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Europa duplica en un año las importaciones de armamento por la guerra en Ucrania

EL PAÍS

La guerra en Ucrania impulsa la compra de armas en Europa a una velocidad sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría. Las importaciones europeas de armamento aumentaron un 92% en 2022, la mayor subida interanual contabilizada tras la caída del muro de Berlín, según las cifras analizadas por a partir de la base de datos del Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (Sipri). Mientras las compras de material militar caen a nivel global, la mayoría de países de Europa las incrementaron el año pasado, el de la invasión a gran escala de Rusia en Ucrania, según datos que publica este lunes el Sipri. “La única razón por la que aumentan tanto las compras entre los países europeos es Rusia”, sostiene Siemon Wezeman, investigador de este instituto. “Y se elevarán muchísimo más en los próximos años”, vaticina. En cambio las exportaciones de armas rusas, lastradas por las sanciones occidentales y los fracasos en la guerra en Ucrania, se han desplomado a su nivel más bajo de este siglo.

Ucrania es, con muchísima diferencia, el país del mundo en el que las importaciones crecieron más exponencialmente: el valor del armamento que llegó el año pasado fue 68 veces mayor que el de 2021. La mayoría del material militar que ha recibido el ejército ucranio —determinante para resistir la invasión rusa desde hace más de 12 meses— han sido donaciones, pero una pequeña parte ha sido financiada por algunos de sus aliados, como Estados Unidos o Países Bajos. El cálculo del Sipri no incluye los cientos de miles de proyectiles de artillería que también se han entregado a Ucrania —esenciales en las encarnizadas batallas en la región oriental de Donbás—, debido a que su valor unitario es demasiado bajo y a que la información pública en torno a las compraventas de este tipo de material es muy limitada.

Aunque Ucrania impulsó el incremento de las importaciones europeas en 2022, muchos de sus aliados también recibieron más armamento que en ningún otro año de este siglo. Los crecimientos más destacados fueron los de Polonia (764%), Hungría (211%), Suecia (161%) y la República Checa (109%). “Tras la invasión rusa de Ucrania, todos los miembros europeos de la OTAN han aumentado su producción y han encargado nuevos pedidos, que en algunos casos ya han empezado a reflejarse”, explica Wezeman. “Las prisas son mayores que nunca. Los gobiernos no pretenden que los aviones de combate y los tanques que compren hoy se entreguen en un plazo de 10 años; los quieren para mañana”, agrega el investigador.

Algunos de los principales compradores europeos, como el Reino Unido y Alemania, redujeron ligeramente el valor de sus importaciones durante el año pasado; y en unos pocos, la caída fue más pronunciada: Dinamarca (-52%), Bélgica (-38%), Rumania (-31%). “Muchos países ya reaccionaron en 2014 [año de la anexión de Crimea y del inicio de los combates en Donbás], cuando resultó evidente el peligro que representaba Rusia”, sostiene Wezeman, que explica que algunos miembros de la OTAN han recibido ya armamento muy sofisticado durante el último quinquenio, y que, aunque hayan experimentado una caída interanual, tienen previstas “importaciones masivas” que marcarán un claro repunte próximamente. Por ejemplo, Finlandia ha encargado a Estados Unidos 64 cazas F-35 (el avión de combate más moderno del mercado) que se entregarán a partir de 2025 y que convertirán al país nórdico en uno de los mayores importadores del continente; tal y como ocurre ahora con Noruega, que desde 2018 ha recibido decenas de F-52.

En Europa no se refuerzan únicamente los socios del Gobierno ucranio; Bielorrusia, el principal aliado del Kremlin, triplicó sus compras el año pasado hasta situarse como décimo importador del continente. Prácticamente la totalidad del armamento que recibió el régimen de Aleksandr Lukashenko fue de fabricación rusa, con una fracción insignificante producida en China.

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A pesar de que las importaciones en Europa se elevaron un 40% en el último lustro, en el resto de continentes se redujeron durante ese período, una tendencia que comenzó a percibirse hace un par de años, cuando el comercio mundial de armas decreció por primera vez desde 2005. Pese a la caída, Asia —principalmente las monarquías del Golfo— acapara todavía más del 60% de las importaciones globales. Extraordinario resulta el caso de Qatar: el emirato de 2,6 millones de habitantes se convirtió en 2022 —tras años de tensión con Arabia Saudí e Irán— en el mayor comprador mundial. “Ucrania ha recibido cantidades ingentes de armamento, pero a Qatar han llegado corbetas, buques patrulleros, aviones de combate, helicópteros, tanques…”, matiza Wezeman. El sistema de cálculo utilizado por el Sipri no se refiere a los precios reales de compraventa, sino que se fundamenta en los costes de producción de cada artefacto.

Desplome de las exportaciones rusas

En cuanto a las exportaciones, se agudiza la brecha entre Estados Unidos y Rusia, con una clara ventaja para Washington. Las empresas estadounidenses copan dos quintas partes de las entregas globales; más de un centenar de países importaron armamento norteamericano el año pasado. Mientras, las exportaciones rusas se han reducido hasta sus niveles más bajos desde 1998, al representar solo el 16% de las ventas totales de los últimos cinco años. Hace un decenio, Moscú aspiraba a convertirse en el primer vendedor mundial de armamento, cuando ejercía una influencia mucho mayor con cifras muy similares a las de su gran competidor.

Las exportaciones rusas, en todo caso, ya caen en picado desde 2020, antes de las sanciones por la invasión a gran escala de Ucrania. Wezeman considera que son varios los motivos, pero que uno de los principales es la inestabilidad de su economía. El experto explica que las grandes compraventas de armamento incluyen cláusulas relativas al mantenimiento y las reparaciones de los artefactos, y que muchos de los principales clientes de Rusia no se fían de que su industria vaya a ser capaz en el futuro de cumplir con lo pactado. “Las sanciones europeas, y la imposibilidad de importar la tecnología occidental que ellos son incapaces de producir, complican aún más las ventas rusas”, argumenta el investigador. Por otra parte, Washington presiona eficazmente a países como Egipto o Indonesia para que no lleguen a nuevos acuerdos con Moscú —ni con Pekín—. Además, los fracasos de las tropas del Kremlin en Ucrania rebajan aún más el interés en el armamento ruso, a diferencia de lo que ocurrió tras su intervención en Siria, donde cosecharon éxitos militares frente a unos rebeldes que carecían de sistemas de defensa antiaérea.

Las perspectivas para China tampoco son halagüeñas. Las exportaciones de armamento del gigante asiático se han reducido ligeramente los últimos años y representan en torno al 5% de la suma global. Incapaces de acceder a los principales mercados, más de la mitad de los artefactos que exportan las empresas armamentísticas chinas tienen como destino Pakistán.

La influencia de Rusia y China se limita cada vez más a los regímenes que tienen vetada la compra de armamento occidental, como los de Irán, Siria o Myanmar, además de varios del África subsahariana (Sudán, Malí, Burkina Faso…). Aun así, el volumen de las importaciones de estos países representa una pequeña fracción de las compras globales. “Las ventas de Rusia caerán más pronunciadamente en los próximos años”, pronostica Wezeman, que presume que “Francia pasará a ser el segundo exportador del mundo”.

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