Entre el ciberacoso y Santa Teresa de Jesús: Paco Bezerra, el dramaturgo imparable


Nunca se imaginó que viviría de su escritura, y eso que es un gran soñador. En su casa familiar no había un solo libro y su madre aprendió a sumar y restar con casi 40 años, cuando se tuvo que hacer cargo del negocio familiar, un comercio dedicado a la venta de azulejos y pavimentos. Paco Bezerra fue un pésimo estudiante que no llegó a terminar el bachillerato, pero el teatro le ha dado un vuelco a su vida.

Huyó de su Almería natal, aterrado ante la posibilidad de un futuro con hipoteca en una casa del pueblo y haciéndose cargo del comercio de su padre. Ese destino no era para él. Hoy, a sus 43 años, Bezerra es uno de los creadores más imparables y originales del panorama teatral en España, un autor que combina el conocimiento de los últimos lenguajes teatrales con la tradición y el teatro clásico, el español y el grecolatino.

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“Hay una raíz lorquiana en su teatro”, asegura Juan Mayorga, el dramaturgo y académico que fue su profesor en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD). Con 11 obras escritas que serán publicadas el próximo mes de enero en un único tomo, Velocidad mínima, por la editorial La Uña Rota, el autor acaba de recibir el Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela por Muero porque no muero (La vida doble de Teresa), un texto sobre la figura de santa Teresa de Jesús, a la que resucita 500 años después para plantarla en la España de hoy, donde se ve obligada a recomponer su cuerpo, ligando todas las piezas descuartizadas y repartidas por el mundo entero. Quiere reivindicar a ese personaje que, en su opinión, ha sido manipulado y del que se han apropiado con descaro fuerzas de la derecha. “Hasta Franco tenía en su poder su brazo incorrupto, engalanado de joyas y oros cuando ella fue una mujer que rechazó todos los lujos”.

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Paco Bezerra llegó a Madrid con 19 años y se matriculó en una escuela de interpretación, que abandonó al año siguiente para probar suerte en la RESAD. Fue aquí, en la escuela, donde empezó su verdadero aprendizaje. Es un dramaturgo y un lector autodidacta, que no tiene referentes, pero que hace gala de un poderoso conocimiento. Sin ninguna obra estrenada, recibió en 2009 el Premio Nacional de Literatura Dramática por Dentro de la tierra, un texto que indaga en su infancia y en la angustia de saberse nacido en el sitio equivocado. Sigue siendo el autor más joven en la historia de este galardón y el único que lo ha recibido sin haber pasado antes por un teatro. Y es que Paco Bezerra es un autor al que la descripción le aburre, que nunca ha pensado en el escenario a la hora de escribir.

Su obsesión es la literatura dramática. No se ve escribiendo novela y, al contrario que muchos autores de su generación, no tiene interés en la dirección o interpretación de sus obras. Su trabajo termina en la palabra y deja al director de escena la resolución o el montaje de la historia. Bien lo sabe Luis Luque (Madrid, 1973), compañero teatral con el que ha formado un tándem creativo y perseverante, llevando a escena 9 de sus 11 obras escritas, ya sean originales (La escuela de la desobediencia, El pequeño poni o Dentro de la tierra, entre otras); adaptaciones, como Las criadas, de Jean Genet (que vuelve a representarse estos días en Madrid, en el Teatro Bellas Artes), o versiones de grandes clásicos, como la reciente Edipo, que se estrenó en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida el pasado verano. El dramaturgo y académico José Luis Gómez dirigió en La Abadía Grooming, sobre el ciberacoso sexual a menores, y cuya versión para el cine acaba de terminar de rodar Pablo Maqueda con el título de La desconocida.

Los fantasmas, el inconsciente, la tierra o la sociedad más arcaica recorren sus textos, marcados por el enigma y los misterios y una mezcla de géneros que se diluyen de manera perfecta y que conectan con el público más joven, un tema por el que tiene verdadera obsesión. “Tiene algo de brujo, es un autor con un universo y un paisaje que tienen que ver con la tradición más enigmática”, asegura Luque. Su filosofía y su poética teatral están pegadas a la tierra y a la calle, a la gente normal y al pueblo. Su teatro no es político, pero sí provocador y emocionante, con la mirada puesta en la gente, dando voz y poniendo el foco en un lugar donde pocas veces se pone. El recorrido por sus textos y sus representaciones teatrales dibuja a un dramaturgo que no sigue un camino muy definido, aunque sí hay una línea que marca sus trabajos, como señala Carlos Rodríguez, director de La Uña Rota, editorial especializada en textos teatrales.

Sus obras son muy diferentes. Es un autor que no se acomoda nunca, aunque en la lectura de sus obras se puede descubrir la necesidad que tiene de empatizar con los personajes y, sobre todo, con su dolor. “Es un autor con una trayectoria muy peculiar y marcado por el hecho de su autodidactismo. Un escritor asilvestrado, que aporta al mundo del teatro la compasión en el sentido más humano y no religioso”, dice Rodríguez. Una compasión que mezcla, según los que le conocen, con la desobediencia, la despreocupación y la libertad. No tiene losas ni ataduras y sigue el camino de su intuición. “Me siento solo un creador”, ha confesado en varias ocasiones Bezerra, “sin otra aspiración que la de seguir escribiendo literatura dramática”.

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