Gestión de carteras: invertir en fondos de forma eficiente y barata


La gestión discrecional de carteras es el concepto de moda en el asesoramiento financiero. Este tipo de contrato estaba reservado hasta hace pocos años a la banca privada, pero cada vez más bancos y agencias de valores han acercado el concepto a todos los públicos. Ya hay 900.000 personas en España que tienen parte de su dinero administrado bajo esta fórmula. En total, son 100.000 millones de euros.

Desde gigantes como CaixaBank hasta pequeñas fintech como Finanbest o Finizens utilizan este modelo. Se trata de un sistema que permite una amplia diversificación de activos, unos costes muy controlados y un buen seguimiento de las inversiones. Pero ¿en qué consiste? ¿En qué se diferencia de contratar directamente un fondo de inversión?

La gestión de carteras en un contrato por el cual el particular acepta que un banco, una agencia o una sociedad de valores se encargue de administrar una parte de sus activos financieros, a cambio de pagarle una factura, que va del 0,3% al 0,9% anual del dinero gestionado. En banca privada, este mandato se concretaba con inversiones “en directo”, esto es, la adquisición de acciones y bonos en nombre del cliente. Pero ahora, con su generalización, se ha extendido la gestión de carteras a los fondos de inversión y los planes de pensiones. El cliente acepta que su banco gestione en su nombre una cartera de estos vehículos de inversión.

Ahora bien, si los fondos siguen teniendo sus propias comisiones de gestión, ¿qué sentido tiene para el cliente pagar una comisión adicional al banco o a la agencia de valores? Unai Ansejo, consejero delegado de Indexa Capital –una firma que gestiona más de 1.200 millones de euros en sus carteras de fondos y planes–, considera que una de las grandes ventajas de la gestión de carteras es que aporta mayor transparencia. “El cliente tiene una visión más clara de cuánto está pagando, porque hay que enviarle un informe anual, que en nuestro caso es trimestral, detallándole cuánto dinero está pagando por cada concepto, algo que no ocurre con los fondos de inversión”, apunta.

¿Cómo se contrata este servicio

  • Test de idoneidad. El banco o la agencia de valores que oferta este servicio debe preguntar al cliente por sus preferencias, objetivos y conocimientos financieros para hacer su perfil de inversor. Así, determinará si es una persona más propensa a asumir riesgos, y a tener una cartera con mayor peso de la Bolsa, o si es más conservador.
  • Costes. La carteras gestionadas tienen unas comisiones muy baratas. Las más bajas del mercado las tiene actualmente MyInvestor, que cobra un 0,3% anual, con todo incluido. Un fondo de Bolsa mundial, con un perfil activo, puede tener unos costes cercanos al 2%.
  • Composición. Las carteras de fondos tienen más productos cuanto mayor es la inversión y el riesgo. La cartera más agresiva de Openbank tiene nueve fondos. Y la de Indexa, 12.
  • Rentabilidad. Las carteras de fondos han tenido rendimientos en 2021 que van del 0,2% en las más conservadoras al 17% en las más agresivas.

Un fondo de inversión tiene comisión de gestión, de custodia y otros gastos internos, pero todas estas partidas se cargan contra el patrimonio del fondo, así que el cliente ni se da cuenta. En la gestión de carteras, la entidad que la administra está obligada a buscar siempre el tipo de fondo más barato y conveniente para el cliente, algo que no sucedía antes.

 

Cambios regulatorios

“La regulación ha sido fundamental para impulsar la gestión de carteras. Con la directiva Mifid, los bancos ya no tenían tan fácil colocarle al cliente cualquier fondo que tenían en campaña y cobrar una comisión de la gestora por haber distribuido ese producto. Ahora, si quieres cobrar por distribuir fondos, tienes que acreditar que estás aportando valor al cliente”, apunta Ansejo.

El banco español que ha hecho una apuesta más decidida por la gestión de carteras ha sido CaixaBank, con casi la mitad del mercado (42.000 millones de euros). La entidad ha estratificado su oferta, con una versión de carteras de bajo coste (Smart Money), otra para los clientes con más patrimonio (las carteras Master) y una última opción para los clientes ricos, con su filial Wealth y las carteras Asset Plus. En las dos primeras opciones, la comisión oscila entre el 0,5% y el 0,75%. En la tercera, las comisiones son inferiores y dependen del patrimonio del cliente. A esto se suma el coste de los fondos incluidos en las carteras pero, al ser el banco quien negocia con las gestoras, puede conseguir mejores precios. Por ejemplo, el fondo CaixaBank Master Renta Variable USA Advised, asesorado por JP Morgan, tiene unos gastos del 0,53%, inferiores a otros fondos activos de Bolsa estadounidense.

Dentro del universo de gestión discrecional de carteras conviven dos modelos muy diferenciados: la gestión activa y la pasiva. Los defensores de la gestión pasiva o indexada, como Indexa Capital, argumentan que lo mejor es crear una cartera de fondos de bajo coste muy estable (Bolsa europea, Bolsa de EE UU, mercados emergentes, deuda soberana…) y hacer únicamente pequeños rebalanceos.

En cambio, otros modelos abogan por incluir en las carteras fondos activos, que aportarían valor en forma de mayor rentabilidad, pese a ser más caros, y una gestión de la cartera más dinámica, incluyendo o sacando nuevos productos. Este último caso es el de OpenBank, la filial online de Banco Santander. Sus carteras están gestionadas por un comité de inversiones, con el asesoramiento de BlackRock, que se reúne una vez al mes y hace retoques en función de la situación del mercado.

Gonzalo Pradas es jefe de gestión de patrimonios en OpenBank y un firme defensor de la gestión discrecional de carteras. “Es el formato de inversión más conveniente para el cliente, porque le permite acceder a carteras muy diversificadas con unos costes bajos y muy transparentes”, explica. Además, subraya que este formato de inversión les permite ser “muy ágiles” en la toma de decisiones en nombre del cliente, algo que sería más complicado bajo otras modalidades, como los fondos de fondos.

Pradas también subraya que en España se está produciendo un cambio de paradigma por el hecho de que cada vez más gente está dispuesta a hacer un pago explícito por los servicios financieros prestados. “Antes era algo muy difícil de explicar, pero la cultura financiera de nuestros clientes ha mejorado mucho y comprenden perfectamente que al final les tenemos que cobrar por gestionar su dinero. Y prefieren que ese cobro sea claro y detallado”.


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