Ha pasado un año y medio desde que el príncipe Enrique y Meghan Markle se independizaran de la familia real y decidieran emprender una vida nueva en Estados Unidos. Y seis meses ya desde que, el pasado marzo, concedieran una sonada entrevista a Oprah Winfrey hablando de sus problemas de racismo y salud mental en el seno de los Windsor, en unas declaraciones que hicieron tambalearse los cimientos de la familia real británica. Pero eso no significa que los duques de Sussex hayan perdido ese carisma, el aura de glamur que les rodea y que hace que, cada vez que aparezcan en público, sigan siendo el centro de todos los focos. Ahora lo han hecho en Nueva York, con motivo de un acto benéfico para luchar contra la pobreza.
El evento será un concierto que tendrá lugar el sábado, pero desde el jueves la pareja ya está en la ciudad, y su estancia allí está siendo tratada casi como si fuera una visita oficial. Hace seis meses que no se la veía junta en público, más que en fotografías, por lo que la expectación es alta, de ahí que congreguen a fotógrafos y multitudes allá donde van. La pareja viaja sola, sin sus hijos Archie (de dos años) ni Lilibet (nacida el pasado junio) y se aloja en el hotel Carlyle, el que se dice que era el favorito de la princesa Diana de Gales, madre de Enrique, cuando acudía a la ciudad. Diana solía dormir en la Suite Real de la planta 22, que tiene casi 170 metros cuadrados, según Page Six. En esa misma habitación también se alojaron el príncipe Guillermo, hermano de Enrique, y Kate Middleton en diciembre de 2014. El precio actual de la suite es de unos 6.800 euros la noche, aunque no está confirmado que los Sussex se alojen en ella.
Una de las primeras actividades que han llevado a cabo Enrique y Meghan es acudir al observatorio del One World Trade Center, la torre que se alzó tras el ataque y la posterior caída de las Torres Gemelas el 11-S. La pareja estuvo acompañada de la gobernadora del estado de Nueva York, Kathy Hochul, así como del alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, y de la esposa y el hijo de este, Chirlane McCray y Dante de Blasio. Además de subir a lo más alto de la torre para contemplar la ciudad a sus pies, también acudieron al cercano memorial del 11 de septiembre, donde mostraron sus respetos por las víctimas del ataque terrorista ocurrido hace 20 años, y se pasaron por el museo adyacente.
El acto central de su viaje será un recital benéfico llamado Global Citizen Live cuyo objetivo es visibilizar la lucha contra la pobreza y favorecer la distribución global de vacunas contra el covid-19. Será el sábado en Central Park, y en él actuarán Coldplay, Jennifer Lopez o Lizzo. Habrá una retransmisión que durará 24 horas desde distintas ciudades del mundo. No se sabe exactamente qué papel tendrán los duques en todo el espectáculo, pero es posible que salgan al escenario y den un discurso. Algo que ya hizo Enrique en un evento en Los Ángeles, California, en mayo, cuando pronunció un discurso a favor de las vacunas.
Los últimos meses han estado cargados de polémicas para los duques. Tienen varios frentes abiertos, ya no solo por la entrevista con Winfrey. Poco después de aquella bomba mediática llegó otra, cuando Enrique hizo públicos los problemas de adicciones a las drogas y el alcohol que sufrió tras la muerte de su madre. Además, en abril, fallecía el duque de Edimburgo, abuelo de Enrique. Él acudió a despedirle en su funeral en Windsor, pero sin Meghan Markle, en avanzado estado de gestación entonces. Fue ahí cuando se reencontraron los dos hermanos, Guillermo y Enrique, aunque caminaron separados en el cortejo fúnebre. Fue su primera reaparición pública tras 14 meses.
Pocos meses después, en junio, nació la segunda hija de Enrique y Meghan, una niña a la que llamaron Lilibet. Un nombre que está asociado de forma íntima con Isabel II, pues así la llaman sus allegados en privado. Tras conocerse el apelativo, estalló una guerra mediática para saber si Enrique había consultado a su abuela para ponerle ese nombre a la niña o no: mientras que el duque dice que nunca se le hubiera ocurrido llamar a su hija así sin consultar a la soberana, desde palacio lo desmienten. Para aumentar la tensión entre los Windsor y su nieto díscolo.
Guillermo y Enrique, distanciados, solo se volvieron a ver a principios de julio, en la inauguración de una estatua en honor a su madre en Londres. Pocos días después Enrique hacía público que el próximo año lanzará un libro de memorias. El ingrediente final para hacer aún más honda la brecha entre el príncipe y su familia.
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