España: cerrado para el turismo nacional, abierto para los europeos

Viajeros en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 13 de enero.
Viajeros en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 13 de enero.David G. Folgueiras

El sector turístico sigue en un coma inducido. Más si cabe en el inicio de 2021, en el que el incremento de los contagios —en España y en Europa— obligó a los países a volver a limitar la movilidad. Unas medidas que todavía se mantienen. Pese a ello, en enero se evitó registrar un nuevo cero para la industria, aunque resulta paradójico que se permitiera la llegada de turistas europeos mientras se prohibían los viajes entre comunidades. Pero ocurrió. España estaba cerrada para los viajeros nacionales y abierta para los europeos. Una especie de Plan Marshall que, como en la película de Berlanga, pasó de largo, porque solo visitaron el país 434.362 personas (274.242 por ocio), una caída del 89,5% respecto al mismo periodo de 2020. La gran damnificada es Canarias, que ya ha visto esfumarse el invierno, su temporada alta.

Esta contradicción se explica por quién y cómo se decretaron las restricciones. Tras el pulso desde el inicio de la pandemia entre comunidades autónomas y Gobierno central por ver quién debía llevar la batuta, el Ejecutivo de Pedro Sánchez delegó esta responsabilidad en los territorios. Esto ha permitido a las autonomías cerrar su territorio perimetralmente durante un periodo de tiempo determinado y evitar los viajes entre ellas. Pero las comunidades no tienen la potestad de negar la entrada a un visitante europeo.

En ese caso, tendría que ser España la que notificase el cierre de fronteras, un extremo que no se ha producido a excepción de la restricción de los viajes no imprescindibles desde el Reino Unido —vigente desde el 21 de diciembre— y de terceros países de fuera de la UE. Es decir, si un alemán llegaba al aeropuerto de Palma, no había una norma en España que le pudiera impedir entrar. Solo lo podría hacer su país de origen, en este ejemplo si Alemania no le dejase salir de su territorio. De hecho, esto es lo que ha salvado que la contradicción no haya sido mayor, ya que el resto de países europeos impusieron fuertes restricciones y limitaron mucho los viajes de ocio.

La consecuencia final de este embrollo y de la situación epidemiológica ha sido un inicio de año errático para el sector turístico. El ejercicio pasado marcó el suelo del turismo español, aunque 2021 tampoco ha empezado con buen pie, según los datos publicados este martes por el INE. Por la parte del gasto, el hundimiento registrado fue algo superior incluso: los turistas desembolsaron casi 452 millones de euros, un 90,5% menos. Así, parece que solo la vacuna podría revertir la situación. La industria confía su futuro precisamente en el proceso de inmunización y suspira para que se llegue a verano con buena parte de la población inoculada.

Menos viajes de negocio, pero más en proporción

Los viajes de negocio han sido uno de los grandes damnificados de la crisis del coronavirus. Los congresos y ferias de trabajo se han suspendido en su mayoría. Y las que se han mantenido, se realizaron de forma telemática. Además, las reuniones de negocio se han reducido igualmente o sustituido por encuentros virtuales. Pese a ello, el bajón de los viajes por ocio ha sido tan descomunal, que las llegadas a España por trabajo están en máximos en porcentaje sobre el total.

En enero, según los datos publicados este martes por el INE, fueron al país por ocio 274.242 personas. Esto es, un 63% del total. Así, el 37% restante viajó por motivos profesionales u otros, que incluye en parte aquellos que se desplazan con su familia y compaginan los negocios con algo de ocio. En diciembre este porcentaje fue todavía superior: entonces hubo un reparto más igualado (59%-41%). Estos dos últimos guarismos son el nivel más alto para los viajes de negocio desde que hay registros desglosados por este concepto en el INE (octubre de 2015).


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