España, un máster acelerado contra la adversidad

Luis Enrique abraza a Unai Simón en el vestuario de Copenhague ante Oyarzabal, Jori Alba y Laporte.
Luis Enrique abraza a Unai Simón en el vestuario de Copenhague ante Oyarzabal, Jori Alba y Laporte.Pablo García/RFEF / RFEF/EFE

La no convocatoria de Sergio Ramos y el positivo de su sucesor en la capitanía, Sergio Busquets, marcaron el arranque de la Eurocopa para España. Por si fuera poco, las turbulencias se acentuaron tras el mal estado del césped de La Cartuja, la falta de gol en los dos primeros partidos, un par de penaltis errados incluidos, y la bronca popular a Morata. Además del calor sevillano, los jugadores se sintieron enclaustrados en la burbuja del hotel por falta de áreas recreativas al aire libre. Dos días enjaulados en el acristalado rascacielos cilíndrico en el que se alojaron en Sevilla saturó a Luis Enrique y sus muchachos.

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Los constantes cambios en la planificación de los viajes han tenido mucho que ver con la dificultad de encontrar una residencia fuera de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas que permitiera al grupo airearse. El calificativo de selección de semidesconocidos para el gran público también ha pesado sobre el colectivo. Tras el amistoso con Portugal (0-0), durante una cena los jugadores se quejaron de ser tratados en los medios como unos sin nombre. Mientras, el debate deportivo se disparó en varios frentes cuando se inició la competición: los centrales zurdos, el papel de Marcos Llorente como lateral y el poco vuelo a Gerard Moreno, máximo goleador español del curso.

Tras la explosión en el tercer partido ante Eslovaquia, el error de Unai Simón y los dos tantos encajados en siete minutos que llevaron a España a la prórroga ante la resistencia orgullosa de Croacia, han sido los últimos peñascos en el transitar de la selección por la Eurocopa. La España más novata que se recuerda (26 años de media), lleva un mes endureciendo la piel a fuerza de asumir un goteo de contratiempos.

De la ausencia de Ramos al debate deportivo, las balas han sido constantes

En el enfrentamiento contra la actual subcampeona del mundo, a la selección le brotó la explosiva mixtura de la juventud. La frescura, el vigor y la temeridad se mezclaron para engendrar un partido loco y emocional. Para una selección que no lograba enganchar, se dio el tipo de encuentro que necesitaba. Una montaña rusa emocional para inyectar en la hinchada las dosis de la ilusión perdida en las tres últimas grandes competiciones de selecciones en las que, o no había pasado la primera fase (Mundial 2014), o quedó cortada en los octavos de final (Eurocopa 2016 y Mundial 2018). Esta España en creación ha roto esa barrera esquivando balas.

Matiz técnico

La retahíla de contrariedades sorteadas desde los días previos al torneo han derivado para Luis Enrique y su amplia camada de jóvenes futbolistas en un máster acelerado en plena competición. “Algunos no tienen ni diez internacionalidades”, remarcaba el seleccionador. Las alusiones a la aptitud individual y colectiva para levantarse de cada golpe fueron una constante en el desfile de los internacionales españoles por la zona mixta del Parken Stadion de Copenhague. “Destaco sobre todo la capacidad de este equipo para rehacerse y superar las dificultades”, insistía Luis Enrique. “Estamos creciendo mucho en este torneo”, abundaba Busquets.

El plantel se ha retroalimentado con cada una de las críticas que ha recibido y con su empeño por derribarlas. Contra la ausencia de liderazgo y jerarquía, los futbolistas han invocado al sentido de clan como el gran cabecilla en cada referencia que se hacía sobre el asunto. Frente a las observaciones que cuestionaban las alineaciones y las decisiones tácticas de Luis Enrique, el pelotón al completo ha divulgado su fe ciega en el libreto pese a los dos primeros tropiezos, marcados por la falta de puntería. “Nosotros entrenamos cada día para generar ocasiones y eso nunca hemos dejado de hacerlo en los partidos que hemos disputado”, asevera uno de los veteranos.

Los jugadores se retroalimentan con las críticas e invocan al sentido de clan

Contra el tipo de partido que se dio ante Croacia lleva tiempo luchando Luis Enrique. “No quiero ida y vuelta, quiero robar y atacar, pero no perder el control del juego”, ha reiterado hasta la saciedad el seleccionador a sus futbolistas, a los que ha insistido mucho tácticamente para minimizar los riesgos que supone jugar con una defensa tan adelantada para presionar en campo contrario.

De los dos primeros encuentros, al entrenador español no le agradó que las pocas ocasiones que suecos y polacos llegaron al área de Unai Simón fueran siempre con peligro real de gol. Intocable el dibujo para Luis Enrique, contra Eslovaquia el seleccionador experimentó el que hasta ahora ha sido el cambio táctico más reseñable que ha realizado en lo que va de Eurocopa. Si en los dos primeros partidos, Koke y Pedri formaban el vértice bajo del triángulo que formaban con el interior y el extremo de su banda, ante los eslovacos y los croatas fueron los laterales los que guardaron esa posición. Frente a Eslovaquia los defensas fueron los más retrasados en las triangulaciones y contra Croacia el giro dado funcionaba hasta que el ímpetu de la juventud provocó la última reválida a superar. “El fútbol nos ha hecho justicia porque nos ha permitido que se diera la misma situación, cosa harto improbable durante un partido. Tener otra vez dos goles de ventaja y defender con balón los diez minutos de la prórroga. Ahí somos muy buenos”, se congratuló Luis Enrique.

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