La reina consorte de Países Bajos, Máxima Zorreguieta, celebra este lunes su 50 cumpleaños, y en la descripción de su carácter hecha en una de las tres biografías que se han publicado con este motivo puede estar la clave de su éxito en su tierra adoptiva. Es la mezcla de espontaneidad y control, una contradicción bien llevada, la que le ha permitido adaptarse sin crisis aparentes. Máxima conoció a su esposo, el hoy rey Guillermo, en 1999 en la Feria de Abril de Sevilla, y no solo aprendió holandés a conciencia antes del matrimonio. Él le explicó el tipo de vida que llevaría y la Casa Real holandesa la preparó para esa labor.
Ahora inaugura la cincuentena con un marido y tres hijas, las princesas Amalia, Alexia y Ariane, una familia muy unida y buena reputación como asesora de la ONU para la financiación inclusiva. A gusto en su papel, y con un marcado estilo personal para vestir, debe remontar sin embargo la primera bajada de popularidad —de un 83% a un 68%— de su trayectoria. La pandemia ha opacado a todas las monarquías europeas, y a los reyes Guillermo y Máxima les han pasado factura unas vacaciones truncadas en Grecia, en octubre de 2020, cuando el Gobierno había pedido mesura en los viajes al extranjero. Quizá este haya sido uno de los motivos por los que se ha dejado a un lado una gran celebración de su cumpleaños y la reina y su familia han decidido mostrar un perfil acorde con las circunstancias de la pandemia. El pasado jueves día 12, los reyes, sus hijas y la reina emérita, Beatriz, acudieron vestidos de gala al teatro Carre del centro de La Haya para escuchar un concierto en homenaje a la reina. Y este domingo la casa real ha distribuido tres nuevas imágenes de Máxima de Países Bajos tomadas por su propio marido, aficionado a la fotografía, en los jardines de su residencia en el palacio Huis ten Bosch en La Haya. Sobre algún otro evento relacionado con su cumpleaños, la soberana holandesa ha manifestado: “Todo dependerá del tiempo, pero tampoco es el momento de grandes celebraciones”. Lo que sí se sabe es que este mismo lunes por la noche la televisión pública holandesa emitirá una entrevista con la reina, la primera que concede en solitario desde que cumplió 40 años.
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Marcia Luyten, economista y periodista holandesa, es la biógrafa que ha apuntado la paradoja del temperamento de Máxima en su obra Moerderland (Madre patria), donde indica que la soltura con la que la reina se mueve es similar a la mostrada ya en los años noventa, cuando fue a Nueva York a trabajar en la banca. Máxima estudió en el colegio Northlands, de Buenos Aires, una institución laica, bilingüe en español e inglés y selecta, cuyo lema es Amistad y Servicio. Muchas de sus amigas son las que hizo entonces y ella misma ha dicho que eligió la carrera de Económicas porque pensaba que la crisis que atravesó su país en su juventud, “podía gestionarse de otro modo para que los más débiles no pagaran las consecuencias”. Servicio, por otro lado, es el lema de las monarquías parlamentarias, aunque haberse convertido en consorte real supera con creces las esperanzas de ascenso social depositadas en ella por sus padres, Jorge y María del Carmen. El progenitor estuvo casado en primeras nupcias y tuvo tres hijas. Con la madre de Máxima llegaron otros tres hijos. Uno de los golpes más duros de la vida de la reina tuvo que ver con la pequeña, Inés, a quien estaba muy unida: la joven fue dama de honor en su boda y madrina de la pequeña de sus tres hijas, Ariane. Inés, que padecía anorexia, se quitó la vida en 2018 a los 33 años. La reina Máxima habló de ello para visibilizar la enfermedad.
Las tres biografías aparecidas estos días —dos en Países Bajos y una en Argentina— coinciden en el tesón y dotes diplomáticas de su progenitor y en la educación estricta recibida de su madre. En la semblanza titulada Máxima, la construcción de una reina (Plaza & Janés), los periodistas argentinos Paula Galloni y Rodolfo Vera Calderón explican que según las conversaciones que han tenido con su entorno de juventud la reina consorte holandesa fue educada desde niña para escalar lo más alto posible. Su familia era de clase media alta, pero no tenía el patrimonio de las grandes fortunas del país. Según relata Galloni, fruto de sus investigaciones para escribir el libro, cuando Máxima era alumna del Northlands “decía que iba a casarse bien”. “No creo que esperase casarse con un príncipe, pero siempre tuvo novios bien acomodados, con un buen pasar”, detalla la periodista argentina.
La escritora holandesa Marcia Luyten señala al menos una relación larga y seria antes del príncipe Guillermo, un marido enamorado que siempre alaba la naturalidad de su esposa. Ella, que siempre ha hecho gala de su franqueza, no dudó en confesar, cuando aún era poco conocida en Países Bajos, que no había caído rendida a los pies del príncipe el primer día. Aunque lo que sí ocurrió es que algo debió funcionar bien entre ellos desde el principio porque Guillermo la visitó en Nueva York a las tres semanas de conocerse, y regresó de forma regular a partir de 1999. Hasta que la prensa holandesa les descubrió en Nueva York, iban juntos a pasear y a cenar, y Máxima se movía sin presiones por la ciudad. Había llegado con 24 años, y entre 1996 y 1999 llegó a ser vicepresidenta de ventas institucionales, y más tarde de la división de mercados emergentes, en sendas instituciones financieras. Galloni y Vera Calderón han reconstruido su desembarco a través de contactos en Southampton, “el exclusivo reducto de las familias más acaudaladas de Manhattan”, señalan en el libro. “Ya en ese momento ella pretendía ser alguien que no era, estaba en otro país y tenía que aparentar. No entiendo por qué no quiere contar esa etapa, que me parece la más divertida. Creo que lo oculta porque no es acorde a lo que ella es ahora”, continúa Galloni. El último apartamento donde residió, en el barrio de Chelsea, se alquila por 3.000 dólares mensuales, según ha comprobado la televisión holandesa.
Cuando la prensa de Países Bajos descubrió la relación, los fotógrafos fueron el mal menor. Jorge Zorreguieta, el padre de Máxima (fallecido en 2017), había sido secretario de Agricultura durante la dictadura del general Jorge Videla (1976-1981), y el Parlamento holandés lo rechazó. Según Michiel Baud, el experto en asuntos latinoamericanos que investigó el papel del progenitor, para ella fue una tragedia personal escuchar sus conclusiones. Baud dijo que si bien no había pruebas de que Zorreguieta estuviese involucrado en la represión, “debía estar informado de las violaciones de los derechos humanos”. Era la otra cara del padre bueno y trabajador que conocía como hija. Según Vera Calderón, el empujón final para que hubiese boda lo dio el expresidente argentino, Raúl Alfonsín. “El primer ministro holandés [en ese momento, el socialdemócrata Wim Kok] era amigo suyo y lo llamó para preguntarle si creía que [Máxima] tenía valores democráticos. Alfonsín le dijo que sí”, agrega. Se casaron, pero el Gobierno vetó a los padres de la novia. Desde el enlace, en 2002, su popularidad como princesa y luego reina ha ido en aumento hasta el bajón de este año. Sus costosos atuendos no han recibido críticas. Las escapadas durante la pandemia y los yates de lujo sí han dañado su imagen.
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