Los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy, que soportan a sus espaldas más de 20 años de gobiernos en esta etapa democrática y representan ahora las esencias del bipartidismo, han lamentado este jueves en su nueva charla en el Foro La Toja Vínculo Atlántico la falta total de diálogo entre el Ejecutivo actual y el principal partido de la oposición. “Hay menos diálogo que nunca”, ha denunciado el socialista González. “No son conversaciones, son diálogos de sordos”, ha remachado el conservador Rajoy. Los dos dirigentes han reprochado así, sin citar a sus dos partidos y como el peor ejemplo de esa incomunicación, que no se renueven los órganos constitucionales clave, como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), pendiente desde hace casi tres años.
Felipe González, un apasionado de la política y la literatura latinoamericana, rememoró al inicio de su nueva charla con Rajoy en el balneario de A Toxa el curioso y simbólico pacto que mantuvieron durante 40 años los escritores Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, y auguró que sus conversaciones ahora tan moderadas y tranquilas podrían durar aún muchos años más. Esa entradilla le sirvió al expresidente socialista para acotar la necesidad del diálogo en política y en democracia como “una búsqueda de la centralidad, no del centro, que permita la diversidad de pensamiento, pero que llegue a áreas de consenso y lugares comunes, que no fracturen y respeten las reglas de juego”.
El expresidente socialista se autopresentó como uno de los últimos baluartes que van quedando ―“y a mucha honra”, subrayó― del régimen y la Constitución de 1978, un “espacio de convivencia, que no excluía a nadie, pero que no permite a nadie saltársela a la torera”.
Coincidencias
González y Rajoy han coincidido en casi todos sus planteamientos, con pequeños matices, pero sobre todo, lo han hecho a la hora de denunciar la falta de acuerdos centrales sobre asuntos claves y de Estado, y también un cierto ambiente político y mediático de autocensura y límites a la capacidad de exponer ideas críticamente. El socialista ironizó: “Yo digo lo que pienso, pero eso no me limita para pensar lo que digo”.
El conservador Rajoy razonó, además, que el diálogo, como procedimiento, debe traducirse en acuerdos, aunque precisó que esa demanda de consensos no tiene por qué extenderse a todo, pero sí a las materias fundamentales. Y citó algunos ejemplos de grandes decisiones que han funcionado bien en España bajo ese mantra, como la entrada en la Unión Europea en 1986 o la incorporación al euro. Ahí fue cuando presumió de que durante sus mandatos, “los órganos constitucionales se renovaron por acuerdo”. El último caso se produjo con la negociación que Rajoy emprendió en 2013 con el entonces líder de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, para cerrar la composición del actual Consejo General del Poder Judicial, que tenía en teoría una vigencia para cinco años y que lleva prorrogado y fuera de plazo desde diciembre de 2018.
El expresidente del PP ha esgrimido que aquel pacto de los cargos institucionales que él fraguó es “necesario” ahora “porque es sinónimo de civilización, seguridad y estabilidad”, y es algo que echa “en falta”. En esa línea, el ex secretario general del PSOE relacionó esa carencia con los problemas que se generan sin seguridad jurídica y al no cumplir con las obligaciones que marca la Constitución. Y advirtió: “Esto nunca ha pasado. Los que se llaman constitucionalistas han de ser cuidadosos con que la Constitución se cumpla. No se pueden tener los órganos constitucionales varados como si fueran una batea que no se puede sacar en la ría, porque puede provocar consecuencias difíciles de calcular. No podemos asumir esa responsabilidad”. González recordó que en otras ocasiones los cargos institucionales ya han estado sin renovar varios meses, pero no tres años, y conminó a resolver ese atasco ya: “Lo tenemos que desbloquear los que creemos en la Constitución”.
