Exámenes con apuntes, una opción que gana adeptos en tiempos de pandemia


Los alumnos de Pere Marquès se miran entre ellos sorprendidos: “Para el próximo examen, tenéis que venir con una chuleta. El que venga sin ella, no podrá hacerlo”, les dice el docente. Corren los años setenta y la educación en España todavía se rige en muchos centros bajo los preceptos defendidos por pedagogos franquistas como Adolfo Maíllo García, quien creía que el ambiente educativo debía verse regido por “la disciplina, el espíritu de servicio y la represión ascética de los impulsos naturales”. En ese ambiente, las palabras de Marquès son casi una provocación. “¿El profe nos va a dejar copiar?”, se preguntan los alumnos entre susurros. Sí y no. Convencido de la inmensa capacidad de enseñar que tiene elaborar unos buenos apuntes, Marquès quiere que sus alumnos vayan más allá de la memorización inconexa de datos y fórmulas. Quiere que sus alumnos se centren solo en aplicarlas. En definitiva, que piensen y aprendan.

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“He disfrutado mucho enseñando. Igual que a otros se les daban bien otras cosas, a mí se me daba bien enseñar”, explica por teléfono este profesor de 69 años que ha dado clase a todo tipo de alumnos, desde los primeros cursos de Primaria hasta la universidad, pasando por la FP. Experto en sacar plaza en todo tipo de oposiciones gracias a que siempre elaboró sus propios temarios, poco a poco fue dándose cuenta de la importancia que puede llegar a tener que el alumno haga el esfuerzo de redactar con sus palabras aquello que tiene que aprender.

Al mismo tiempo, Marquès reflexionó antes que muchos otros pedagogos sobre hasta qué punto es necesario memorizarlo absolutamente todo. Mientras impartía sus clases de FP, donde muchos alumnos aprenden más haciendo que memorizando, se hizo algunas preguntas. ¿Era posible reducir la importancia de la memoria en los exámenes? ¿Podía el docente limitar lo que hay que aprenderse a un limitado glosario de conceptos? Con los años, mientras el rendimiento de sus alumnos mejoraba gracias a las chuletas que ellos mismos elaboraban, sus intuiciones se convirtieron en un método con nombre y apellido, el currículum bimodal. Hoy, tras la explosión de internet y en mitad de una pandemia que ha forzado a muchos colegios a implantar un modelo semipresencial y ha obligado a los docentes a reinventarse, las ideas de Marquès cobran todavía más vigencia. “Se trata de que las aulas funcionen más o menos como funcionan hoy en día los empleos. Todos sabemos una serie limitada de cosas, pero, cuando tenemos dudas, miramos nuestras anotaciones o internet procurando encontrar fuentes fiables. Hay que enseñar a los alumnos a hacer esto. Yo prefiero un médico que consulta el vademécum con regularidad y actualiza su conocimiento a otro que se lo aprendió entero hace 20 años y no lo ha vuelto a abrir”, reflexiona Marquès.

En realidad, a pesar de su nombre, el curriculum bimodal divide en tres partes la memoria del alumno. En primer lugar queda la memoria interna, la más accesible, la que se debe poder consultar con más rapidez. Esta se compone de un glosario de conceptos o fórmulas que el alumno debe memorizar sí o sí. Para facilitar la labor de los alumnos con más dificultades para fijar conceptos en su mente, el docente debe comprometerse a que la mayoría de las preguntas puramente memorísticas salgan de una decena de conceptos clave.

A esta memoria interna la asisten dos memorias auxiliares que el alumno debe poder consultar en cada prueba. La primera la componen los apuntes de los alumnos— las famosas chuletas que Marquès reclamaba hace años para sus exámenes—, que estos deben elaborar en el aula con la ayuda del profesor: “Tener unos buenos apuntes es fundamental para aprender, pero, a la vez, es una cosa muy difícil, sobre todo al principio. Por eso es tan importante que el docente les guíe”, explica Marquès. A esta primera memoria auxiliar se añade, desde finales de los años noventa, internet, un entorno en el que el alumno debe ser capaz de investigar tratando de distinguir la información defectuosa de la que de verdad aporta valor. Todo, con un objetivo: aprender a organizar estas tres memorias, que son las que mañana les ayudarán en su lugar de trabajo, en un tiempo razonable.

Casos de éxito

Entre 2011 y 2016, más de 700 profesores de 129 centros de España y Latinoamérica se comprometieron a emplear el currículum bimodal. Los resultados no pudieron ser más prometedores. En más de un 80% de los casos, los docentes notaron mejoras significativas en el aprendizaje de sus alumnos. Igualmente, más de un 80% de los propios docentes afirmaron que, bajo este método, sus alumnos trabajaron más y de una manera más autónoma, que lo hicieron más motivados y que pudieron atender mejor a la diversidad y fomentar más fácilmente el trabajo colaborativo. La mitad de los alumnos que solían suspender con un cuatro vieron sus notas mejorar un 20% y, en general, se redujo el fracaso escolar. Algo más de la mitad de los docentes (un 55%), eso sí, reconocieron que la aplicación de este método les había obligado a trabajar más. A pesar de ello, casi todos, un 96%, afirmaron que, una vez hecho el esfuerzo de adaptarse, seguirían con el método.

“Nosotros no tuvimos que cambiar nuestra manera de trabajar con la llegada de la pandemia”, declara orgulloso José Ferrer, director del Luis de Santángel, un centro concertado que en Valencia acoge a unos 300 jóvenes agrupados en una sola línea de 25 o 30 y en el que más del 80% del alumnado es de origen extranjero. Este fue el principal motivo por el que, hace ya casi una década, se animaron a aplicar un currículum bimodal que les encaja como anillo al dedo.

“Para los alumnos extranjeros va muy bien, porque nos permite reducir el temario de las asignaturas a una serie de conceptos básicos que deben aprender. A partir de ahí, trabajan con nuevas tecnologías”, explica Ferrer, quien, tras la pertinente formación de los docentes en el sistema bimodal, introdujo en al centro pizarras digitales, ordenadores, tablets y un cableado que recorre todo el colegio y que les permite a todos conectarse a internet de un modo más o menos rápido, algo fundamental bajo el sistema bimodal.

Es precisamente por esto que la manera de trabajar de los alumnos del Santángel apenas se ha visto alterada por la pandemia: acostumbrados a utilizar tablets y móviles en su quehacer diario en el aula y a condensar el trabajo estrictamente memorístico a lo fundamental— algo que concuerda con lo propuesto recientemente por la ministra Celáa—, la semipresencialidad tan solo ha cambiado el escenario. “Yo no veo este momento de pandemia como algo tan complicado para la educación”, resume Ferrer, convencido de ir en consonancia con los nuevos tiempos.

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