Radiotelevisión Española ha elegido una canción llamada SloMo para representar a España en Eurovisión. Es una decisión que me parece, como poco, discutible. Para explicarlo, permítanme empezar por unas consideraciones generales. Si está usted leyendo este artículo por el título (lo he hecho adrede, no se enfade), le pido un poco de paciencia.
“La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”, ordena el artículo 27 de la Constitución. Supongamos que el Estado vigila que las instituciones educativas cumplan el mandato de educar en valores. Pero ¿qué sucede con la educación que transcurre por otras vías?
Hace poco, una tuitera británica se fue a unos grandes almacenes y fotografió los mensajes estampados en la ropa infantil. En la sección de niñas, esto decían las camisetas, sudaderas y pijamas: “Sé buena, agradecida, humilde, amorosa”, con flores y corazoncitos. Y en la de niños: “¡A por todas, campeón!, que nada te retenga, cambia las reglas, la aventura te espera”, con dibujos de monstruitos y diablillos. El tuit de Kate Long (@volewriter) ha armado un enorme revuelo.
Las reacciones negativas (muchas fueron positivas) han sido básicamente dos. Una: “Si no te gusta esa ropa, compra otra”. Se ve que hay quien se cree el mito de que la sociedad de consumo ofrece opciones para todos los gustos. La segunda es la misma que suscitó aquí la campaña Huelga de juguetes del Ministerio de Consumo: “¡Dejad en paz a los pobres niños! ¡Que vistan y jueguen como quieran!”. Eso es suponer que lo que niñas y niños quieren es milagrosamente impermeable a los mensajes con que se les bombardea por tierra, mar y aire. ¿Cómo se conjuga “dejar en paz” y educar en valores?
Si la infancia aprende con juguetes y ropa, la adolescencia lo hace con pantallas. Pasan más de ocho horas diarias ante ellas. ¿Y qué ven? Videoclips musicales. Por ejemplo, los de Bad Bunny, uno de los cuales, Krippy Krush, “que aboga por traficar con drogas, hacerse rico y copular con muchas mujeres” (así lo resume Jon Illescas en Educación tóxica), alcanzó 600 millones de visualizaciones.
Una difusión semejante puede conseguir quien vaya a Eurovisión. Como ustedes saben, las finalistas para ello fueron tres: Terra, de Tanxugueiras; Ay mamá, de Rigoberta Bandini, y SloMo, de Chanel. Cada una de las canciones se fija, qué curioso, en un elemento del cuerpo femenino. En Ay mamá, los pechos: “No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”. En Terra, la voz: “Vienen para quedarse esas voces valientes”. En SloMo, el boom boom, o sea, el culo.
¿Y qué valores transmite cada una? Veamos las letras. “Tú que has sangrado tantos meses de tu vida. A ti que tienes siempre caldo en la nevera…”. Ay mamá se inscribe, me parece, en una tendencia reciente de la cultura española, que en novelas (Feria, de Ana Iris Simón; Los nombres propios, de Marta Jiménez Serrano), cine (100 días con la tata, de Miguel Ángel Muñoz) o cómic (Estamos todas bien, de Ana Penyas) celebra a las cuidadoras. Dejemos para otro día el examinar si lo hace en clave reaccionaria o feminista.
Pasemos ahora a Tanxugueiras. “Canta tú, cantaré yo”, entonan. “Que nos escuchen gritar”. Reivindicando a las mujeres que alzan la voz, Terra rompe con un mandato patriarcal: el que lleva 20 siglos exigiéndonos silencio, desde san Pablo (“Las mujeres en la iglesia callen”) hasta un tal Kevin Roldán, que en su canción La muda reclama: “¡Quiero una mujer que no diga nááá!”.
¿Y SloMo? Escuchémosla: “El mundo está loco con este body [cuerpo]. Si tengo un problema no es monetary. Les vuelvo loquitos a todos los daddies”. Se refiere a los llamados sugar daddies, hombres maduros que mantienen relaciones sexuales con jovencitas a cambio de dinero o regalos. Chicas, viene a decirnos, ¿necesitáis dinero (en un mundo en que las mujeres ganan menos que los hombres)? ¿necesitáis autoestima (en un mundo en que los protagonistas son ellos)?, tengo una solución…
La elección debía dirimirse por una combinación de voto popular y fallo de un jurado nombrado por RTVE. Sucedió que no coincidieron. El público prefería a Tanxugueiras; el jurado optó por Chanel. “El chanelazo” le ha llamado algún periódico.
Radiotelevisión Española es un organismo público. Lo pagamos usted y yo y nos representa. La Constitución, como no podía ser menos, es su faro. “RTVE defiende y promociona los valores constitucionales”, proclama virtuosamente en su página web, “especialmente los de libertad, igualdad, pluralismo y tolerancia”.
Veamos. Una canción que anima a las jóvenes a resolver sus problemas monetarys vendiendo su body a sugar daddies, o sea a puteros, perdón, a viejos verdes, perdón, a clientes de sienes plateadas, ¿encarna los valores de “libertad e igualdad”?
¿Así, RTVE, es como cumplís la ley, la Constitución, vuestro Estatuto?… Se os debería caer la cara de vergüenza.
Contenido exclusivo para suscriptores
Lee sin límites
Source link