Álvaro Lafuente (Benicàssim, 24 años) es un hombre de gustos sencillos. Su palabra preferida es “pizza” y el universo de ficción en el que le gustaría quedarse a vivir es el de Harry Potter. Ha residido en Barcelona y Madrid, ha recorrido Marruecos y le gustaría pasar una larga temporada en México, explorando la cultura mestiza del país, pero si tuviese que elegir un único rincón del mundo, sería Cuevas de Cañart, en la provincia de Teruel, el pueblo de 70 habitantes donde vive su abuela. En su canción más reproducida hasta ahora, una guajira mutante y narcótica titulada Guantanamera, Lafuente dedica un par de versos luminosos (“en las Cuevas de Cañart, la vida es tan bonita que parece de verdad”) al lugar en que pasaba los veranos de su infancia y donde se familiarizó con la jota y la bandurria.
En las verbenas de ese páramo feliz, perteneciente al desierto demográfico que es el Maestrazgo de Teruel, se gestó el proyecto musical Guitarricadelafuente, que es como decir Álvaro y sus circunstancias. “Llevo tocando en solitario desde que mi padre me regaló una guitarra española a los 15 años. Mi nombre artístico es el que utilizaba en redes sociales cuando empecé a colgar la música que grababa yo solo en mi habitación, con el micrófono del SingStar”, cuenta. En el nombre está todo: el instrumento que cambió su vida, el afectuoso diminutivo habitual en Aragón tan conectado a sus orígenes y su apellido, porque siempre tuvo vocación de solista.
Hijo de aragoneses, Lafuente creció en Benicàssim (Castellón), “una ciudad costera que multiplica por cinco su población en verano y que, además, acoge festivales de música multitudinarios como el FIB”. Él se recuerda en días de festival, vendiendo rodajas de sandía a los turistas ingleses que pasaban cerca de su casa camino del velódromo, bajo un sol de justicia, “o en un concierto de Arctic Monkeys en el que creí morir, atrapado entre la marabunta con un calor asfixiante”. Del cruce entre Cuevas y Benicàssim, con sus respectivas constelaciones musicales, nació un universo sonoro muy personal, hecho de retales ibéricos, latinoamericanos y anglosajones y en el que caben, explica, “el rock, el flamenco, el pop, los cantautores, la guajira o la rumba, Bon Iver y Joan Manuel Serrat, Diego el Cigala y Buena Vista Social Club, Luis Eduardo Aute y los Bee Gees, Sufjan Stevens, Manu Chao y José Antonio Labordeta”.
Guitarrica Delafuente viste camiseta Gabriela Coll y pulsera Cartier.Adriá Cañameras
Lafuente lo procesa todo con naturalidad y falta de prejuicios, lo traduce a su experiencia personal, lo tiñe de una suave melancolía que es marca de la casa y de ahí consigue que broten canciones tan rotundas y singulares como Nana triste, El conticinio, ABC, Agua y mezcal o Desde las alturas. Es la música que España enviaría al festival de Eurovisión si se tomase en serio sus propias raíces. Lafuente escucha música desde la primera infancia y tocaba la guitarra con sus primos ya de adolescente, pero nunca acabó de creerse que escribir canciones pudiese acabar siendo un oficio. Él pertenece a una generación de escépticos que nunca pierden del todo el entusiasmo, a la que las sucesivas crisis han acostumbrado a la precariedad pero que no por ello deja de hacer cosas.
“Estudié arquitectura en Valencia, trabajé de camarero, probé suerte con el diseño gráfico… Hice un poco de todo y casi nada me resultaba satisfactorio, pero la música seguía ahí, nunca dejé de tocar la guitarra y de escribir canciones, de hacer algún que otro bolo aquí y allá. Así que, llegado el momento en que sentí que estaba yendo a la deriva y se me cerraban todas las puertas, pensé: ‘¿Por qué no intentarlo en serio con esto, que es lo que de verdad me gusta?”. Rechazado en los castings de La Voz y de Operación Triunfo, optó por colgar canciones en su perfil de Instagram como quien lanza mensajes en una botella para ver si la marea las llevaba a alguna parte.
