Hoy hay cien años, el 17 de enero de 1920, que el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Volstead o Enmienda XVIII que prohibía la fabricación, venta e importación de bebidas alcohólicas, la conocida como Ley Seca o Prohibition. Desde finales del siglo XIX, en la puritana sociedad de Estados Unidos existían movimientos como el Ejército de Salvación que abogaban por la templanza y la prohibición total de consumir alcohol, al que culpaban de todos los males sociales.
La Ley Seca estuvo vigente hasta el 6 de diciembre de 1933, pero causó el efecto contrario al que se pretendía: se generalizó la fabricación y venta ilegal de bebidas alcohólicas, la mayoría de garrafón, y se produjo un auge inusitado del crimen organizado, con gánsteres como Al Capone a la cabeza. Una época turbulenta que ha inspirado obras maestras del cine como Los intocables, Lowless (Sin ley), Scarface, Érase una vez en América o la trilogía El Padrino.
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Cartel de la película Scarface, dirigida y producida en 1932 por Howard Hawks.
El 14 de febrero (día de los enamorados) de 1929 se produjo en un garaje de Chicago la conocida como Matanza de San Valentín. Al Capone organizó allí una bonita fiesta de disfraces (de policía) a la que invitó al gánster Bugs Moran y otros amigos. Tuvo tanto éxito, que al día siguiente todos los periódicos locales hablaron de ella. No hubo alcohol (recordemos que eran los tiempos de la Ley Seca), pero aquel día se rompieron a balazos algunos corazones. Gangster Tours organiza rutas guiadas por los escenarios de las fechorías de Capone, Bugs Moran, John Dillinger y otros célebres gánsteres en Chicago, como el Mount Carmel Catholic Cemetery, donde está la tumba de Al Capone, el garaje en Lincoln Park donde se produjo la famosa matanza o la Union Station, la estación de tren donde se rodó la célebre secuencia de las escaleras en la película Los intocables de Eliot Ness. Una historia en clave roja que se también se puede seguir en museos como el Mob Museum de Las Vegas, sobre la mafia y el crimen organizado, o el American Prohibition Museum de Savannah (Georgia).
En ciudades como Nueva York y Chicago florecieron los Speakeasy, bares clandestinos escondidos en sótanos, urinarios o detrás de cortinas o puertas secretas, como el del legendario Cotton Club, abierto en 1920 en el barrio negro de Harlem, que inspiró la película homónima de Francis Ford Coppola. Los destilados y licores de garrafón que se servían en aquellos locales eran tan malos, que para enmascarar su mal sabor se inventaron cócteles míticos como el Whiskey Sour, el Mint Julep o el Tom Collins. Entre los clásicos también está el Manhattan que prepara Marilyn Monroe en una bolsa de agua caliente en la escena del tren de la maravillosa comedia de Billy Wilder Con faldas y a lo loco.
Hoy, la lista de speakeasy en Nueva York incluye locales como Bathtub Gin, Bleecker Heights Tavern, Beauty and Essex, Please Don’t Tell, Blind Barber o The Back Room, en el Lower East Side. Otro bar recomendable por su pasado literario es Old Town Bar Restaurant, a la altura de la calle 18, con un reservado clandestino de la época donde se emborrachaban Scott Fitzgerald y Hemingway y al que se accede por una vertiginosa escalera no apta para dipsómanos. Otros en cambio, preferían viajar a La Habana del dictador Batista, donde las autoridades eran más laxas y en los bares del hotel Riviera, el Capri o el Nacional uno podía ver a Buster Keaton o la duquesa de Windsor, o tropezarse con los gánsteres Lucky Luciano o Frank Costello.
En Governors Island (Nueva York) se celebra desde 2005 (este año el 13 y 14 de junio) el Jazz Age Lawn Party, un festival que reúne a miles de personas vestidas a la moda de los años 20 y 30 del pasado siglo.
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