La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Emmanuel Macron, el viernes en París.

Francia vincula la seguridad de Europa a la autonomía económica

La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Emmanuel Macron, el viernes en París.
La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Emmanuel Macron, el viernes en París.Michel Euler (AP)

No hay paraíso democrático europeo sin soberanía. Y esta, para Francia, empieza por la economía… o, por utilizar algunas de las palabras que emplean los altos funcionarios galos “por la autonomía económica”, que en París creen que debería complementar su histórica reclamación de reforzar la seguridad estratégica de la UE. Cuando la ambiciosa agenda que se ha autoimpuesto el presidente Emmanuel Macron para la presidencia francesa del Consejo de la UE baja a lo concreto, destacan los objetivos fijados en este campo: desarrollo industrial, acelerar la transición hacia las actividades productivas con bajas emisiones de CO₂, impulso tecnológico… Falta por ver si París tendrá suficiente tiempo para desplegarla, porque, en el semestre europeo, los franceses tendrán cuatro citas con las urnas (las dos vueltas de las presidenciales en abril y otras tantas en las legislativas de junio), o esa agenda se quedará en un mero listado de metas con gran potencial para marcar el debate político en el Hexágono en tiempos electorales.

“Tenemos que demostrar que la democracia es mejor que el autoritarismo para la economía”, señalaba un alto funcionario del Gobierno francés días atrás. No había referencia a Pekín en la frase en concreto. No hizo falta. La dijo después de pronunciar un discurso en el que expuso claramente la falta de autonomía de Europa cuando las baterías necesarias para los coches eléctricos llegan de China, más del 90% de los chips semiconductores que se emplean en el Viejo Continente proceden de Taiwán y Corea del Sur y los fabrican empresas como la estadounidense Intel… El nombre del gigante asiático se repite una y otra vez, como los objetivos de “independencia” y “poder”.

En el semestre francés, un punto importante para alcanzar esos objetivos es el desarrollo del mecanismo de ajuste del carbono, una herramienta que grava a los productos importados que no cumplan con los estándares de emisiones de CO₂ en su fabricación. Con esto, la UE pretende que las empresas europeas no compitan en el mercado único con una mano atada a la espalda o deslocalicen su producción. París acoge la idea con entusiasmo y no lo hace por proteccionismo, argumentan en el Gobierno, sino por “exportar” la transición hacia un mundo libre de emisiones a otros países que tendrán que dar pasos en esta dirección si quieren que sus empresas tengan las puertas abiertas de par en par a un mercado de casi 450 millones de consumidores con alto nivel de poder adquisitivo.

También destaca en los planes de Macron, como él mismo subrayó el viernes, la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, un punto que promete marcar la agenda política europea al menos durante este año. Cambiarlo para hacerlo más flexible y que se abra hueco en los presupuestos públicos para la inversión en “semiconductores, biotecnología, almacenaje en la nube” o transición energética resulta indispensable para impulsar, otra vez, esa “autonomía económica” frente a los dos colosos de la esfera internacional: China y Estados Unidos. Las cifras que se manejan para lanzar esta agenda marean —la Comisión Europea estima que se necesitan 500.000 millones al año hasta 2030 solo para la reconversión climática— y eso es imposible de lograr si se recupera el corsé fiscal existente antes de la crisis provocada por la pandemia.

Bruselas ya ha dado pasos en esta dirección al abrir el debate para la revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento o al aceptar que su estricta política de vigilancia sobre las ayudas de Estado para evitar ventajas competitivas vaya a ser distinta para permitir el impulso público del sector de los semiconductores. Y Francia piensa que no se debe desaprovechar la oportunidad.

Para el Elíseo, la agenda económica se completa con una pata estratégica. El primer capítulo donde ponen énfasis los mandatarios galos llegará en febrero, cuando se celebrará en Bruselas la cumbre con los países de la Unión Africana. Para Francia, toda la región del Magreb y el Sahel están entre sus prioridades de política exterior desde hace hace años, especialmente la última zona, donde el Ejército francés está desplegado desde hace casi 10 años, a pesar de que ahora se haya anunciado una reducción de los militares desplegados. Aunque el plato fuerte en Defensa se servirá en marzo. A las puertas de las elecciones, la UE celebrará una cumbre con el objetivo de cerrar la autonomía estratégica para la defensa europea, una meta históricamente ansiada por París.

La ambición de Macron tiene muchas posibilidades de chocar con la realidad de un tiempo político muy corto. Los seis meses de la presidencia francesa se quedarán muy recortados por las campañas electorales. Además, si hay cambio de inquilino en el Elíseo, las prioridades pueden cambiar mucho. Y eso dejando aparte que después de Francia, llega el turno de la República Checa, un país con una visión muy distinta de la de París, por lo que muchos de los temas que no se cierren pueden quedarse abiertos mucho más tiempo de lo planteado o resolverse en otra dirección.

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