Grandes razones para descubrir Génova

Todas las historias en Génova están ligadas al mar. Aquí se cree que nació Cristóbal Colón y también es la patria de otros muchos navegantes. Aquí se amasaron fortunas ligadas al comercio marítimo, y su puerto antiguo es el corazón de la ciudad desde los días de su fundación. En la zona del puerto se levantan ahora nuevos iconos como el Acuario, la Biosfera, el Bigo, la Ciudad de los Niños o el Museo del Mar. El viejo puerto, que en su día controlaba el imperio genovés del Mediterráneo, ahora es simplemente uno de los lugares más populares para disfrutar de una passeggiata.

Paisajes submarinos

El acuario de Génova es uno de los más grandes de Europa, con 71 piscinas y más de 10.000 ejemplares de animales marinos de más de 600 especies, incluidos tiburones. También en el puerto antiguo, anclado al final de una pasarela, se encuentra el barco Grande Nave Blu, una exposición flotante con arrecifes de coral. Y justo al lado se levanta una inmensa bola de vidrio, la Biosfera, también conocida como la Bolla di Renzo Pianoque en su interior contiene un ecosistema tropical, con animales y plantas de otras latitudes. En la misma zona, inspirado en las grúas del puerto de Génova, el arquitecto Renzo Piano también diseñó el Bigo, una estructura original que se alza desde las mismas aguas y sostiene mediante tensión la estructura de la Plaza de las Fiestas, y además sirve de ascensor panorámico de aire futurista para contemplar desde sus 40 metros toda la ciudad y el puerto.

Y para completar este paseo, uno de los mayores museos de Europa dedicados al mar: el Museo Galata. Este permite hacer un viaje atrás en el tiempo al contemplar barcos de todos los tipos, épocas y dimensiones, además de instrumentos, mapas, cuadros y armas. 

Los mejores anfitriones del mundo

Los extraordinarios siglos que abarcan el Renacimiento y el Barroco (del XV al XVIII), cuando los nobles genoveses dominaban el Mediterráneo, dieron forma al centro de su ciudad. Se construyeron una serie de palacios en la Strada Nuova, lo que hoy se llama Vía Garibaldi, y se renovaron los viejos caserones medievales que ya existían. Eran tiempos de esplendor, y Génova se mostraba como una especie de lujoso escaparate del poderío de estas familias patricias: magníficas fachadas de mármol o estuco; fantásticos jardines adornados con fuentes y estatuas y grandes salas con muebles lujosos, frescos de grandes artistas y ricas colecciones de arte. Génova era todo lo que una gran ciudad aspiraba a ser. Rubens publicó a principios del siglo XVII un libro con los dibujos de todos los palacios genoveses, que él proponía como prototipos de vivienda para la nobleza europea.

En 1576, un decreto estableció una lista oficial de edificios y palacios de prestigio (más de un centenar) que tenían que estar al servicio de los grandes viajeros de estado que llegaban a Génova. Según el rango del visitante, se elegía uno u otro palacio para albergarlo. Son los Rolli degli alloggiamenti pubblici, un particular sistema de hospitalidad pública en el que las mansiones competían en la decoración y calidad de su arquitectura. Hoy, 42 de aquellos palacios están incluidos en la lista de patrimonio mundial de la Unesco. Los palacios de los Rolli están en la Strada Nuova y por todo el casco histórico a lo largo de Vía Lomellini, Piazza Fostello y Via San Luca, hasta el mar. Muchos son todavía propiedad de particulares o albergan bancos o edificios de oficinas, pero hay otros convertidos en museos: los principales son los palacios de los Museos de Strada Nuova, la Galería Nacional del Palazzo Spinola di Pellicceria y el Museo di Palazzo Reale. Cada año, Génova celebra la Rolli Days Week: una semana en los que muchos de estos palacios privados abren sus puertas al público para mostrar sus tesoros (a causa de la pandemia, la visita se realiza ahora de forma virtual). 

