Este año, MD vive en el Circuit una cita atípica. Durante estos días es imposible no suspirar al mirar a las gradas vacías. Las mismas que en 2006 se tiñeron de azul con 131.200 personas, o que protagonizaron su récord de asistencia en 2007 con 140.700 en plena ‘Alonsomanía’, y que en los últimos años habían tenido los domingos una media de 90.000 espectadores, esta vez no tenían vida. Solo la tendrán hoy con la entrada de 1.000 personas. Y ello, duele mucho más tras ver desde el balcón desde mi piso de Barcelona, tras finalizar la jornada en el trazado, desfilar a cientos de chavales gritando a las 00.00 del domingo por el fin del estado de alarma, antes de juntarse en fiestas incomprensibles en la calle.
Al margen de ello, hay que destacar la vida de un periodista en la burbuja de la F1. Antes de que el ‘bicho’ llegara a nuestras vidas, el paddock estaba lleno de cantantes y jugadores de fútbol que añadían glamour al paddock y a unos hospitalities a rebosar, especialmente el de Red Bull, donde había fiestas y siempre te recibían para comer y cenar. En ese ambiente, los pilotos más buscados se dejaban ver poco, con viajes cortos de hospitality a garaje de forma rápida para evitar que la marea de fans se les viniera encima. Entre ese bullicio de gente, un periodista intercambiaba charlas llenas de información de la que tirar con mecánicos, ingenieros y otras personalidades. Además, tenía acceso a la mayor parte de los pilotos acudiendo a la hora indicada al hospitality del equipo. Incluso si pedías entrevistas exclusivas con los protagonistas podías verte de repente en un sofá de un equipo charlando cara a cara con uno de los pilotos.
Por ello, es imposible evitar la nostalgia al encontrarse encerrado en una sala de prensa. Muchos medios no pudieron tener su acreditación y somos afortunados por estar aquí, pero esto no deja de ser una jaula de oro. En pandemia, nada de acceso al paddock. Solo puedes ir de la sala de prensa a un piso box en el que te entregan tu bolsa de comida.
Para hablar con un piloto debes hacerlo a través de Zoom o alguno de los miles de programas de videoconferencia que se han puesto de moda. Y para las televisiones, al revés, tienen acceso al paddock pero no pueden ir a la sala de prensa. Y todo ello, en un paddock en el que circula poca gente, en el que el viernes vimos algo inaudito, a Lewis Hamilton tan tranquilo charlando al sol en una mesa a pie de asfalto. Nadie le incordiaba.
El contacto con los pilotos
Solo hay un momento en que puedes mirar a los ojos al piloto, en una zona mixta en la que, sin entrar en el paddock, a dos vallas de distancia, puedes hacer tus preguntas. Al acabar cualquier jornada los pilotos pueden pasar por ahí, pero no están obligados. Sainz acude unos cuantos días en cada GP. Ayer también cazamos a Ricciardo. Pero la mayoría apuesta por la comodidad del Zoom o los comunicados.
La burbuja es infranqueable. Llama la atención si hacemos la comparación con otros campeonatos FIA. En la Fórmula E acudimos como invitados de DS Techeetah en Valencia. Allí pudimos estar en el pit lane, hablar con los pilotos y todos ellos pasaban a responder a las preguntas de la prensa por la zona mixta. Sin excepciones. Y por supuesto, podíamos andar por el paddock. En el Rally Montecarlo, no se podía acceder al paddock pero todos los protagonistas atendían en la zona mixta. Diferentes filosofías. Aunque no debe sorprendernos. La F1 mueve muchos más millones y mucha más afición en todo el mundo. Toda precaución es poca para evitar problemas y salvar el espectáculo.
Dos deseos
Por lo menos, estamos aquí. Solo queda pedir dos deseos: esperar a que el próximo año todo vuelva a la normalidad y que Barcelona siga manteniendo su GP. Ninguna de las dos cosas están aseguradas. Lo que está claro es que un hipotético último GP de casa no puede ser así. La F1 debe quedarse en un Circuit que es clave para sus pruebas, que es referencia en cuanto a logística, que está cerca de todas las fábricas y que está ubicado en una zona única. Barcelona es F1 y así debe continuar siendo.
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