Elon Musk tiene sus dedos en muchos pasteles. Es director ejecutivo del fabricante de automóviles Tesla y de la compañía de cohetes SpaceX. También fundó la empresa de construcción de túneles The Boring Company y cofundó Neuralink, una startup de implantes cerebrales. Ahora parece que Musk encabezará el esfuerzo de hacer que Twitter sea privado y potencialmente convertirlo en una “aplicación de todo” que él llama X.
Si eso suena como mucho, bueno, lo es. Muchos observadores se han preguntado si Musk debería renunciar a uno o más de sus puestos de liderazgo, particularmente como director ejecutivo de Tesla, porque tiene poco tiempo. Puede que tengan razón. Otros observadores ven signos del Síndrome del Fundador, en el que los fundadores luchan por delegar, compartir el protagonismo, etc. Ese también podría ser el caso.
Aquí hay otra forma de formular esa pregunta: ¿Tesla todavía está en sus inicios? ¿O es un negocio bien establecido que necesita enfocarse en vehículos eléctricos y energía renovable distribuida? La forma en que responda eso probablemente dicta si cree que Musk debería quedarse o irse.
Estas preguntas abordan un desafío al que se enfrentan todas las empresas en algún momento de sus vidas: ¿deberían invertir recursos en explorar nuevos nichos o trabajar en la explotación de los existentes con los que ya están familiarizadas?
¿Tesla necesita un Tim Cook?
Muchas empresas intentan hacer ambas cosas, la llamada organización ambidiestra, para poder continuar beneficiándose de un negocio existente mientras exploran nuevos mercados. Eso es difícil de lograr, y no importa cuánto lo intenten, todos los líderes tienen tendencias que los empujan en una dirección u otra. (Esta es la razón por la que es importante que los fundadores tengan lugartenientes y juntas diversas y empoderadas para que puedan aprovechar una variedad de puntos de vista y competencias).
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