Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan han mantenido este martes en Teherán su primer encuentro cara a cara desde que el Kremlin lanzase sus tropas sobre Ucrania el pasado 24 de febrero. Ambos mandatarios celebraron una cumbre a tres bandas con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en la que constataron avances en las negociaciones para desbloquear el transporte de grano por el mar Negro. En un comunicado difundido por las tres partes, “reafirmaron su determinación a continuar su continua cooperación para liquidar definitivamente a los individuos, grupos, proyectos y entidades terroristas, garantizando la seguridad de los civiles y su infraestructura en cumplimiento del derecho internacional”. “Es imposible esperar de Turquía que siga inactiva, sin responder”, advirtió Erdogan sobre las milicias kurdo-sirias YPG en el norte de Siria.
La buena sintonía era palpable pese a los choques geopolíticos de Turquía y Rusia en medio planeta, desde Libia a Asia Central, pasando por Siria, el Cáucaso y Ucrania. Según el Kremlin, no abordaron el envío de drones turcos a Kiev. “Hemos avanzado gracias a su mediación. Todavía no se han resuelto todos los problemas, pero el hecho de que haya movimiento es bueno”, dijo Putin a Erdogan durante su encuentro bilateral.
En un encuentro posterior con periodistas rusos, Putin contó más detalles sobre su charla con Erdogan acerca del bloqueo de los cereales ucranios. Insistió en que Occidente no solo debe levantar sus sanciones a los fertilizantes rusos, “sobre lo que nadie se ha opuesto, ni siquiera los estadounidenses”, sino también a sus exportaciones de grano, de las que prometió hasta 30 millones de toneladas.
Ankara, el miembro díscolo de la OTAN, se ha erigido estos meses en el gran puente con Moscú para Occidente. En Estambul se han llevado a cabo tanto las infructuosas negociaciones de paz con Kiev, en punto muerto desde finales de marzo, como las conversaciones para desbloquear el tránsito de cereales por el mar Negro.
Sobre el conflicto también se pronunció el líder supremo iraní, Ali Jamenei, que apoyó la invasión de Ucrania. “Si no se hubiera parado a la OTAN, pasado un tiempo [Occidente] habría emprendido una guerra con el pretexto de Crimea. Occidente no quiere una Rusia fuerte”, declaró Jamenei, según la agencia iraní IRNA.
La primera cumbre internacional organizada por el ultraconservador Raisi desde su llegada al poder el pasado año no podía ser más oportuna. Tiene lugar días después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, realizase una gira por Oriente Próximo en la que ha visitado los otros dos grandes enemigos de Teherán: Israel y Arabia Saudí.
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Los líderes de Turquía, Irán y Rusia tenían mucho de qué hablar. Los tres forman el proceso de Astaná, amparado por la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU para buscar una salida a la guerra siria, que se prolonga ya más de 11 años. Sin embargo, Ankara quiere ampliar su territorio en el Kurdistán sirio y apoya a parte de las fuerzas rebeldes que combaten contra Damasco, mientras que Teherán y Moscú respaldan al régimen de Bachar el Asad.
Presión
Tanto Putin como Raisi presionaron a Turquía para oponerse a Estados Unidos en Siria. Según el líder iraní, las tres partes estuvieron de acuerdo en que Washington debe poner fin a su influencia en el conflicto. El mandatario ruso afirmó además que la inestabilidad de las zonas que no controla Asad “ha sido facilitada en gran medida por la línea destructiva de los países occidentales que lidera Estados Unidos”.
En el comunicado conjunto, los tres líderes muestran “su compromiso inquebrantable con la soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial de la República Árabe Siria, así como con los propósitos y principios de la Carta de la ONU”. También denuncian un “aumento de la actividad de grupos terroristas y sus filiales, independientemente de sus nombres, en diversas zonas de Siria” y destacaron la importancia de implementar los acuerdos sobre este punto “en la parte norte del país”.
Erdogan reiteró su intención de emprender una nueva ofensiva en el Kurdistán sirio. “Es imposible esperar de Turquía que siga inactiva, sin responder, mientras esta organización terrorista continúa con su agenda separatista”, señaló en referencia a las milicias kurdo-sirias YPG. “Os oigo, queridos amigos, que entendéis las legítimas preocupaciones de seguridad de Turquía. Os lo agradezco, pero las palabras por sí solas no curan las heridas”, agregó al tiempo que exigía que los kurdos abandonen un espacio de 30 kilómetros respecto a la frontera turca.
