¿Sheriff de Tiraspol? ¿De la región de Transnistria? El sorteo de la Champions disparó las preguntas sobre el equipo que le había tocado al Real Madrid y las primeras respuestas aumentaron todavía más la intriga: por el Bernabéu iba a desfilar una rareza, un conjunto inédito en la élite, fundado por un exagente del KGB en una región moldava que es un limbo político de Europa, autoproclamada independiente pero que prácticamente nadie reconoce. La historia lo tenía todo.
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Al entrenador Juan Ferrando Fenoll (Barcelona, 40 años) le llamaron de este club en 2013 y tampoco sabía mucho de él. “Les llegó mi nombre y me contaron que habían hablado con gente, pero que la ciudad y el sitio aún no inspiraban confianza”, recuerda. “Yo estaba en el juvenil del Málaga y me arriesgué. Iban a jugar en la Liga Europa y pensé que eso me daría currículum. Sin embargo, cuando llegué, me dije: ‘¿qué haces aquí?’ Había muchas aspiraciones y poca base futbolística”, explica. Tampoco el entorno, Transnistria, ayudaba a suavizar el brusco aterrizaje. “Era como una película de los sesenta de la antigua URSS. Un sitio muy diferente para ser Europa”, añade el técnico, que siete meses después se marchó contento y agradecido por la experiencia.
“Después de llegar hasta allí, entrabas en su ciudad deportiva y te preguntabas: ‘¿pero cómo tienen esto aquí?’ Era como Valdebebas”, afirma el exjugador Aitor Monroy
El lugar está a menos de cuatro horas de avión de España. Legalmente pertenece a la república exsoviética de Moldavia, uno de los países más pobres del continente, pero su Gobierno no tiene ningún control sobre la zona, manejada desde principios de los noventa por una oligarquía local que hizo fortuna bajo la sombra del contrabando y tráfico de armas.
Allí vive medio millón de personas en una extensión alargada algo inferior a La Rioja (4.100 kilómetros cuadrados), se habla ruso, imprimen su propia moneda, exhiben la hoz y el martillo comunistas en sus símbolos, hay estatuas de Lenin en las plazas y, tras una guerra en 1992 entre Moldavia y los secesionistas (apoyados por Rusia) que dejó 1.500 muertos, hace tiempo que se hizo la calma en unas calles que siguen vigiladas por los militares. Este verano, el fútbol les ha dado el gran golpe propagandístico: el Sheriff de Tiraspol, creado en 1997 como parte del principal conglomerado de empresas de la región (Sheriff, un cuasi monopolio con gran influencia en el poder), se clasificó para la Champions y este martes visita el Bernabéu (21.00, Movistar).
Aitor Monroy, un futbolista madrileño de 33 años que jugó allí en 2015, cuenta así la experiencia: “Después de llegar hasta allí, con todo muy viejo, entras en su ciudad deportiva y te preguntas: ‘¿pero cómo tienen esto aquí?”. Construido en 2000, el complejo se presenta como el gran símbolo de la ambición de la entidad. Cuenta con un estadio grande para 13.000 espectadores (donde se disputa la Liga de Campeones), uno pequeño (8.000 espectadores), uno cubierto para los peores meses del invierno (3.700), ocho campos de entrenamiento, una academia, un polideportivo, un club de tenis, una piscina, gimnasios… Apunta Monroy: “Como si estuvieras en Valdebebas. Las instalaciones son espectaculares”. Y asegura: “Luego salías a otros campos de Moldavia y algunos eran peores que en la Preferente de España, te tenías que cambiar por turnos. Pero en este club no te faltaba de nada”. No tuvo queja en lo deportivo, sí con la ciudad: “No había nada que hacer, dos restaurantes y poco más”.
“Había otra forma de vivir y me trataron de maravilla. Era gente muy respetuosa”, recuerda el exbético Melli
El exbético Melli (Barbate, Cádiz; 37 años), ya retirado, pasó por allí junto a Juan Ferrando en la 2013/2014 y se tomó las diferencias con filosofía. “Había otra forma de vivir y me trataron de maravilla. Era gente muy respetuosa”, indica. “Estábamos en un restaurante y no escuchabas ni el tenedor chocar con el plato. Al principio, parecen distantes, pero luego son muy cálidos. La comunicación, eso sí, era difícil porque nadie hablaba inglés”, completa el entrenador barcelonés. Las experiencias de los pocos españoles que han desfilado por este lugar tan recóndito han sido buenas, con alguna excepción, no obstante, que declinó ofrecer su testimonio para este reportaje.
En Transnistria, el fútbol no es ni mucho menos el deporte más popular. Así lo explica Ferrando: “En mi época había 100-150 espectadores un día normal de Liga. Lo que más les gustaba eran la halterofilia y la lucha. El fútbol podía ser como el piragüismo en España, que solo interesa en los Juegos”. Pero ese momento de máxima atención ha llegado con esta Champions. Dominador absoluto en Moldavia (vencedor de 19 de las últimas 21 Ligas), le faltaba adentrarse en la élite. Así lo comenta Valery Pavlichenko, responsable de scouting (ojeador) del Sheriff hasta 2015 y ahora dueño de una agencia de jugadores: “Era el gran objetivo, para eso se hicieron buenos campos de entrenamientos y estadios”. No fue fácil: “Hace 10-15 años, nadie conocía el club. Pero a partir de la primera participación en la Europa League en 2009 ya resultó más sencillo convencer a jugadores porque era una buena oportunidad de que se mostraran”. Dice que la Liga de Campeones será una ventana para enseñar al mundo que en Tiraspol “no todo es como la gente piensa”.
“El presidente me llamaba cada día y me preguntaba, por ejemplo, por qué había puesto la defensa tan arriba. Es como un padre para mí”, confiesa el entrenador Juan Ferrando
Y detrás de todo se encuentra Viktor Gushan, exagente del KGB, la cabeza del entramado de empresas Sheriff y máximo representante de esa oligarquía local. Advierte Aitor Monroy: “Venía a los partidos escoltado”. Y tercia Juan Ferrando: “Yo solo puedo hablar bien de él, es como un padre. Llegué allí como asistente de un bielorruso y a los 20 días me propuso ser primero. No sé qué pasaría. Pensé que yo también me tendría que ir, pero me ofreció el cargo. Él era muy claro y me pedía resultados. Me llamaba casi a diario y me preguntaba cosas. Que por qué había puesto la defensa tan arriba, por ejemplo. Yo le respondía, sin más”. El técnico catalán sí notó las tensiones políticas. “Cuando íbamos a jugar a la capital de Moldavia, Chisinau, veías que había más gente, más banderas, más ataques verbales. Recuerdo que ganamos al Dacia 1-3 y al día siguiente su presidente se cargó al entrenador, el portero, todos los defensas y dos o tres delanteros”.
La experiencia de este aventurero de los banquillos, hoy en India, acabó en diciembre de 2013. “Ellos alegaron que no habíamos pasado la fase de grupos de la Europa League. Pero bueno, eso era inviable. La verdad es que había empezado la guerra Rusia-Ucrania, la situación política era compleja y a mí también me salió una opción en Grecia, más tranquilo”, cuenta. Aquel equipo de ese lugar tan singular se ha hecho mayor. Ganó en la primera jornada al Shakhtar y este martes se planta en el Bernabéu en el partido de su vida y con la historia más cautivadora de la Champions.
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