La caída de los gigantes 

La avenida peatonal Vía Garibaldi, la antigua Strada Nuova, rodea el casco antiguo de la la ciudad por su límite norte y es una de las calles barrocas más bonitas de toda Italia. Esta avenida fue diseñada en el siglo XVI y se convirtió rápidamente en el barrio más codiciado, donde se alzaban los grandes palacios Rolli. Tres de estos palacios (Rosso, Bianco y Doria-Tursi) conforman los llamados Musei di Strada Nuova, que reúnen la mayor colección de la ciudad de pintura de los grandes maestros de la época, y permiten hacerse una idea de cómo eran todos estos elegantes edificios.

El Palazzo Rosso es el más popular y tal vez el más original de los tres. Su fachada pintada de rojo es muy llamativa, pero el interior no desmerece: salas cubiertas de frescos, muebles de época y sobre todo una colección extraordinaria de obras de Van Dyck, Veronés y Durero. En sus paredes siguen, por ejemplo, los retratos de familia que el noble Brignole, su propietario, mandó pintar a Van Dyck en 1627. Una curiosidad son los apartamentos Albini, en la tercera planta del Palazzo Rosso: un apartamento diseñado a mediados del siglo XX por el arquitecto Franco Albini para el director del museo. Para los amantes del diseño es curioso ver esta colección de muebles creada por Albini, una figura clave para la restauración de los Palazzi genoveses después de la guerra.

El segundo de los palacios, el Palazzo Bianco, expone una colección de obras de artistas flamencos, españoles e italianos, con una obra cumbre: Venus y Marte de Rubens. El palacio tiene varios patios en los que incluso se conservan los restos de una antigua iglesia gótica.

Y el tercero, junto al anterior, es el Palazzo Doria-Tursi, con su gran fachada de mármol, arenisca y pizarra. Aquí vivió el príncipe Andrea Doria, que enriqueció el edificio con unos jardines colgantes y unas galerías laterales. Es también un lugar dedicado a la música: en algunas de sus salas se guardan las posesiones personales del compositor Niccolò Paganini. Cada mes de octubre, en un festival dedicado a este legendario violinista, un afortunado músico toca el violín del maestro. El edificio alberga también el Ayuntamiento de Génova, y se puede pasear libremente por su patio o admirar sus escaleras. Mención aparte merece la Villa Doria Pamphili o Palacio del Príncipe, con maravillosos frescos del siglo XVI de Piero di Giovanni Bonaccorsi. 

Palazzo Reale, grandeza barroca

Si solo hay tiempo de visitar uno de los muchos palacios genoveses, habría que elegir el Palazzo Reale. Fue la antigua residencia de la dinastía Saboya, y sus jardines con terrazas, sus muebles exquisitos, su buena colección de arte del siglo XVII y especialmente su Sala de los Espejos, diseñada a imagen de la fastuosa Galería de los Espejos de Versalles ideada por Luis XIV, el Rey Sol, hacen que merezca la pena dedicar unas horas a recorrerlo. Fue construido por una familia rica, los Balbi, en 1640, pero sufrió varias transformaciones posteriores, hasta que finalmente pasó a ser residencia del rey de Cerdeña, Victor Manuel I, en 1824. Se renovó de nuevo, y fue residencia real hasta 1919, cuando el rey Víctor Manuel III lo cedió al Estado italiano. Impresiona subir sus escaleras y caminar por sus salas con profusa decoración. En ellas se mezclan los cuadros de gran tamaño, las esculturas clásicas de mármol, las tapicerías flamencas y unos deslumbrantes frescos en el techo. 

En el reino de la focaccia y el pesto 

Génova es la patria del pesto, la salsa más famosa de esta ciudad, que aquí logra como en ningún sitio esa mezcla del aceite de oliva con la albahaca y los piñones, y a veces con el ajo. La albahaca se cultiva en los invernaderos de la ciudad con una técnica mejorada durante generaciones. El otro gran producto de esta localidad italiana es la focaccia, un delicioso pan con sal, aceite de oliva y a veces también hierbas e ingredientes como el tomate.

Esta es tierra de buenos productos mediterráneos, y el mejor momento de disfrutar de ellos es durante el aperitivo. Pero no hay que confundirlos con los aperitivos españoles que se sirven antes del almuerzo: en Génova y la Riviera italiana se sirven a partir de las cinco de la tarde, cuando los bares de las plazas y las zonas peatonales se llenan de gente que sale a tomar algo, ver a los amigos y charlar. Lo más popular es tomar un spritz (un cóctel de color rosado a base de vino blanco, sifón y algún licor de color rojo) acompañado de aceitunas, patatas fritas, mini panini, focaccias o, en algunos sitios, alguna tapa más elaborada.

