De Algeciras a Estambul se tiende el Mediterráneo, ya lo decía Joan Manuel Serrat en su más famosa canción. La bahía de Algeciras solo llega hasta Gibraltar, que no es poco (es otro país), trazando un arco a través de otras poblaciones como San Roque o La Línea de la Concepción. Este lugar portuario de unos 118.000 habitantes, agreste e industrial, donde España adquiere aspecto y aromas del norte de África, también da para un día viajero insospechado.
9.00 Un leviatán acuático
El turismo no es el fuerte de Algeciras, ciudad asilvestrada, pero tal vez ahí radique su interés: el paseo por un urbanismo laberíntico, de paisanaje mestizo, donde cada bloque, despeinado por el viento de la mar, difiere del de al lado. Lo que impresiona son las vistas a su puerto, un leviatán de grúas y barcos gigantescos, uno de los más importantes de España y el Mare Nostrum, por el que pasan gran parte de los productos (lícitos o ilícitos) que consumimos. Se cobija bajo el cielo infinito y recorta, al fondo, al majestuoso peñón de Gibraltar.
Una buena vista se tiene desde el paseo de la Cornisa (1, pinche sobre el número para ver el mapa ampliado) donde también se dominan las otras poblaciones de la bahía y los humeantes complejos industriales. Ya en el meollo interesan la zona céntrica, alrededor de la plaza Alta (2), las ruinas arqueológicas de las Murallas Meriníes (avenida de Blas Infante) o la arquitectura orgánica (y algo caleidoscópica) de la Escuela de Arte (3) (Fray Tomás del Valle, 2), obra magistral de 1971 de Fernando Garrido Gutiérrez. Paco de Lucía, el universal guitarrista algecireño (muchas de sus canciones se inspiran en estas tierras), tiene una ruta urbana y una estatua, todo entre las dos playas que delimitan la urbe: la del Rinconcillo (4) y la de Getares (5). Al sur, el faro de Punta Carnero (6). Pero siempre le absorbe a uno el puerto, que a la noche se convierte en una nave nodriza extraterrestre que nunca duerme. Por él velan las gaviotas.
12.00 Tres países de un vistazo
De la cruel ciudad portuaria al hermoso pueblecito blanco, poblado de naranjos, que se encarama a una colina y se derrama por sus laderas. Desde allí se pueden ver tres países a la vez: Reino Unido (o sea, the Rock), España y ahí, tan lejos, tan cerca, las montañas de Marruecos (los grandes mercantes que surcan la bahía parecen congelados). Es la ciudad de San Roque (7), a 14 kilómetros, “donde reside la de Gibraltar”, dice su lema, porque fue fundada por exiliados españoles tras la conquista británica del Peñón, en 1706. Aquí nació el actor Juan Luis Galiardo (una placa lo señala en una calle empinada y su nombre bautiza el teatro municipal), hay un curioso Museo del Radioaficionado (8) (Alameda de Alfonso XI) y otro, el Museo de San Roque (9) (San Felipe, 19), que ahonda en la arqueología de la cercana Carteia. Al final de la Alameda, donde la vida se arremolina en las terrazas, se yergue una ermita de postal.
14.00 Bocados tailandesas y raíles a la brasa
En el propio municipio sanroqueño está La Finca Thai Fusión (10) (carretera N-340, kilómetro 162,2), un afamado restaurante que fusiona la cocina tailandesa con carnes potentes en una muy española granja centenaria de piedra. El restaurante asador Guardavías (11) (avenida de Guarranque, 144) tiene una decoración basada en el mundo ferroviario y su carta destaca por las carnes a la brasa. Las tapas hay que probarlas en El Revuelo (12) (plaza de Armas, 4).
16.00 Los macacos de Churchill
El peñón de Gibraltar (13) se separa de España por una frontera y por una pista de aterrizaje que los coches y los peatones (es la única peatonal del mundo) tienen que cruzar, siempre y cuando no haya un avión tomando o dejando tierra (si es así, se puede admirar el atronador espectáculo). Después está ese extraño mundo (32.000 habitantes) donde la gente habla perfecto inglés británico aderezado con perfectas expresiones en andalúh. Main Street, la calle principal, es una inmersión en Reino Unido, con sus cabinas telefónica rojas y sus pubs cerveceros incluidos.
La principal atracción es la subida al Peñón: se puede hacer en teleférico o en una visita guiada que ofrecen los taxistas (sale a unos 30 euros). Arriba, en la reserva natural, se puede interaccionar con los macacos: hay cinco familias, unos 250, y algunos son descendientes de los que trajo Winston Churchill. El prócer decía que mientras hubiera monos, Gibraltar sería británico; y viéndolos, cualquier creacionista aceptaría las teorías de Darwin: son casi humanos, pero más simpáticos. Una vez más, las vistas que dominan la unión de Atlántico y Mediterráneo acongojan. Un monumento recuerda a las columnas de Hércules, que el mito coloca aquí. Más allá, terra incognita.
18.00 Cuevas ‘kitsch’ y ‘fish and chips’
La cueva de San Miguel (14) es un impresionante espectáculo natural plagado de pasadizos y estalactitas, aderezado por un punto kitsch de luces de colores y música disco: se puede alquilar para fiestas y eventos. Impresionan también los Túneles del Gran Asedio (15), un paseo por la infinidad de cuevas excavadas en la roca que los gibraltareños han utilizado históricamente para colocar sus cañones defensivos, tanto en el Gran Asedio, a finales del XVIII, como en la II Guerra Mundial. Hay 34 kilómetros de pasadizos en el Peñón, está horadado como un hormiguero. De vuelta a la ciudad, se puede visitar alguna de la calas (en el lado de Levante está la del pueblo de pescadores de origen genovés Catalan Bay (16), también Sandy Bay), hacer compras libres de impuestos (perfumes, alcohol, tabaco, tecnología); visitar el Museo de Gibraltar (Bomb House Lane, 18), que relata la historia del Peñón, o probar el clásico fish and chips, por ejemplo en The Star Bar (Parliament Lane, 12), que se dice el más viejo de la colonia. Por cierto, en 1969, John Lennon y Yoko Ono se casaron aquí, en la oficina del consulado británico.
20.00 Tapas tras la línea
El horario español se extiende más que el británico, así que, cuando los establecimientos gibraltareños comienzan a bajar las verjas y las calles se vacían de forma muy británica, podemos volver a cambiar de país y terminar el día en la ciudad hermana: La Línea de la Concepción (63.000 habitantes). De tapas por La Chimenea (17) (Moreno de la Mora, 21) o La Serrana (Sol, 44), y el buen pescado fresco en Nuevo Hermanos Tomilleros (Menéndez Pelayo, 125). En la plaza de Cruz Herrera (18) se concentra el ambiente nocturno y de copeteo. Por ejemplo, en el bar-galería de arte Tpop (López de Ayala, 8) o al ritmo indie del Soviet (Cruz Herrera, 7). Seguro que a altas horas, con unas copas de más, más de uno ha intentado reconquistar el Peñón en busca del último bar abierto.
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