Los Leones de Oro y Plata de la Bienal de Venecia 2021 han distinguido a las coreógrafas y bailarinas Germaine Acogny (Allahé, Benín, 1944) y Oona Doherty (Irlanda del Norte, 1986). El coreógrafo británico Wayne McGregor, nuevo director de la sección de danza, ha argumentado que Acogny “es una artista de altísima calidad y máxima integridad, y su papel es fundamental en la formación de la nueva danza y la coreografía de los jóvenes en toda África occidental, con un esfuerzo ingente en la divulgación no solo por el territorio africano, sino en todo el mundo”.
Sobre Doherty, el director ha expresado su entusiasmo de futuro en esta joven inquieta residente en Belfast, que recientemente ha causado un impacto notable con su obra Hope Hunt and the Ascension into Lazarus, que afronta con fuerza y decisión temas álgidos y actuales como identidad, género y religión, mantenidos usualmente lejos de los focos de la danza.
Germaine Acogny es una leyenda en sí misma. Cuando Maurice Béjart (1907–2007) y el poeta y político Léopold Sédar Senghor (1906 – 2001) deciden fundar la escuela Mudra-Afrique en 1977 no tuvieron dudas de que Germaine era la persona indicada para dirigirla y sostenerla. Es así que esta mujer voluntariosa se instaló en un viejo y casi abandonado museo en una colina cerca de la agreste costa de Dakar, frente a la inmensidad del océano, y abrió las primeras aulas que acondicionó con sus propias manos. Ella misma pidió traer alumnos no solo senegaleses, sino de todo el entorno del Occidente continental. Cuando el presidente Senghor dimitió en 1980 se dio un primer cisma y finalmente, al faltar la financiación y los apoyos, cerró en 1982. Tras 16 años de lucha itinerante y de creación errante, viajando y bailando, y de tocar muchas puertas, abrió una escuela en Toubab Dialaw bajo el nombre de “École des sables (Centro Internacional de Formación y de Creación de Danzas Tradicionales y Contemporáneas de África)”. Y Acogny, en la inauguración, solo dijo: “Una idea no muere jamás”. Al viajar con su proyecto, bailar, expresarse a quien quisiera escucharla, proclamar que la danza es un hecho universal de unión y comprensión, esta heroína del pie descalzo sobre la tierra seca ha visto cómo más de dos generaciones de artistas, hoy por todo el mundo, agradecen su postura empecinada y visionaria y la mantienen en un pedestal como ejemplo de tenacidad y arte.
Ya la Bienal de Venecia ha anunciado que el próximo festival de danza será del 23 de julio al 1 de agosto de este 2021, donde Acogny presentará el estreno italiano de su último solo danzado Somewhere at the Beginning, una especie de viaje memorial sobre las tablas donde la magnética artista hace un recorrido poético y trenzando sus experiencias personales e individuales con el devenir colectivo del que se ha visto rodeada e influenciada. La carrera de Germaine Acogny no es otra cosa que un recorrido ejemplar en lo artístico y en lo humano, desde que, sola y sin apoyos, en los años sesenta viajó a Francia para estudiar danza moderna y ballet. Es Senghor quien la manda a Bruselas a conocer a Béjart.
El León de Oro de la Bienal de Venecia, un galardón a veces controvertido en las últimas ediciones y que ha despertado recelos en la profesión internacional, sin embargo, recupera con Acogny un merecido prestigio y grandeza, y que antes han obtenido entre otros, Merce Cunningham (1995), Carolyn Carlson (2006), Pina Bausch (2007), Jirí Kylián (2008), William Forsythe (2010), Steve Paxton (2014), Lucinda Childs (2017) y La Ribot (2020). El León de Plata, por su parte, cumple una función diferente, pero igualmente importante, alerta y sitúa en la diana de observación a talentos de futuro en plena expansión.
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