Si buscamos una trattoria popular entre los caruggi (callejones) genoveses, podemos probar en la Trattoria Rosmarino, y para tomar una deliciosa y sencilla comida casera o darse un festín de marisco, la Osteria di Vico Palla, escondida en un callejón cerca del puerto, con sus mesas de madera, techos bajos de ladrillo abovedados y artefactos náuticos. Entre las mejores tabernas de la ciudad está la Cantine Matteotti, una pequeña joya en el corazón del centro histórico donde los dueños sirven buenos vinos locales y sacian el hambre de los clientes con una lasaña de pesto o generosas bandejas de quesos.

En la casa natal de Colón

Paseando por las calles del casco histórico uno se encuentra con los estilos más diversos. Por ejemplo, la llamativa catedral gótico-románica de San Lorenzo, consagrada en el siglo XII. Durante la Segunda Guerra Mundial, el templo se salvó del bombardeo al que fue sometida la ciudad durante la Operación Grog. Por un error humano, el navío británico HMS Malaya disparó un obús perforador contra la esquina sudeste de la nave. La espoleta no detonó, por lo que el proyectil pudo ser desactivado y hoy se exhibe en su interior. También se puede visitar la Chiesa del Gesù, construida por los jesuitas en 1597 tras la Piazza de Ferrari, donde se conservan varias obras de Rubens.

Pero uno de los sitios que llama más la atención de los viajeros es la casa natal de Cristóbal Colón, en la piazza Dante. Porque los genoveses están más que convencidos de que allí vino al mundo en 1451 el famoso descubridor de América, hijo de Doménico Colombo y Susanna Fontanarossa, la teoría histórica comúnmente aceptada. Allí, los visitantes pueden conocer algunos aspectos de la niñez y juventud del navegante a través de una exposición permanente. 

Excursión a la montaña

Los fines de semana, si hace buen tiempo, los genoveses escapan de la ciudad subiendo a las verdes colinas de los alrededores y paseando por las fortificaciones que antiguamente la protegían. Suelen hacer un pícnic en estas zonas más altas o disfrutan en familia de largas comidas en alguno de los restaurantes campestres de la zona. Y para ello cuentan con el funicolare Zecca-Righi. Inaugurado en 1895, conecta el Largo della Zecca, en el borde del centro histórico de Génova, con varias estaciones en la ladera de la colina Righi. Desde aquí se puede dar un paseo de tres kilómetros por los bosques del Area Naturale della Mura y subir hasta el Forte Sperone, que fue parte esencial de la defensa de la ciudad en el siglo XIX. Y se puede seguir subiendo, pasando una serie de torres y fortificaciones, hasta llegar al Forte Diamante, una fortaleza del siglo XVII que ofrece una magnífica panorámica de Génova y sus colinas.

Otra posible excursión es la del ferrocarril de vía estrecha Ferrovia Genova Casella, que recorre 25 kilómetros hacia el norte desde la bonita Stazione di Genova Piazza Manin hasta el pueblo de Casella en Valle Scrivia. Se pueden realizar paradas a lo largo del recorrido, como en Trensacaso, de donde parte una senda hasta el Forte Diamante.

Una escapada a la playa

Génova es también, para muchos, la puerta de entrada a la sorprendente Riviera italiana, con lugares llenos de color, como Portofino, el Puerto de Vernazza o Porto Venere. La joya de la Riviera son los cinco pueblos que conforman el parque nacional Cinque Terre. El más pintoresco es Manarola, con sus casas de colores pastel apiladas por la empinada ladera y sus calles serpenteando hacia el antiguo puerto. Monterosso, Vernazza, Corniglia y Riomaggiore completan el quinteto de Cinque Terre, declarado patrimonio mundial. Todos estos pueblecitos tienen algo en común: están como suspendidos entre los riscos que caen al mar de Liguria y sus casas pintadas de vivos colores. Es fácil llegar a ellos desde Génova y se pueden visitar los cinco pueblos en un día con un solo billete de tren.

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