Jamenei advirtió, en cambio, de los riesgos que conllevaría: “Mantener la integridad territorial de Siria es muy importante y un ataque militar en el norte de Siria dañaría definitivamente a Turquía, a Siria y a toda la región, además de que beneficiaría a los terroristas”. Putin señaló por su parte que ese territorio ha de permanecer bajo el control de El Asad porque “debe ser devuelta a Siria”.
El Gobierno turco quiere crear lo que con un eufemismo llama “zona de seguridad” en el Kurdistán sirio. Damasco, sin embargo, exige que respete su soberanía. El embajador del país árabe en Rusia, Riad Haddad, enfatizó en una entrevista concedida a la agencia TASS que este discurso es contradictorio con su posición de garante en el formato de Astaná. “Erdogan está utilizando los acontecimientos internacionales actuales para promover una política más hostil hacia Siria”, afirmó.
El Gobierno turco quiere crear lo que llama “zona de seguridad” en el Kurdistán sirio. Damasco exige que respete su soberanía. En una entrevista a la agencia TASS, el embajador del país árabe en Rusia, Riad Haddad, consideró esa pretensión contradictoria con su papel de garante en el formato de Astaná. “Erdogan está utilizando los acontecimientos internacionales actuales para promover una política más hostil hacia Siria”, aseguró.
Según Erdogan, el objetivo a corto plazo es que un millón de sirios en Turquía vuelvan a su país. “El regreso voluntario, seguro y honorable de los refugiados sirios a sus países es uno de los puntos importantes de la agenda del proceso de Astana”, recalcó. Devolver “voluntariamente” a millones de sirios que han huido durante la guerra y ahora mismo se encuentran en una Turquía menos amigable con ellos es prioritaria para Ankara. También un argumento para justificar una nueva ofensiva, junto con la eliminación de los que define como grupos terroristas.
El aviso de Erdogan sobre la necesidad de un ataque no era una sorpresa para Putin, ni para Raisi. Ambos se oponen a una operación militar cuyo antecedente de 2018 no solamente se saldó con la muerte de decenas de civiles y centenares de miles de desplazados, sino que incluyó un pacto de seguridad con las milicias kurdas, debido a la retirada del apoyo estadounidense en época de Trump. No es de extrañar, por tanto, que ni Rusia ni Irán la vean con buenos ojos. En las últimas semanas, los kurdos de Siria han pedido apoyo a Moscú y Teherán en caso de que finalmente se produzca.
Cumbre de alto nivel
Al margen de las conversaciones entre mandatarios, Teherán también acogió por la mañana una cumbre de alto nivel entre Irán y Turquía en la que estuvieron presentes los ministros de Exteriores, Defensa, Finanzas, Comercio, Energía, Industria y Deportes del país eurasiático. Las delegaciones acordaron intentar cuadruplicar sus intercambios comerciales de 7.500 a 30.000 millones de dólares (unos 29.300 millones de euros).
También estuvo presente el jefe de inteligencia turco para abordar temas relacionados con la lucha antiterrorista. “Sea cual sea su nombre, enfatizamos que todo grupo que ponga en peligro a los ciudadanos debe combatirse”, afirmó Raisi. Las relaciones entre Irán y Turquía no pasan por su mejor momento debido al acercamiento en los últimos meses de Ankara a Israel y Arabia Saudí. Las visitas de las delegaciones de estos países este verano no sentaron bien a Teherán.
En julio, Ankara escenificó un acercamiento con Arabia Saudí –con Mohamed Bin Salmán presente– que incluía acuerdos en energía, economía y seguridad. El movimiento fue entendido como una distensión en el largo historial de desavenencias entre ambos países, empezando por la condena de Erdogan al príncipe heredero –sin nombrarlo directamente– por el asesinato en 2018 del periodista saudí Jamal Khashoggi en el Consulado saudí en Estambul.
Si hace cuatro años las relaciones eran tensas, hace pocos meses Turquía se deshizo judicialmente del caso de asesinato y lo traspasó a Riad. A día de hoy, ambos países tienen acuerdos comerciales que pueden ayudar a la malograda economía turca.
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