España alcanza el 70% de su población vacunada

España ha alcanzado el principal objetivo que gobiernos de todo el mundo se habían fijado para hacer frente a la pandemia, vacunar con la pauta completa frente al coronavirus al 70% de la población. Lo ha hecho previsiblemente este martes, aunque el informe diario de la campaña del Ministerio de Sanidad no lo reflejará hasta este miércoles ya que recoge la información de la jornada anterior. Según estos datos, España acabó el lunes a poco más de 200.000 pautas completas de superar el hito, mientras las previsiones —basadas en las primeras dosis inoculadas en las últimas semanas y el ritmo de vacunación de los últimos días— eran que durante este martes se completaran unas 300.000.

Son en total 33,24 millones de ciudadanos y un esfuerzo sin precedentes del sistema sanitario público que destaca en la escena internacional. Con 47,45 millones de habitantes, España ocupa el lugar 27 en la lista de los países más poblados. Ninguno con una población similar o mayor ha logrado vacunar más rápido, según el repositorio de la Universidad de Oxford Our World in Data. El único que se ha acercado es Canadá, con el 67%. Luego ya hay que descender hasta el puesto 60, ocupado por Chile, para encontrar un país de más de 10 millones de habitantes con un porcentaje similar de población protegida. Y al 83, donde está Portugal, para llegar a uno de ese tamaño con mejores registros (el 73%).

Todos los demás que alcanzaron antes este hito tienen poblaciones mucho más reducidas —Dinamarca, Uruguay, Islandia, Malta…—, mientras los más cercanos y comparables, como Italia, Francia y Alemania, apenas han logrado superar el 60%. También los países que empezaron a vacunar antes por sus acuerdos con las compañías farmacéuticas ―Estados Unidos, Reino Unido e Israel― van notablemente más lentos por la reticencia de parte de su población a vacunarse.

“España partía con alguna ventaja respecto a países de nuestro entorno, como una mayor confianza en el sistema sanitario y mejor aceptación de las vacunas”, explica el sociólogo Josep Lobera, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y uno de los expertos que semana tras semana ha diseñado y adaptado la estrategia de vacunación desde la ponencia de vacunas del Ministerio de Sanidad.

El mayor apego de los españoles por su sistema de salud y las vacunas hunde sus raíces en los tiempos del franquismo, cuando la polio aún golpeaba con fuerza a los niños mientras al norte de los Pirineos la enfermedad ya había remitido. “Ese retraso respecto a otros países y la importancia de la sanidad pública es un recuerdo generacional que pervive en nuestros mayores”, describe Lobera.

Esa posición de salida, sin embargo, no garantiza siempre unos buenos resultados. “Es algo que hay que cuidar porque estamos ante procesos muy dinámicos en los que se interrelacionan varios factores y tienen algo de efecto bola de nieve. Si tienes dudas pero tu entorno se vacuna, al final tú también lo haces. Y al revés. Es verdad que tenemos buenas coberturas infantiles, pero las reticencias iniciales a la del coronavirus eran elevadas. Había que evitar que esto fuera motivo de confrontación política, porque eso incrementa las reticencias. También destaca la solidaridad, porque vacunándote te proteges, pero también proteges a los vulnerables. Eso decanta a algunas personas que dan el paso por sus mayores o la sociedad”, remacha Lobera.

Los expertos, sin embargo, insisten en que aún no está todo hecho. Que en España aún quedan más de cinco millones de personas por vacunar y que si se necesita una tercera dosis de forma más o menos generalizada a causa de la variante delta, no hay garantías de que se repita el éxito. Esta variante es la que ha hecho que el logro del 70% de población vacunada ya no sea suficiente para alcanzar la inmunidad de grupo. Los expertos se dividen ahora entre los que piensan que será imposible alcanzarla y quienes ven posible hacerlo si se consiguen coberturas superiores al 85%.

Miguel Hernán, catedrático de epidemiología en la Universidad de Harvard, considera que España se ha visto favorecida por dos factores: “Un sistema sanitario de calidad y la ausencia de movimientos antivacunas relevantes. Si miras las curvas de Israel, Reino Unido y España, son muy parecidas en su primera fase. Es verdad que empiezan a subir en meses distintos, pero eso fue por la disponibilidad de vacunas en cada país. Esa potencia inicial te la da un buen sistema de salud, similar en los tres países en este aspecto, capaz de montar una campaña de vacunación efectiva”, explica.

A medida que pasaban las semanas, sin embargo, el escenario empezó a cambiar. “En Israel, ya a finales de febrero o principios de marzo, la curva se empieza a aplanar por el rechazo a las vacunas, en su mayor parte por causas religiosas. En el Reino Unido, las reticencias tienen otras razones, pero existen, y ocurrió lo mismo unas semanas más tarde. En España, afortunadamente, no”, añade Hernán.

