Fútbol entre minas en San Mamés



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San Mamés no decidió nada en la segunda semifinal de la Copa. Acabó en empate la pelea a cara descubierta entre el Athletic y el Valencia. Nada que no estuviera previsto antes del comienzo a la vista de lo que suelen ofrecer uno y otro equipo. Se adelantó el equipo de casa, igualó el forastero y el suspense continuará hasta dentro de tres semanas, cuando los dos equipos se vuelvan a ver las caras. Entonces será la lucha definitiva para llegar a la final de la Cartuja —en la otra semifinal, el Betis parte con ventaja tras el 1-2 ante el Rayo en Vallecas—.

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Julen Agirrezabala, Yeray (Daniel Vivian, min. 45), Yuri, Íñigo Martínez, Lekue, Dani García (Oier Zarraga, min. 77), Vesga, Berenguer, Muniain, Raúl García (O. Sancet, min. 66) y Williams (Villalibre, min. 77)

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Mamardashvili, Thierry Correia, Mouctar Diakhaby, Omar Alderete, Gayá (Lato, min. 83), Foulquier, Moriba Kourouma (Uros Racic, min. 94), Carlos Soler, Hugo Duro (Marcos André, min. 93), Bryan Gil Salvatierra (Hélder Costa, min. 83) y Gonçalo Guedes (Yunus Musah, min. 74)

Goles 1-0 min. 36: Raúl García. 1-1 min. 64: Hugo Duro.

Tarjetas amarillas Foulquier (min. 42), Dani García (min. 62), Mouctar Diakhaby (min. 77) y Hugo Duro (min. 89)

Tarjetas rojas Maxi Gómez (min. 47)

El Athletic y el Valencia plantearon el partido como una batalla y no como una diversión. San Mamés no era un parque de atracciones sino la fábrica de tractores en la batalla de Stalingrado. Los dos equipos se sentían con el enemigo a las puertas. Lo advirtió Marcelino en la víspera. Los suyos responderían con las mismas armas, y lo hicieron. El Valencia salió al campo con la intención de plantar minas y el Athletic no se dedicó a retirarlas, ni mucho menos. Dio la cara, intentando jugar con la misma intensidad, pero poniendo más el acento en intentar asediar la portería de Mamardashvili, que estuvo a punto de liar una gorda en una cesión de Diakhaby que no pudo controlar con el pie y se marchó a córner por muy poco.

El partido se trabó desde el inicio, el balón voló tantas veces que se agradeció el detalle televisivo de no colocar por una vez la cámara aérea, que podría haber recibido unos cuántos balonazos. La primera parte transcurrió entre un sinfín de protestas y escaramuzas. Después del remate de Hugo Duro a los cinco minutos, que se marchó muy alto, la preocupación local pasaba por lo que propusieran Guedes y Bryan Gil, pero estuvieron bien tapados.

Al choque

A chepazos, el Athletic se acercaba de vez en cuando a la portería visitante. Creó una ocasión Berenguer después de robar una pelota que cedió a Iñaki Williams. Su disparo seco lo neutralizó Mamardashvili con el cuerpo. Fue a la media hora, cuando estaba pasando lo que quería el Valencia, es decir, nada. Pero pasó diez minutos después, en una falta lateral que sacó Muniain al cogollo del área, donde picaban las avispas. Allí metió la cabeza Raúl García, casi a ras de suelo, con los recursos que atesora un veterano para adelantar al Athletic en la eliminatoria.

Después de la celebración regresó la batalla, no hubo tregua. Más cruda todavía que antes, áspera como la piedra pómez. No hubo acciones malintencionadas, ni patadas, pero cada intento de dar un pase era un sufrimiento. Montar una jugada exigía más trámites que el cobro de una herencia. El juego no pudo ser más trabado. La estética quedó a un lado, apartada por el interés de ambos de acercarse a la final de Sevilla.

No se amilanó el Athletic por la propuesta del Valencia y lo mismo sucedió al contrario. Nadie dejo de meter la pierna, o la cabeza; nadie regaló una disputa, ni evitó un choque. Sin hacer daño pero sin conceder clemencia al rival. La primera parte terminó en un tumulto, pero las cosas se calmaron antes de entrar al vestuario.

Y así todo el partido. Más todavía desde que el Valencia empató en una acción de Guedes que filtró un pase desde la derecha que remató Bryan Gil a bocajarro. El paradón de Agirrezabala se quedó en nada porque estaba allí Hugo Duro para remachar de una manera no muy estética pero eficaz al fin y al cabo. Si antes de ese gol escaseaban los espacios, los jugadores visitantes se multiplicaron desde ese momento para tapar los que quedaban. El Athletic no encontraba la combinación de la caja fuerte por muchas vueltas que le daba a la rueda buscando escuchar el clic. El conjunto de Bordalás se había blindado todavía más.

La única emoción del choque radicaba en la incertidumbre del resultado. Desactivado Muniain en el medio campo, bien tapadas las carreras de Berenguer y Yuri por las bandas, el equipo de Marcelino no encontró la fórmula que le acercara un poco más a la Cartuja, a la que sería su tercera final de Copa consecutiva, después de perder las dos anteriores. Un balón que robó Muniain en el último minuto propició la única ocasión rojiblanca, pero Diakhaby metió la cabeza cuando Villalibre intentaba rematar, así que resolverá Mestalla el duelo de titanes de la semifinal. Sin la losa del valor doble de los goles a domicilio, todo comienza de nuevo dentro de tres semanas.

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