Enrique de Inglaterra y Meghan Markle tienen hechas las maletas. Por partida doble. No solo tienen listo lo necesario para recibir a su primer hijo, que nacerá en las próximas semanas, sino que ya han empaquetado todos sus enseres para dejar Londres para irse a su futura casa y convertirse en vecinos de fin de semana Isabel II. Sin embargo, parece que su mudanza a Frogmore Cottage tendrá que esperar.
La pareja real más seguida del momento ha decidido vivir a una hora de Londres, en un refugio más discreto y pequeño que el palacio de Kensington. Saldrán de Nottingham Cottage, la casa que ocupaban en los terrenos del complejo palaciego, para irse a Frogmore Cottage. Literalmente “la casa con más ranas” (está muy cerca del Támesis y rodeada por muchos de estos animales en sus inicios) es otra de esas viviendas rurales, casitas de jardín tradicionales británicas, que tanto parecen gustarles. Pero de casita esta tiene poco: esta construcción de 10 habitaciones pertenece a los terrenos del castillo de Windsor, está protegida por el Estado y es una muy querida residencia real desde hace más de 200 años.
Esas 10 habitaciones están en proceso de convertirse en cinco, todas ellas con su propio baño. Para ello —y para todas las reformas, incluida la pintura vegana que ha elegido Markle, el estudio aparte listo para las visitas de su madre, Doria Ragland, los invernaderos del jardín o un triple acristalamiento en las ventanas que proteja del ruido del cercano aeropuerto de Heathrow— se han necesitado 3,5 millones de euros. Ese dinero saldrá de las arcas de Isabel II, de su asignación anual. También serán de ella algunas de las obras de arte que decoren las paredes de la casa, si así lo desean los duques.
“Windsor es un lugar muy especial para Sus Altezas Reales y están muy agradecidos de que su residencia esté en sus terrenos”, explicaron en noviembre en un comunicado, al anunciar su mudanza. Ya habían dado dos pistas de que Frogmore era un lugar preferente para ellos: en sus jardines, se hicieron las fotos de su compromiso, los primeros posados de ambos juntos; y allí, en Frogmore House, celebraron la fiesta posterior a su boda, el 19 de mayo. Además, el castillo es la residencia favorita de la reina, donde pasa buena parte de sus fines de semana. Ahora, serán vecinos. Eso, si consiguen mudarse.
Imagen de Frogmore Cottage en 1872. Thomas Ingram
Según el palacio, el cambio tenía que haberse producido a finales de marzo. Pero no ha sido así. Los periodistas británicos que siguen a los duques afirman que tienen casi todo listo —y empaquetado—, pero que las obras y detalles de última hora, habituales de toda gran reforma, han hecho que la cuestión se retrase, aunque los equipos están trabajando incluso los fines de semana para que la mudanza tenga lugar antes del nacimiento del bebé y los cambios que han pedido los duques estén listos. En concreto, el retraso se debe a un par de incorporaciones de última hora: unos armarios a medida y una cocina completamente renovada para la ocasión.
Frogmore necesita esas reformas. Desde los años setenta ningún miembro de la familia real ha vivido en ella, solo personal de palacio. Además de la obra, han cambiado la estética, y para ello han contado con la interiorista Vicky Charles, como cuentan los medios británicos. Charles tiene al menos dos conexiones con la duquesa. Primero, porque ha pasado 20 años decorando los hoteles Soho House, una exclusiva cadena en la que ocupa un importante puesto Markus Anderson, uno de los mejores amigos de Markle. Y segundo porque, tras fundar su estudio privado en Nueva York, Vicky Charles ha trabajado para los Beckham o los Clooney, buenos amigos de la real pareja.
Frogmore Cottage es una casa relativamente pequeña situada junto a una mucho más grande e importante, Frogmore House, una gran casona blanca de tres plantas en la que han vivido destacados miembros de la corona desde mediados del siglo XVIII y que goza de la máxima protección por parte de los reales sitios británicos. Esa mansión sí se puede visitar de forma pública, aunque con reserva y, al menos este año, solo en agosto.
La vivienda era una de las residencias favoritas de la reina madre, que pasó en ella parte de su luna de miel en 1923 y a la que le encantaba hacer picnics en sus 130.000 metros cuadrados de terreno llenos de puentes, flores y árboles. Pero lo más destacado de esta residencia está fuera: el Mausoleo Real, monumento funerario en honor a la reina Victoria y a su esposo, el príncipe Alberto. Ella misma decidió construirlo tras la muerte de su amado, a finales de 1861, y lo decoró con mármoles portugueses o frescos nada menos que de Rafael, uno de los pintores favoritos del príncipe.
También en esos mismos terrenos de la casa y del cottage se encuentra el llamado Cementerio Real, donde están enterrados desde 1928 buena parte de los miembros de la familia real que no han sido monarcas. Por ejemplo, el duque de Windsor, Eduardo VIII, y su esposa Wallis Simpson están allí.
Desde el cercano castillo de Windsor, los visitantes no pueden divisar Frogmore Cottage y difícilmente las chimeneas blancas de Frogmore House, pero sí la torre verde de tipo italiano, octogonal, del Mausoleo Real. Mientras los más de 1,3 millones de visitantes anuales del recinto tratan de avistar a Isabel II entre las ventanas del castillo, siempre podrán imaginar a Enrique y Meghan paseando con su bebé a menos de un kilómetro de distancia, entre las ranas.
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