Aunque mucho más reducidas, en las últimas semanas se han consolidado bolsas de población en las que la vacunación apenas ya avanza, especialmente entre los 30 y los 69 años —entre los más jóvenes aún no es posible detectarlas porque la vacunación sigue avanzando—. Una estimación aproximada, aceptada por los expertos y teniendo en cuenta que no hay vacuna aprobada para los menores de 12 años (el 11% de la población), indica que los reticentes a vacunarse en España son entre dos y tres millones de personas (hasta el 6% de los ciudadanos).

Es un grupo muy heterogéneo, en el que entran desde los abiertamente antivacunas, a los que tienen dudas sobre su seguridad y otros que se muestran apáticos. “Los que se oponen de forma abierta e inamovible a las vacunas son muy pocos, aunque ahora hagan mucho ruido en las redes sociales. Es un espacio en el que dominan los grises, con posiciones críticas que no necesariamente acaban siempre en un rechazo”, explica la socióloga Mar Griera, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Antes de la pandemia, explica, estas posiciones eran defendidas mayoritariamente por un perfil de seguidores de terapias alternativas, críticos con la medicina convencional y de clase media. “Es un grupo que utiliza las redes sociales, pero que se mueve preferentemente en otros ámbitos. El debate público era muy reducido. Esto ha cambiado en los últimos meses, con la irrupción de perfiles vinculados a la extrema derecha mucho más activos. Los dos grupos se mantienen separados, aunque puedan llegar a coincidir en momentos determinados como con las críticas a las mascarillas en los colegios”, añade Griera.

Estos recelos a las vacunas han complicado mucho el avance de la campaña en otros países. En Francia, Alemania, Italia y Reino Unido hace años que las reticencias a vacunarse han hundido las coberturas infantiles y se han convertido en un problema de salud pública que ha permitido el resurgir de enfermedades como el sarampión. El Gobierno italiano, que atribuye la lenta vacunación a la pausa provocada por las vacaciones, sitúa en el 60% el porcentaje de población que ya ha recibido las dos dosis. Francia, uno de los países más escépticos con la vacunación, eleva al 65% ese porcentaje (el 59% según Our World in Data) en una campaña que ha recibido duras críticas desde el inicio por su lento arranque y que ha vivido su momento más tenso este verano, con las protestas contra la obligatoriedad de usar el pasaporte vacunal para la vida social.

Alemania también supera por poco el 60% y ensaya fórmulas para aumentar la cobertura, como el tren de cercanías que desde este lunes circula en Berlín con médicos que vacunan en marcha empleando la fórmula monodosis de Janssen. En el Reino Unido, el primer ministro británico, Boris Johnson, celebró el pasado 10 de agosto el “gran logro nacional” de que tres de cada cuatro adultos en el Reino Unido tuvieran su pauta completa de vacunación, aunque si se tiene en cuenta al total de la población británica, ese porcentaje se reduce a menos del 65%, según Our World in Data.

Estados Unidos e Israel fueron junto al Reino Unido los países donde antes arrancó la vacunación. En el primero, sin embargo, el ritmo lleva meses frenado y apenas ha protegido al 52% de la población. Miguel Hernán atribuye este hecho a algunos actores, como el Partido Republicano que “implícitamente, y a veces de forma explícita, apoya la no vacunación”. La variante delta se ha cebado principalmente en estados republicanos como Texas y Florida, donde las medidas de protección son casi nulas. Mucho mayor es el ritmo en Canadá, donde el 67,5% de su población ya ha sido inoculada.

En Israel, son las cuestiones religiosas y la juventud de su población las que han lastrado la vacunación. Fue uno de los primeros países en empezar la campaña y en marzo ya había vacunado a la mitad de su población, pero desde entonces solo ha logrado incrementar este porcentaje hasta el 62%. Casi una cuarta parte de los israelíes son menores de 12 años y el 12% de los mayores de esa edad —en particular de las minorías árabe de origen palestino y ultraortodoxa judía— se han negado a inmunizarse.

En Latinoamérica, las diferencias entre países son abismales. Uruguay, con el 72% de la población inmunizada, se sitúa entre los más avanzados del mundo, mientras México apenas lo ha logrado con 33 millones de sus 126 millones de habitantes (el 26%). En este caso, a las dificultades logísticas y un sistema sanitario muy debilitado, se une el retraso a la hora de conseguir el suministro de dosis por el acaparamiento de los países ricos y la difícil penetración de la vacuna en ciertos territorios, remotos y de población indígena.

En Asia, solo tres pequeños y ricos países han logrado superar el umbral del 70%: Singapur, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. China está en el 62%, Japón no llega a la mitad la población y Corea del Sur apenas alcanza el 30%. La media del continente es del 29%, porcentaje que se desploma a menos del 3% en África.

Con información de Silvia Ayuso, Inma Bonet, Rafa de Miguel, Antonia Laborde, Carmen Morán, Lorena Pacho, Juan Carlos Sanz y Elena G. Sevillano.


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