Frases de Jacques Bénigne Bossuet en el día de su muerte

Un 12 de abril de 1704 fallece el clérigo, predicador e intelectual francés Jacques Bénigne Bossuet. Defendió la doctrina del predominio del rey sobre la inglesa católica. Descubre las frases de Jacques Bénigne Bossuet en el día de su muerte.

Tuvo un gran papel en cuanto a la Asamblea del Clero Francés de 1682 y defendió la corriente llamada galicanismo. No dejó muchas cosas y enseñanzas para recordar en sus frases más célebres.

No es bueno que todo suceda como deseamos. Cuando todo nos sonríe en el mundo, nos apegamos a éste muy fácilmente y el encanto es muy fuerte. Por eso, y porque Dios nos ama, no permite que durmamos mucho y muy cómodamente en este lugar de destierro.

Hay dos clases de arrepentimiento: el falso que viene del fracaso y el verdadero que viene de la conciencia de haberlo hecho mal.

En Egipto se llamaban a las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás.

Los primeros placeres que nos han seducido penetraron en nuestro corazón con un aspecto inocente, como un enemigo que se disfraza para entrar en una plaza que pretende rebelar contra sus poderes legítimos. Aquellos deseos que nos parecían inofensivos removieron poco a poco en nosotros las pasiones más violentas, que nos han aherrojado, y cuyos…

Hay dos clases de arrepentimiento: el falso que viene del fracaso y el verdadero que viene de la conciencia de haberlo hecho mal.

El vicio que nos impide conocer nuestros defectos se llama amor propio, y es el que da tanto crédito a los aduladores.

¡Cuán fácilmente nos perdonamos nuestras propias culpas cuando la fortuna nos las perdona!

Si crees gozar de la felicidad manteniéndote alejado de los hombres, eres un dios, un anacoreta o una bestia. frases de Jacques Bénigne Bossuet en el día de su muerte.

La vida humana se parece a un camino cuya salida es un precipicio horroroso; nos advierten de ello desde los primeros pasos; pero el decreto está ya pronunciado: es preciso adelantar siempre sin poder retroceder.

Se ha apoderado de ciertos doctores una desgraciada e inhumana complacencia, una compasión criminal que les lleva a poner su almohadilla bajo los codos de los pecadores.

La juventud, embriagada por las propias esperanzas, cree estar ya en posesión de aquello mismo que pretende; todo el producto de su imaginación se le antoja realidad.

 

 


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