Vaya por delante que llegar a una final siempre tiene un enorme mérito y más en un club como este, pero eso no debe justificar los dos malos partidos que han firmado los leones en La Cartuja ante Real y Barça. Para analizar.
Hasta hace poco me consolaba pensando que para ganar finales había que perder finales, que formaba parte del aprendizaje, pero esa teoría se me vino abajo hace 15 días cuando se cayó con estrépito ante un neófito en estas lides como la Real.
Me rearmé moralmente pensando que el favoritismo del Barca haría que los leones jugarían sin presión y sacarían su mejor versión, pero a la vista está que ni se acercó a ese Athletic con chispa que vimos en enero cuando sus mejores jugadores cabalgaban la ola buena. El efecto Marcelino, dijimos.
La goleada del sábado refleja la distancia que hubo entre un equipo y otro. No hay mucho que explicar. Los de
Koeman
fueron fieles a su idea mientras que aún no tengo claro cuál era el plan de partido de los rojiblancos.
Supongo que defender y salir rápido al contragolpe, pero en ningún momento fueron capaces de asustar al rival a excepción de un balón parado que Iñigo Martínez lanzó fuera por poco. Poco bagaje para intentar ganar un título ante un gran enemigo. El trabajo de Marcelino es sacar el mejor once para ganar y el de la prensa analizarlo a posteriori.
Algunos lo tildan de ventajista, pero esas son las reglas del juego. Los entrenadores tienen esa difícil misión y por llevar esa responsabilidad cobran lo que cobran. Es así. La derrota y el cómo llegó nos permiten confirmar que el míster se equivocó de inicio al alinear a dos jugadores que no estaban al 100 %.
Es tentador poner de inicio a tu mejor jugador, pero Muniain fue una sombra de su mejor versión lastrado por sus molestias físicas. Ni salió en la segunda parte. Yeray tampoco aguantó los 90 minutos. Se gastaron, es decir, dos cambios por cuestiones físicas. Intentó cortocircuitar con los cambios al Barca con un trivote que no le dio tiempo a cuajar.
Las dos novedades con respecto a la anterior final fueron Balenziaga y Unai
López. El primero por necesidades del guion. Cumplió con su papel. La actitud del donostiarra en el centro del campo me gustó, pero sin balón no pudo ayudar más. El mejor fue Unai
Simón y eso que encajó cuatro goles y erró en uno de ellos, así que con eso, está dicho todo.
La final nos deja que Capa ha pasado a ser el tercer lateral tras la inclusión de Lekue y que Villalibre debe ser titular desde hace tiempo. No ponerle parece una cabezonería de Marcelino cuando es el nueve más puro que tiene. No se trata de echar mierda sobre Williams o Raúl
García, que son dos jugadores importantísimos, pero los números cantan, revelan los momentos de forma.
La pantera lleva más de diez partidos sin marcar y Raúl ocho. ¿De verdad no se ha ganado Villalibre ser titular? Espero que el Búfalo juegue de inicio las ocho jornadas que restan y veamos de lo que es capaz. Hay que mirar al futuro sin olvidar que el Athletic ha entrado en la historia al sumar seis finales de Copa perdidas de forma consecutiva. Creo que es un dato que merece una reflexión profunda. Toca tirar de profesionalidad. ¿Podrán devolver la ilusión a los aficionados?
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