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Fiscalidad, tecnología y tierras raras: Canarias se postula para atraer a la industria de microchips

El presidente Pedro Sánchez viajó a Estados Unidos a finales del mes pasado para entrevistarse con la plana mayor de las grandes tecnológicas. El objetivo era “vender España”, según las palabras de La Moncloa. El consejero delegado de Apple, Tim Cook, o el de HP, el madrileño Enrique Lores, fueron las dos personalidades más llamativas con las que se citó en Silicon Valley. Pero hubo otras dos entradas en su agenda: Intel y Qualcomm, dos de los principales fabricantes de procesadores del mundo.

Esta visita se produjo en un momento de escasez de microchips por el fuerte incremento de la demanda durante la pandemia. Esta situación ha llevado a Intel a anunciar su intención de construir una megafábrica en Europa con dos ubicaciones probables para poder liberarse de su dependencia asiática. No son decisiones que se toman a la ligera: esta es una industria rígida que necesita tres meses para cambiar la producción, y entre dos y cuatro años para montar una fábrica que puede suponer una inversión de entre cinco y 20.000 millones de dólares, dependiendo de lo puntera que sea su tecnología, sin contar su mantenimiento.

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Pese a las dificultades, responsables políticos y directivos de empresas tecnológicas asentadas en Canarias quieren presionar y proponer al archipiélago como localización preferente. “No podemos aspirar a fábricas de coches o de ordenadores”, explica Pablo Hernández, presidente de la Zona Especial Canaria (ZEC), la zona de baja tributación creada en 1994 destinada a generar actividad y empleo en las islas. “Estos es así porque necesitan logísticas muy precisas, con lo que nos deja fuera de juego”.

Parte del trabajo de Hernández, sin embargo, es atraer y generar talento en las islas en aquellas industrias en las que las islas sí puedan ser competitivas. Vende, para ello, lo que califica de intangibles. “Tenemos la materia prima para atraer talento”, sostiene. Cita para ello aspectos como la generación de profesionales que proviene de las dos Universidades de las islas, la presencia del Instituto Astrofísico de Canarias o “el cielo más estable de Europa”, aspectos que permiten que se hayan desarrollado e implantado empresas relacionadas con tecnología óptica. O los 1.583 kilómetros de costa de las islas, que abren campos en la economía azul, la acuicultura, la industria renovable off shore, “y todas las actividades que van vinculadas con estas actividades, como la programación o las comunicaciones en general”, sostiene Hernández.

Y en la fabricación de microchips. Eso es lo que sostiene el propio presidente de la ZEC y la consejera de Economía, Conocimiento y Empleo, Elena Máñez. “En Canarias”, afirma la consejera en declaraciones a EL PAÍS, “tenemos un maravilloso y único laboratorio natural para hacer I+D+i en muchos campos clave para las próximas décadas”. La consejera defiende en este sentido las fortalezas de las islas. Está, en primer lugar, “un régimen fiscal diferenciado y atractivo para la inversión”, que, según explica, es “la más alta de Europa y de las mejores del mundo” comparativamente en campos como la I+D+i, así como otras en el sector audiovisual, y otras tantas, además de contar con una zona de baja tributación que ofrece un tipo reducido del 4% en el impuesto de sociedades.

Tratando con silicio

Además, el Gobierno de Canarias esgrime otras dos armas. La primera, que Canarias ya cuenta con empresas especializadas relacionadas con el silicio. Sobre todo Wooptix, empresa inscrita en la ZEC y que fue la primera spin-off (escisión) de la Universidad de La Laguna y que es la única compañía en toda España en la que la propia Intel figura como accionista. La compañía nació desde la experiencia en astrofísica y en tecnologías de la imagen. Actualmente da empleo a 20 personas en sus tres sedes (La Laguna, en Tenerife; Madrid y San Francisco).

Las fábricas de microchips trabajan sobre estas obleas de silicio, que vienen a ser unos espejos redondos sobre los que se montan los circuitos. Aquí la precisión es clave, dado que cuanto más pequeños sean los patrones que se van a instalar ahí, mejor. Actualmente, la empresa taiwanesa TMSC trabaja en una escala de siete nanómetros Wooptix ha desarrollado y prototipado, entre otras patentes, una nueva técnica para medir las obleas (wafers) de silicio de 300 milímetros de diámetro en milisegundos. Su velocidad y precisión permiten, según asegura su CEO, José Manuel Rodríguez, “una fabricación más rápida y pequeña en las unidades de silicio y 100% de control de calidad”. La tecnología de esta empresa tinerfeña, asegura, podría formar parte de las nuevas fábricas de chips que resultan necesarias en todo el planeta.

Rodríguez no alberga dudas al respecto de las posibilidades del archipiélago. En su opinión, Canarias puede reclamar para sí la instalación de esta fábrica de Intel, “o al menos las herramientas de metrología [la ciencia que estudia las mediciones de las magnitudes] que se usarán en esta fábrica” porque en realidad ofrece “las mismas condiciones” que cualquier región de España.

¿Y el problema de las distancias? Rodríguez minimiza su impacto. “Los chips que se usan en las fábricas de automóviles de Barcelona vienen de Taiwán, y Canarias está mucho más cerca”, sostiene. “Y además vendemos materia gris, hemos invertido en educación y los egresados de nuestras universidades son de alto nivel”, sostiene. “Así se crearía un verdadero Silicon Valley canario. De hecho, fue así como empezó el original”.

Localidad de Pájara, en FuerteventuraKate Passileggeri / EyeEm / Getty

Las tierras raras, otra esperanza

Además, las islas cuentan con otro posible argumento: la existencia de las llamadas tierras raras en Fuerteventura y en el litoral de las islas. Este es un recurso dominado por China y Japón y que es imprescindible para la fabricación de microchips. El equipo que capitanean el catedrático de Geología y miembro del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, José Mangas, y el profesor del Departamento de Física de la Universidad de La Laguna, Jorge Méndez, ha logrado certificar la existencia de recursos minerales de este tipo en concentraciones de menos de diez kilos por tonelada de roca en un grupo de más de 100 muestras de rocas magmáticas de Fuerteventura.

“Las tierras raras son las vitaminas de la industria”, explica Méndez en conversación telefónica. No en vano, alguno de los 15 elementos químicos que reciben este calificativo resultan imprescindibles para fabricar ordenadores, teléfonos móviles, cerámicas avanzadas, aerogeneradores, coches eléctricos o híbridos, microondas, fibra óptica, sistemas de iluminación, láseres, misiles o satélites.

El hallazgo de estos recursos puede resultar clave para tanto la industria tecnológica española y europea como para asegurar la proyección tecnológica de Canarias, sostiene Méndez. “Hay que tener los pies en el suelo, porque cualquier proyecto minero tiene un plazo mínimo que se acerca a 10 años. No vamos a abrir una mina en Fuerteventura en cinco años. Para eso queda mucha investigación”, explica. “Pero es más que eso. Aunque no se saque una piedra se está generando un conocimiento incalculable para Canarias. Y este es vendible. No solo se trata de exportar el mineral, sino también el conocimiento”.

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