“Hasta que no cruces la meta, en el Dakar puede pasar de todo“. Es una de las frases más repetidas día a día en el vivac por todos los participantes. Y el más claro ejemplo fue lo que le ocurrió a dos españoles, ambos copilotos, luchando por el título del Dakar en T4 (vehículos ligeros) en la última etapa. Nos referimos a Oriol Vidal, copiloto de Rokas Baciuska, y Oriol Mena, copiloto de Eryk Goczal.
El primero en cruzar la meta al final de la especial fue Eryk, junto a Mena. El joven piloto polonés de solo 18 años tenía lágrimas en los ojos, de haberlo tenido tan cerca. Daba por cerrada su segunda posición y ya solo esperaba la llegada a meta de su rival Baciuska para saber a cuánto tiempo se había quedad de ganar su primer Dakar.
Oriol Mena atendía entonces a MD, lamentando no poder ganar, pero agradeciendo la oportunidad de haber compartido el Dakar al lado de alguien como Goczal. “Me llevo una familia. Es lo mejor que me he encontrado en el motorsport. Un chico maduro, educado y trabajador. Un talento increíble” apuntaba, orgulloso por el trabajo hecho, pero con alguna lágrima de tristeza por no lograr el triunfo.
Entonces, llegó Dani Oliveras, copiloto catalán de Yacopino en la clase reina (séptimo en la general de coches). Dani, amigo de Mena, le alertó de que había visto a Baciuska con problemas. El joven Eryk empezaba a derramar alguna lágrima de nervios mientras intentaba ver los tiempos, sin poder hacerlo por falta de cobertura. Así pasaron varios minutos, hasta que llegó la confirmación cuando llegó el padre de Eryk, tercero en la general, Marek Goczal. Aparcaba su Side by Side y se abrazaba con su hijo, ambos llorando de alegría.
Era la imagen del Dakar. Un padre y un hijo llorando abrazados por la sorpresa de ganar un Dakar. Oriol Mena volvía a atender a MD sin creerlo. Repetía que con Goczal “ha nacido una estrella”. Sin embargo, habría otro giro de guion a la historia. Oriol Mena paró de hablar de golpe al ver a su piloto, Eryk, empezar a correr hacia su vehículo. Algo ocurría.
Al parecer, Marek Gozal (el padre) le preguntó si llevaban mucho rato en el final de especial, esperando, y si habían solventado un problema en el brazo de suspensión trasero izquierdo. Les recordó que… debían reparar rápido su vehículo para llegar al final de la etapa a tiempo. Estaban en el final de la especial, pero no de la etapa, ya que debían hacer los 100km de enlace para acabar y llegar al control horario dentro de tiempo. Podían perder el Dakar por un descuido, por una novatada, por quedarse ahí esperando cuando pensaban que no habían ganado.
Se fueron rápido al coche, arreglaron el brazo de suspensión rápidamente y salieron pitando hacia el final de la especial. “Queda una hora justa. Son 100 km” decía Mena a MD. Parecía que no llegaban y lo perderían. Pero pasada media hora, Mena tranquilizaba a todos diciendo que no pasaba nada si llegaban tarde. Ganarían igual. El padre les había dado el susto de sus vidas. Pagaron la novatada, y por suerte para ellos, lo recordarán como una anécdota de su primer título dakariano.
Unos metros atrás estaba Oriol Vidal, copiloto de Baciuska, que llegaba líder a esta última etapa. No podía creerlo. Lloraba desconsoladamente. “Así es el Dakar”, decía, mostrando el cardán que habían roto de su vehículo justo cuando iban a ganar el Dakar. No podía casi ni hablar. Perdió un título en los últimos metros.
Unos lloraron de alegría. Otros, de tristeza. Así es esta carrera. Como dijo Sainz a MD, “al Dakar lo odias y lo amas”. Ahí estuvo el mejor ejemplo.