Puede que sea al mal de altura -es decir, de escribir a la altura del séptimo día de feria-, pero no hace falta que aterricen en ella Frank Miller y J .J. Benítez para pensar que la FIL es un sitio raro. De entrada, tiene lugar en una ciudad con doble en España: Guadalajara. Además, recibe a 800.000 visitantes que a veces hacen muy difícil caminar por ella pero, a la vez puedes –dependiendo del año- tener a dos metros de ti a Anne Carson, Charles Simic o Coral Bracho leyendo sus poemas en un salón en el que hay que reservar y donde el lector menos sensible se sabe a Góngora de memoria y suda tequila Herradura.
Por un lado, hay autobuses gratuitos al centro de la ciudad y por otro, la feria ha abierto una oficina para renovar los permisos de conducir para “motociclista, automovilista y [pronúnciese aguda] chofer”. Está llena de libros de papel pero ha sembrado 110 árboles para compensar 106 toneladas de CO2. El invitado de honor el año que viene es Sharjah -pueden buscarlo en Google mientras termino el artículo- pero el orgullo patriótico está tan inflamado que no parece lejano el día en que, por fin, se haga realidad el sueño infantil de la esposa de Xavier Velasco: que México sea el país invitado a la FIL.
Y luego están los visitantes ilustres. Puede verse al actor Diego Luna haciéndose selfies con los camareros de la sala de participantes y responder que sí, que le enviará un mail al individuo que le acaba de dar su tarjeta de visita. A Margo Glantz llamando por sus dos apellidos a todos los españoles con los que se cruzó alguna vez en Madrid (algo así como el 87,5% del padrón municipal de escritores de la capital de España) y a la incombustible Annie Ernaux atrayendo las miradas que hasta su partida, el martes, atraía la incombustible Siri Hustvedt. Después de inaugurar el programa científico de la FIL y de participar en 235 presentaciones y entrevistas aproximadamente, la autora de La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres debe de estar en su casa de Nueva York escribiendo un ensayo sobre la plasticidad cerebral y el don de la ubicuidad ahora que sabe que hay al menos dos puntos en el universo en el que se puede estar a la vez en Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México. Al primero, Four Corners Monument, la llevaron sus padres de niña. Lo contó en la conferencia magistral que esperamos publique algún día. Al segundo la trajeron sus editores hispanos. Es, ya lo han adivinado, el vestíbulo del hotel Hilton, el lugar del mundo con más plumíferos por metro cuadrado. Quien lo pisó lo sabe.
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