El Girona cerró la primera vuelta de su regreso a Segunda División con una derrota, un mal resultado que le condena a cerrar la primera vuelta fuera del playoff y que resume lo que ha sido deportivamente para el club este 2020.
El equipo que empezó dirigiendo Juan Carlos Unzué partía como claro favorito para conseguir el ascenso a Primera División después de un verano en el que el club, encabezado por Quique Cárcel como cabeza visible del proyecto, ha hecho un esfuerzo enorme para confeccionar una plantilla de ensueño.
Sin embargo, la temporada no empezó como se deseaba y la irregularidad se adueño del Girona de Unzué, que tras doce jornadas de Liga y seis derrotas fue destituido en el mes de octubre. El objetivo es reconocido por todo el mundo dentro y fuera del club desde el primer momento de la temporada: tan solo el ascenso a Primera
División sirve para seguir manteniendo fuerte el proyecto.
Ahora, cuatro meses después de haber iniciado la competición, los propios protagonistas reconocen que el esfuerzo deberá ser muy superior en esta segunda vuelta si se quiere llegar a buen puerto. Una victoria ante el Mirandés hubiese cambiado la situación de un equipo que parecía haber encontrado la regularidad con Pep Lluís Martí, pero al que las dos últimas derrotas consecutivas han frenado en seco.
El Girona cierra el año incluso fuera de los puestos del playoff de ascenso, en noveno lugar. Probablemente la diferencia respecto al sexto, de tan solo un punto, es insignificante ahora mismo, pero es el reflejo de la tremenda igualdad que existe en la Liga Smartbank y de que los números conseguidos hasta el día de hoy son insuficientes.
Además, el segundo puesto que ocupa el Almería se encuentra a cinco puntos, como en el caso del playoff, una distancia totalmente recuperable, pero lo que preocupa más son las sensaciones de flaquezas que ha dado el equipo en defensa en muchos tramos.
La irregularidad como protagonista
En veintiún partidos de Liga, el Girona tan solo ha conseguido ganar 9, lo que significa que no ha logrado imponerse ni en la mitad de los encuentros. Las ocho derrotas es lo que más penaliza a un conjunto que, por el contrario, solo ha empatado cuatro veces.
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