Emmanuel Macron: “Habrá que defender las libertades, luchar por ellas y aceptar las consecuencias”

Emmanuel Macron: “Habrá que defender las libertades, luchar por ellas y aceptar las consecuencias”

Emmanuel Macron está convencido de que termina una era de espejismos y falsas esperanzas, y no deja de desarrollar el mensaje a cada ocasión. El presidente francés, en su discurso anual ante los embajadores de Francia por el mundo, les instó a asumir que la paz y las libertades de las que franceses y europeos occidentales han disfrutado durante casi 80 años ya no pueden darse por seguras. En plena invasión rusa de Ucrania y ante la amenaza de crisis económica, en un momento de “ruptura” y “convulsión” globales, les dijo que hay que estar dispuestos a defender la paz y pagar un precio por la libertad.

“El tiempo en que podíamos esperar sacar dividendos de la paz ha pasado, y creo que por mucho tiempo, porque habrá que defenderla y reconstruirla”, dijo Macron a centenares de diplomáticos que, congregados bajo los oropeles de la Sala de fiestas del palacio del Elíseo, mentalmente tomaban notas para el nuevo curso. “El tiempo en el que pensábamos poder disfrutar de nuestras libertades sin pagar el precio por ellas está superado. Habrá que apreciar nuestras libertades y valores, pero habrá que defenderlas, luchar por ellas y aceptar las consecuencias que implica cuando otros luchan en nuestro nombre por ellas”

El presidente francés lleva desde el principio del verano ofreciendo variaciones de un mismo discurso, un discurso que rompe con el optimismo que intentó insuflar a los franceses tras la pandemia. En 2021 les decía: “Volverán los días felices”. En el último Año Nuevo, se declaró “decididamente optimista” para 2022.

Todo ha cambiado. En una entrevista televisiva el 14 de julio, y ante las restricciones del petróleo y el gas rusos, alentó a los franceses a “entrar colectivamente en la lógica de la sobriedad”. El 19 de agosto, en la conmemoración de la liberación del pueblo provenzal de Bormes-les-Mimosas, proclamó: “Pienso en nuestro pueblo, que necesitará fuerza en el alma para mirar de frente a los tiempos que vienen, resistir a las incertidumbres, a veces a las facilidades y a la adversidad y, unidos, aceptar pagar el precio de nuestras libertades y nuestros valores”. Macron siguió tirando del hilo cinco días más tarde cuando, ya de vuelta a París, abrió el primer Consejo de Ministros del curso con una intervención en la que decretó un triple fin de época: fin de la abundancia de materias primas, productos y tecnología y liquidez monetaria; fin de la creencia en que el avance de la democracia y los derechos humanos era imparable y el liberalismo político triunfaría; y fin de la ilusión en un mundo sin guerras ni catástrofes: la guerra de Rusia en Ucrania y el verano de desajustes climáticos arruinan esta ilusión.

El público del discurso del jueves no era fácil. El pasado 2 julio, los diplomáticos se declararon en huelga ante los planes de Macron para abrir la élite del cuerpo (los ministros plenipotenciarios y el de los consejeros de asuntos exteriores) a otros altos funcionarios y especialistas. Hace tres años, en el mismo discurso ante los embajadores, el presidente incomodó a muchos de los presentes al denunciar la existencia de un “Estado profundo” que, desde el Ministerio de Exteriores, supuestamente torpedeaba los intentos de Macron por impulsar su relación con el presidente ruso, Vladímir Putin. Algunos en el Quai d’Orsay, sede del ministerio, no se fiaban de Putin. El tiempo les dio la razón, y se la quitó al presidente.

“Hay que asumir en cada instante poder hablar con todo el mundo, y continuar haciéndolo”, reivindicó el jueves Macron ante los diplomáticos y en respuesta a las críticas por la veintena de llamadas telefónicas con Putin desde el pasado diciembre, cuando se preparaba la invasión. “No cedamos a ninguna forma de falsa moral que nos dejaría impotentes. ¿Quién desea que Turquía sea la única potencia del mundo, y miembro de la OTAN, que sigue hablando con Rusia?” El presidente, cuando llegó al cargo hace cinco años, denunció lo que llamaba “una forma de neoconservadurismo importado en Francia desde hace 10 años”. Y ante los embajadores retomó el mensaje contra las intervenciones extranjeras para exportar la democracia y cambiar regímenes. Citó lo que llamó “un principio invariable, el respeto de la soberanía de cada estado y de su integridad territorial”. “Es importante”, añadió, “primero porque es el mejor argumento que tenemos contra Rusia. A veces Occidente ha podido introducir la duda sobre estos temas, en nombre de nuestros propios valores”.

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