Falsa normalidad en las cuestionadas elecciones venezolanas

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acompañado de la primera dama, Cilia Flores, en Caracas.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acompañado de la primera dama, Cilia Flores, en Caracas.PALACIO MIRAFLORES HANDOUT / EFE

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha decretado un mes de diciembre sin confinamiento, levantando por completo las restricciones al comercio, las actividades económicas, los desplazamientos y el ocio. La medida busca reactivar la maltrecha economía, paliar el descontento de la población y movilizar a las bases del chavismo con vistas a las elecciones legislativas del día 6 de diciembre, a las que no concurre la gran mayoría de los partidos de la oposición. Según una encuesta de la firma Datanálisis, más del 60% de los venezolanos no apoya ni a Maduro ni al líder opositor Juan Guaidó.

La decisión del mandatario coincide no solo con los festejos por Navidad, sino también con una agenda electoral que el Gobierno lleva tratando de impulsar. Desde el comienzo del confinamiento, el pasado mes de marzo, la emergencia sanitaria de la covid-19 ha dejado casi 100.000 casos y 871 muertes, según datos oficiales.

Las declaraciones de Maduro, ofrecidas el fin de semana en una comparecencia retransmitida por televisión, apelaban a las fiestas de diciembre y trataban de infundir ánimos. “Estamos en medio de la Navidad, queremos compartir trabajo, ganancias, regalos, amor, perdón, encuentro y reencuentro con las familias, amigos y amigas. La Navidad es la época más bonita de todo el año, es una época de espiritualidad y más en este año 2020”, afirmó el líder bolivariano.

Quedaron autorizadas también las aperturas de algunas rutas de vuelos nacionales, en particular entre Caracas y Maracaibo, la segunda ciudad del país, y la isla de Margarita, también por primera vez desde marzo. Poco antes, se habían reactivado algunos destinos internacionales aislados, como Estambul, Teherán, La Habana y Panamá. Hasta hace dos semanas, era imposible salir del país sin un salvoconducto diplomático.

Siguiendo una tradición muy arraigada en el chavismo, el Gobierno persigue a toda costa lograr un mes de diciembre plácido y festivo a pesar de los escasos recursos con los que cuentan millones de venezolanos. También intenta rebajar las tensiones políticas. Esta distensión suele ser el preámbulo para endurecer el tono en enero. A principios de año asumirá funciones la Asamblea Nacional que quedará electa en los comicios de este 6 de diciembre y que dejará a la oposición sin control en la única institución que dominaba desde 2015. El callejón sin salida aparente en el que entró la crisis política de Venezuela ha evidenciado también el deterioro del chavismo y sus alternativas. La encuesta, realizada en septiembre por la firma Datanálisis, recoge que un 62,2% de los venezolanos no apoya ni al Ejecutivo del sucesor de Hugo Chávez ni la gestión de la oposición encabezada por Guaidó.

A pesar del estancamiento del conflicto político y la economía, la alicaída producción petrolera venezolana parece avizorar algunas pequeñas mejoras. Y ocurre lo mismo con la menguada producción de gasolina. En medio de un estado general de empobrecimiento, el Gobierno estudia medidas para ofrecerle más opciones al sector privado, especialmente relacionadas con la importación de productos, y profundizar la dolarización de la economía en el contexto de la Ley Antibloqueo, un instrumento diseñado para ofrecer ventajas a los capitales que se arriesguen a invertir en el país.

Hace días, directivos del Banco Central de Venezuela se reunieron con representantes de la banca privada para discutir una política de captación de depósitos que regule el peso del dólar como la verdadera moneda del país. De facto, ya lo es, pero la dolarización se encuentra en un limbo legal. En este momento, de acuerdo con el cálculo de varias firmas privadas, el 66% de la economía ya pasa completamente por la divisa estadounidense.

Haciendo todas las salvedades en torno a las responsabilidades relacionadas con la salud pública, Ricardo Cussano, presidente de la patronal venezolana Fedecámaras, considera necesaria la medida de Maduro. “Venezuela no puede darse el lujo de estar confinada. Por las razones conocidas, el despilfarro de estos años, el país no tiene recursos, no podemos darnos el lujo de colocar a la ciudadanía en esa encrucijada”. El anuncio de Maduro no ha sido objetado oficialmente por ningún portavoz médico conocido.

Varios expertos con credibilidad, como el diputado opositor José Manuel Olivares, sostienen que el número de fallecidos es el doble del oficial –que las autoridades fijan en casi 900 muertes– y objetan la insuficiencia de instrumentos para hacer pruebas PCR. Aun así, reconocen, se trata de cifras muy bajas en comparación a las del resto de Sudamérica. La vecina Colombia, por ejemplo, sumó ayer 41.000 muertos. El Gobierno de Maduro lo atribuye a su gestión de la crisis, para la cual ha tenido ayuda de Cuba. En este momento, las cifras oficiales de la emergencia sanitaria presentan reportes diarios con 390 o 400 casos y de dos a cinco fallecidos, la mitad de los que se registraban en meses como junio o julio.

Los comienzos de la cuarentena fueron particularmente restrictivos en una Venezuela con un sistema de salud pública que se ha derrumbado y donde se acumulan los problemas con los servicios. La presencia policial en las calles era enorme y las posibilidades de desplazamiento casi nulas. Casi tres meses después de aquella draconiana etapa inicial, el régimen bolivariano fue cediendo progresivamente las restricciones, alternando, a partir de agosto, una semana flexible en la cual está autorizado el comercio y las actividades ordinarias, con la siguiente, con cierre más estricto en la que solo se permite la apertura de expendios de comida, farmacias y actividades concretas. En esta dinámica, entre una semana flexible y una de cuarentena estricta, ha vivido el país los últimos cuatro meses.

Desde hace alrededor de un mes, por vez primera, se han autorizado los paseos recreativos y han reabierto parques metropolitanos y plazas. El uso del metro sigue siendo restringido, pero el transporte público en la superficie ya es abundante. Desde el mes de marzo, las actividades nocturnas en Venezuela son casi inexistentes: el país se apaga a las ocho de la noche. No hay noticias en Venezuela sobre la llegada de una segunda ola de contagios.


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