Ginger


Ginger es el nombre que empleo con Rocío Carrasco para charlar por WhatsApp. Cuando se anunció que colaboraría en Lazos de Sangre en TVE la llamé para darle la bienvenida y bromeó con que seríamos como Ginger y Fred. Ella es así, directa y simpática, con unas referencias escénicas que parecen heredadas de su madre, Rocío Jurado. Muchas veces, durante la emisión de esa temporada del programa, me encontraba mensajes de odio hacia ella en mis redes o respondiendo a preguntas sobre su vida personal. Ginger me decía: “Yo vivo con eso”. Aunque lo lamentaba me negaba a sentir pena por ella, porque la considero una mujer valiente. Ha esperado y sufrido, aguantando no hasta estallar, como podría entenderse con la emisión el pasado domingo de su docuserie, sino hasta tener la suficiente fuerza para emprender su cruzada, que no es solo de ella sino la de muchas, demasiadas, mujeres que, como ella, sufren abusos que a veces la justicia y la sociedad se empeñan en alargar.

Rocío, Ginger, ahora no está sola y una prueba de ello es la enorme repercusión de la emisión del pasado domingo. También sirve a Telecinco como un lavado de imagen, porque el canal ha sido el escenario preferido de Antonio David Flores para regodearse, extender y explotar su versión de los hechos. Desde Crónicas Marcianas, donde fuimos colaboradores, la cadena privada no ha evitado volverse más cómplice de Flores que de la angustia, ahora llamada “infierno”, por el que ha atravesado Carrasco. En la sauna de mi gimnasio, que es mi termómetro de la actualidad, los varones restaban importancia a las declaraciones de Rocío calificándolas de show. Una visión que es una más de las triquiñuelas machistas para hacer a la mujer “culpable de lo que le ocurre”. Espero que, a su manera, Rocío haga historia. Lo deseo. Que consiga mayor amparo legal para las mujeres y que los hombres que agreden no continúen actuando sintiéndose protegidos. Permitámosle a esta mujer, Rocío Carrasco, y a todas las que han padecido como ella, defender su razón. Exponer su herida.

En los medios se habla también sobre las víctimas del testimonio de Carrasco ignorando que una víctima colateral es Paloma Cuevas, a quien ¡Hola! le dedica su portada número 4.000 y en la que han tenido que incrustar la imagen de Rocío.

Pobre Paloma, en serio, siempre que va a ser protagonista algo pasa que le regatea ese protagonismo. Cuando intentó legítimamente ser la sucesora de Preysler en la publicidad de Ferrero Rocher, apareció Gran Hermano y resultaron más llamativas aquellas inesperadas estrellas de la telerrealidad. Y ahora, que nos habla de su nuevo yo, es el abrumador testimonio sobre un tema crucial y delicado para las mujeres lo que la deja vestida de lentejuelas, pero opacada.

Algo así le sucedió a María Dolores de Cospedal durante su comparecencia, telemática y con una mascarilla fashion, que le otorgaba aspecto de bucanera, durante el juicio de la contabilidad B del PP. Cospedal comparte con Rociíto la táctica de no referirse por su nombre de pila a Bárcenas. Lo llama “ese señor” o “él”, así como Rocío utiliza “ese ser” para su exesposo. Cospedal tuvo su momentazo cuando confirmó, un tanto sentimental, que hacia el extesorero “solo siento desprecio”. Porque Luis Bárcenas probablemente infringió manipulación y abuso psicológico sobre la élite del PP, como hacen los maltratadores. En cualquier caso, Cospedal insiste en defenderse: “la semántica es importante” ha dicho, porque “no es real” hablar de una contabilidad B del PP. Cospedal corrige: “Sería una contabilidad en B del que fue tesorero del PP, pero no del partido“. Un arabesco semántico financiero similar a lo del famoso despido en diferido del que no se puede estar muy orgulloso.

¡Ay! Cuántas veces el más mínimo resquicio sirve para que la injusticia se alargue. Ginger, a pesar de eso estoy seguro que tu mamá, ahora sí, estaría orgullosa de ti.


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