Espacios de debate seguros


Sin apenas trasvase de votos, el bibloquismo define el mapa de la política, con miradas de reojo y competiciones explícitas entre los integrantes de ambos bandos. La izquierda dirime buena parte de sus cuitas en el Consejo de Ministros disputando banderas moradas, verdes y rojas. Ecologismo, feminismo y derechos sociales y laborales son terreno en disputa. La derecha, por su parte, discute qué quiere ser de mayor. Hay quien se pregunta qué sentido tiene el PP si no es el de aunar al conjunto de los conservadores, pero hoy esa unidad pasaría por hablar con Vox casi de igual a igual. En este escenario, nadie lo tiene fácil. Todos han de decidir entre alternativas que encierran riesgos. Con un ojo en la demoscopia, otro en los líos internos y el imprescindible olfato, habrán de ir tomando decisiones. La lógica es la de la competición, sin contemplaciones. Dentro de cada bloque, lo que pierden unos lo ganan otros. Mientras tanto, el país cuenta los muertos de covid por decenas de miles y los que quieren trabajar y no pueden, por millones. Afortunadamente Europa ha leído los errores de la gestión de la crisis de 2008 y parece dispuesta de momento a enmendarlos con una intervención decidida a modernizar la economía, entendiendo por tal la digitalización y la economía sostenible. Una inyección de fondos con intenciones transformadoras que recuerda al New Deal de Roosevelt, al que ahora antecede el término verde. Esta transición no será fácil, como ninguna lo es, y tendrá sus víctimas. Para poder minimizarlas es vital que los fondos europeos de recuperación no queden enmarañados en las peleas de recomposición del mapa político.

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