Los dos expresidentes, que fueron presentados por la moderadora, la periodista Gloria Lomana, como dos “inmoderados e inmoderables”, se quejaron de diversas maneras sobre el clima “cada día más difícil y polarizado” que se padece en España. González lamentó que ahora “hay un montón de inquisidores” e “inquisiciones”. Rajoy reafirmó que “florecen por doquier” y hay “superávit de torquemadas” y echó en falta que les dejen “opinar con tranquilidad”. El socialista precisó que en la actualidad “hay torquemadas por todas partes” y aconsejó que “lo políticamente conveniente es callarse”.
Ambos también mostraron bastante sintonía sobre otros dos asuntos de la máxima relevancia en la actual agenda política: cómo encarar la recurrente crisis sobre Cataluña dentro del Estado y el aprovechamiento de los millonarios fondos europeos previstos para el plan de recuperación. Ambos defienden que haya conversaciones entre el Gobierno central y el catalán, pero en el marco constitucional.
Rajoy, que no quiso ponerse como ejemplo y bromeó en la sala y a la salida sobre que nadie tiene que aprender nada sobre su periodo en La Moncloa, sí remarcó que, pese a disponer desde 2011 de mayoría absoluta, ni se planteó reformar solo aspectos de Estado como la ley electoral o la aplicación en 2017 del artículo 155 de la Constitución para intervenir la Generalitat ante el desafío separatista en Cataluña. “Era capital ir con el PSOE”, remachó y demandó de los actuales dirigentes políticos “más contención institucional”.
Rajoy, contrario a retocar la Constitución
Rajoy dejó claro que no cree nada conveniente y está “radicalmente en contra” de retocar ahora la Constitución para encajar mejor las exigencias independentistas en Cataluña: “Es un melón que no iba a llegar a nada”. Y reiteró sus conocidas tesis de que la soberanía nacional solo la pueden decidir todos los españoles. El expresidente popular no es partidario en general de “cambiar por cambiar” y promover cosas nuevas, lo que él descalifica como “las tonterías del adanismo”. González no tiene esos reparos de partida sobre reformar lo mejorable, pero “dentro de las reglas de juego”, es decir, “dentro del perímetro de la Constitución”. Los dos expresidentes confesaron que en sus mandatos se dispusieron a hablar con los responsables del Gobierno catalán sobre Cataluña, pero con escaso éxito.
González reveló que había hablado mucho de esos diálogos con Rajoy cuando el popular era presidente, pero para llegar a la conclusión de que “dentro del marco constitucional no existe ni la amnistía ni la autodeterminación”. El ahora militante del PP quiso contradecir a los que, como el actual presidente, Pedro Sánchez, esgrimen que gracias a su agenda del reencuentro, hay en la actualidad “menos barullos” gracias a la mesa de diálogo. La tesis de Rajoy sostiene que hay menos ruidos, sí, pero porque los independentistas “han visto lo que sucede cuando se declara la independencia y que el Estado tiene instrumentos para defenderse”.
Felipe González y Rajoy refrendaron la importancia de acertar ahora con la utilización de los 140.000 millones de los fondos europeos previstos para España. El socialista consideró “urgentísimo” un acuerdo entre las principales formaciones políticas sobre el uso de esas partidas y proyectos y les requirió que se sienten hasta llegar a algún consenso “sin depender de que los extremos condicionen las posiciones de los partidos centrales”. El popular comparó el despliegue de medidas aprobado ahora por Europa para salir de esta crisis con la nula aportación que se recogió ante situaciones críticas anteriores, pero ambos alertaron de los excesos regulatorios.
El expresidente del PP, que se catalogó como “prudente alegre” ante las perspectivas económicas, también ofreció algunas perlas en modo de consejo con sus clásicos mensajes alejados del dogmatismo: “Lo que funciona, no lo cambies” y “no hagas por hacer”. González no desaprovechó la ocasión para calificar ese “pensamiento mariano” propio del filósofo chino Confucio, pero con su particular definición: “Fenomenología de las prácticas históricas adquiridas”. Y aportó para concluir una observación que le hacía siempre que lo veía y para bajarle los humos un “envidiable” asesor con el que convivió años en La Moncloa: “Presidente, las cosas están tan mal que ya parece el año que viene”.
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