A Rocío Molina no le asustan los retos. Al contrario, siempre los ha buscado. Desafíos íntimos sobre los que la artista malagueña de 36 años, de los que ha pasado 33 bailando, ha forjado su personalidad y su exitosa carrera. Así que a nadie ha extrañado su decisión de estrenar dos espectáculos el mismo día en la Bienal de Flamenco de Sevilla. La coreógrafa y bailaora trabaja en dos montajes para la 21ª edición de la Bienal que podrán verse el 6 de septiembre en el Teatro Central: Una vuelta a la “sencillez y la profundidad natural del movimiento” de la mano de la guitarra de Rafael Riqueni en Inicio (Uno) y una reflexión sobre la otredad y el ego a la que se enfrenta junto a los guitarristas Eduardo Trassierra y Yerai Cortés titulada Al fondo riela (Lo otro de Uno). Ambos espectáculos, programados a las 13.00 y a las 21.00, no inaugurarán la Bienal en esta edición marcada por las restricciones que impone la pandemia, pero son su primera gran apuesta creativa.
“Llevo mucho tiempo intentando pausar el movimiento para llegar a una profundidad natural. Con Riqueni mi baile recobra su naturaleza, es como hacer un recorrido de vuelta, como si oyera la música por primera vez y mi lenguaje corporal surge sin esfuerzo ni complicación”, explica Rocío Molina desde La Aceitera, la finca de Bollullos de la Mitación (Sevilla) que la bailaora y coreógrafa ha convertido en residencia y taller de creación y donde lleva un año y medio trabajando sobre las dos primeras partes de su Trilogía sobre la guitarra.
“Para mí era obligatorio arrancar con Riqueni, porque es una guitarra de referencia y por el efecto que su música me produce. Él despierta en mí una naturalidad y una frescura que coincide con el momento en el que me encuentro profesional y personalmente”, explica la bailaora, que tiene una hija con un año y medio y a quien la maternidad ha aportado “fragilidad”. Rocío Molina, que con 20 años creó su propia compañía y hace una década recibió el Premio Nacional de Danza, ha buscado siempre traspasar el límite de sus fuerzas, como hizo en su anterior producción Grito pelao, una pieza autobiográfica que interpretó embarazada junto a la cantante y compositora Sílvia Pérez Cruz.
“Mi trabajo es complejo, me gusta buscar los extremos, pero en esta ocasión necesitaba lo contrario, quería frenar mi cuerpo y que el baile perdiera importancia frente a la guitarra. Intento que se pierda la bailaora para que reluzca la música”, reflexiona la artista y añade: “La pausa no equivale a parada, sino a despojarme del artificio”. El encuentro con Riqueni tuvo un avance en el Festival Internacional de Danza de Itálica en junio de 2019, una improvisación en el mágico espacio del claustro de los muertos del monasterio de San Jerónimo que no tiene nada que ver con lo que se verá en la Bienal, adelanta la artista.
Mientras que en la primera parte de su trilogía dedicada a la guitarra solo hay “música y movimiento, sin más pretensiones”, la segunda es todo lo contrario. “En Al fondo riela (Lo otro de Uno) lo que me acompaña sobre el escenario es mi ego y dos guitarras completamente diferentes.
Eduardo Trassierra es armonía y complejidad técnica; mientras que Yerai Cortés, que es muy joven, juega con la guitarra, es todo intuición y naturalidad. Es un trabajo sobre el reflejo y la pérdida de la realidad”, explica la artista que siente cómo en esta parte salen todos sus fantasmas. “Hay que pasarla y padecerla para llegar a la tercera parte que será una liberación. Aquí estará también el cante para llegar a la trinidad absoluta”, adelanta Molina que tiene previsto estrenar la última parte de su proyecto a finales de 2021.
“Yo no tenía pensado crear una trilogía, sino una obra sobre la guitarra pero la cosa empezó a crecer porque profundizar con músicos tan distintos requiere tiempo y la obra tendría que durar como mínimo cuatro horas. Además, faltaba la liberación, la catarsis de alegría que llega con el cante; así que tuve que asumir que sería una trilogía”, comenta la artista quien tiene pensado representar las tres partes juntas más adelante pero en tres días consecutivos.
Un evento aún por bautizar
Y aunque los grandes nombres del flamenco están programados para septiembre y la inauguración oficial de la Bienal de Flamenco de Sevilla será el día 5 en el Teatro Lope de Vega con el Ballet Flamenco de Andalucía que ofrecerá la selección realizada por su directora, Úrsula López, ’25º Aniversario’, montaje que se estrenó el pasado noviembre pero que solo se había representado una vez, la Bienal de Flamenco de Sevilla ofrecerá por primera vez en su historia un anticipo en agosto.
Esta nueva cita, del 7 al 29 de agosto, recogerá las propuestas más atrevidas y mestizas en los jardines del monasterio de San Jerónimo. “En esta edición de los tiempos del cólera nos hemos visto obligados a adelantar un ciclo en el que el azar y la necesidad han reunido a la Electro-Acoustic Band de Diego Villegas, M. de Puchero reinventado a Enrique Morente, el flamenco afrolebrijano de Rycardo Moreno, la vuelta a la repentización que practica Raúl Cantizano, el electroflamenco de Artomático, las transgresiones de Los Voluble o Califato ¾ y el estreno de Duende eléctrico de Gualberto”, comenta Antonio Zoido, director de la Bienal. “Un ciclo que podría ser una parte importante en ediciones venideras o el germen de un evento aún por bautizar”, añade.
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