El presidente de la Reserva Federal (Fed) de EE UU, Jerome Powell, dio a entender el miércoles que está en la misma onda que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Ambos sienten parecidas inquietudes por el frenazo de la economía global, una de cuyas causas es, sin duda, el proteccionismo de Donald Trump y otra el enfrentamiento tecnológico a cara de perro con China, y ambos perciben un aumento de los riesgos económicos. Los dos temen la proximidad de una recesión. Por lo tanto, la percepción de que la Fed volverá a bajar los tipos a finales de julio estaría justificada por razones estrictamente económicas y monetarias.
Los riesgos existen y hacen bien en temerlos. Pero hay una diferencia crucial entre Powell y Draghi. El presidente de la Fed se dispone a bajar los tipos, situados hoy entre el 2,25% y el 2,5%, en plena fase expansiva de la economía estadounidense, casi con pleno empleo y con una tasa de inflación situada en torno al 2%. Draghi no puede decir lo mismo; existe un riesgo de deflación que no acaba de conjurarse, el crecimiento no arranca y la situación del empleo en la eurozona es manifiestamente mejorable. De ahí que la advertencia del presidente del BCE en Sintra de que está dispuesto a tomar las medidas de estímulo monetario que hagan falta para enderezar la situación es racional y revela la autonomía del Banco Central Europeo, ratificada inmediatamente por Juncker. En cambio, las decisiones de la Fed están coaccionadas por la presión constante de Trump. El presidente de EE UU no cree en la independencia ni en la autonomía de la Fed. Opina que la autoridad monetaria de su país está para servir a los intereses electorales del presidente, quien necesita una reducción de tipos para sostener un dólar competitivo y reforzar el mensaje de una economía en crecimiento imparable. De ahí que Trump arremetiera contra la posición de Draghi. Su afirmación paranoica de que Europa y China han estado compitiendo injustamente con EE UU durante años, gracias los amaños monetarios, es el mejor indicador de las presiones que están recibiendo Powell y la Reserva Federal.
No es demasiado arriesgado calcular que EE UU bajará tipos en algún momento entre julio y septiembre. En este cruce de estocadas políticas y percepciones comunes de estancamiento económico han irrumpido los bancos privados para puntualizar que, en contra de las apreciaciones del gobernador del Banco de España, un escenario prolongado de bajos tipos de interés como el que ya se adivina no es la mejor noticia para sus cuentas de resultados. Dígase con claridad: las decisiones del BCE no tienen que estar condicionadas por los resultados de la banca, pero de ahí a decir que los tipos bajos de interés no perjudican a las instituciones hay un largo trecho.
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