el sonido. Así que entre él, tío Gabi con el saxo y mi tío Alfonso, Fofó, con la guitarra, formaban un trío imbatible. Como mi abuelo, los tres fueron payasos y músicos.

P. ¿Usted también se considera, muy al fondo, eso: payaso y músico?

R. Yo, ante todo, siempre digo que soy un músico al que han permitido hacer cosas: comedia, televisión de entretenimiento, de ficción, cine… Pero luego vuelvo siempre a la casilla de salida. La patria de un hombre es su infancia. Vuelves a casa de niño. Allí vivimos tanta libertad, lo hicieron magníficamente bien. Yo trato de transmitírsela a mis nietos porque, en cierto modo, fui tan pacato con mis hijos…

P. ¿Qué quiere decir?

R. A lo mejor quise dirigirles demasiado en algunas cosas, algo que mis padres no hicieron con nosotros.

P. ¿Y no cree que le dieron tanta libertad porque le veían muy responsable desde pequeño?

R. No, ni mucho menos. Lo hicieron conmigo y mis hermanas. Fue porque les tocó vivir todo lo que vivieron: la revolución cubana, dictadura en Venezuela… Y esa mirada que tenían los dos, abierta, fue muy importante.

P. La vertiente nómada de su familia les ha llevado a todas partes menos de regreso a Cuba. ¿Cuándo volverán?

R. Cuando se pueda echar un papelito en una urna, como hacemos aquí.

P. Antes, ¿ni de incógnito?

R. Me gustaría cuanto antes, pero es que Cuba merece que se pueda votar ya.

P. De todas sus vertientes: músico, cómico, payaso, actor, director, magnate…

R. Noooooo.

P. Un poco.

R. No, nada. De todo eso, con la de músico, bueno o malo, es donde me siento en casa, después, lo relacionado con lo audiovisual. De payaso…, pues yo pisé un circo por primera vez con 15 años, mucho antes había empezado a trabajar en platós de televisión. Pero lo había mamado en casa como algo romántico, aunque no lo viviera.

P. Me dice que no ha sido magnate, vale, pero sí que ha vivido, y activamente, la transformación de la televisión en cuatro décadas inventando formatos. Hasta se malacostumbró a ser líder de audiencia en todo. ¿Cómo sientan los fracasos?

R. Ahí, al fallar, es cuando se aprende. He probado de todo. No quiero que mis nietos me pregunten “Bebo, ¿cómo se hace eso?” y no poder responderles. Me gustaría dentro del mundo del espectáculo y el entretenimiento, al menos asomarme tras la cortina y haber visto algo.

P. Y eso, ¿a qué se debe? ¿A un espíritu explorador o ansioso?

R. A pura curiosidad.

P. ¿Y ansiedad?

R. Algún ataque de ansiedad sí que he tenido, sobre todo en la época de las grandes audiencias de El juego de la oca o Médico de familia, que no podía salir a la calle.

“Algún ataque de ansiedad he tenido, sobre todo con El juego de la oca o Médico de familia, cuando no podía salir a la calle”

P. Aquello le provocaría querer desaparecer.

R. Sobre todo porque uno buscaba tiempo de calidad para aprovechar con la familia y no podía conseguirlo.

P. De hecho, desapareció…

R. Sí, por eso me fui a Estados Unidos. Por una necesidad vital de formarme en otras cosas y sí, de desaparecer. Aquel año yo no vi casi la televisión, me centré en asistir a conciertos, ensayos, a hacer música con otra gente, en el teatro…

P. ¿Para qué volvió? ¿Quería usted seguir o sintió el aliento de otros que necesitaban que usted siguiera? Eso debe dar un poco de rabia, ¿no?

R. Un síntoma de madurez es saber renunciar, precisamente porque no puedes y eso implica responsabilidad. Tuve que esperar unos cuantos años hasta que todo se normalizó y yo fuera encontrando mi sitio para hacer, por ejemplo, mi primera película, Pájaros de papel o Una noche en el viejo México, con Robert Duvall. ¡Le tenía que contar a mis nietos que había trabajado con él!

“Un síntoma de madurez es saber renunciar, precisamente porque no puedes y eso implica responsabilidad”

P. ¿Les contará cuentos?

R. Se duermen con las aventuras del capitán Bebo, se las he grabado, cuentos de un marinero, que surca los océanos con su padre. De hecho he ido a contarlos a sus colegios, con el ukelele. Todavía me gustaría desarrollar ese personaje, tiene algo de Quijote del mar…

P. Ve, ya salió el magnate.

R. ¿Sabes por qué? Por necesidad. No hay ese tipo de programas, estaría basado en alguien que te cuenta algo, tan simple como eso.

P. Usted, que es la templanza, ¿cómo vive este histerismo en el ambiente?

R. Desde hacer tres años o así, estoy atravesando un momento zen, donde lo que queda son las cosas importantes: la familia y esas cosas que de verdad te apetecen hacer. Si me dejaran en una habitación con un piano, una neverita y un torno de alfarería, que ahora estoy empezando a dar clases de cerámica…

P. ¿Una tele no?

R. Bueno, para ver una peli de vez en cuando o una serie. Si nos acostumbráramos a ver las cosas positivas, el círculo virtuoso y no vicioso de la vida, nos iría un poquito mejor. Si fuéramos suficientemente generosos como para dar mejor los buenos días, bastaría.

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