Para su sorpresa, la mayoría de ellas llegaron a puerto. “Supongo que tuve mucha suerte”, concede con modestia, “es algo increíble estar currándote tus temas en precario, de manera artesanal, encerrado en tu casa, y ver que hay tanta gente al otro lado escuchando, que un día has alcanzado el millón de reproducciones”. Ahora, Guitarricadelafuente expande horizontes con el lanzamiento de un primer álbum, La cantera, que viene a ser la carta de presentación oficial y el salto cualitativo que sigue al reguero de canciones (no muchas, apenas una docena) que había ido sembrando en las redes y en Spotify desde 2018.
El músico Guitarrica Delafuente posa vestido de Dolce & Gabbana y con anillo y
cadena Cartier.Adriá Cañameras Guitarrica Delafuente viste traje y camisa
Dolce & Gabbana con collar y anillo Cartier.Adriá Cañameras
El músico se ha podido permitir el lujo de cocinar el álbum a fuego lento “por culpa de la maldita pandemia, que frenó la gira que tenía prevista para 2020, pero a cambio me dio el tiempo que necesitaba para que las canciones fuesen madurando a su ritmo y para pulir hasta el último detalle”. En primavera de 2021, tras unos años viviendo en Madrid, se trasladó a Barcelona para estar cerca de su productor, Raül Refree (Los ángeles, de Rosalía), todo un referente cuando de lo que se trata es de acercar al eclecticismo y la vanguardia la música española con fuerte arraigo.
“Raül es un cómplice extraordinario, una persona que te escucha y te ayuda a aterrizar tus ideas. Es muy metódico y te inculca una disciplina de trabajo muy exigente, pero crea un clima de familiaridad que hace que todo resulte cómodo”. Juntos acabaron de darle forma a estas 15 canciones en las que se aprecian múltiples texturas y sabores, pero que saben sobre todo a migas turolenses y a paella valenciana. “El título, La cantera, tiene que ver con el relevo generacional, con esa nueva hornada de jóvenes que llega cada dos o tres veranos a las Cuevas de Cañart y se enamora del pueblo, porque de ellos depende que esa tradición y esa forma de vivir no se pierdan para siempre. La gente mayor, cuando los ve venir, dice: Ya está aquí la cantera”.
Uno de los temas, La filipina, integra un fragmento de jota montañesa dedicada a la Virgen del Pilar y otro, Las mil y una noches, rescata del repertorio de Rodrigo Alarcón un viejo himno republicano, Jarama Valley, el que cantaban los integrantes de la brigada Abraham Lincoln durante la Guerra Civil. “Son guiños a mis raíces y a la música que más escucho y más me gusta”, explica Lafuente, “quería que estuviesen ahí, porque este es el disco en que he volcado todo mi mundo personal y en el que intento mostrar cuáles son mis orígenes. El próximo tal vez vaya ya por otros derroteros, porque estoy componiendo canciones nuevas y me doy cuenta de que he entrado en un momento de transición hacia algo distinto, que mi personalidad musical va a seguir desarrollándose, y espero que enriqueciéndose”.
Lafuente posa con pantalón Dolce & Gabbana y camiseta Gabriela Coll.Adriá Cañameras
Le da un cierto apuro que se hable de él como el trovador de la España vaciada (“yo solo me represento a mí mismo, pero sí, suscribo que Teruel existe y me encanta ir por el mundo llevando el nombre de mi pueblo por bandera”) y le molesta, hasta cierto punto, que se le acuse de quejumbroso y de intenso, un par de adjetivos que le persiguen en las redes sociales: “La mía es una música más bien melancólica, no cabe duda, pero antes de colgarme etiquetas demasiado estrechas me gustaría que me escuchasen sin ideas preconcebidas, porque creo que también hay en ella humor y alegría”.
Su música, por lo poco, le ha proporcionado un nuevo estatus de estrella emergente, algo que demuestra su relación con Cartier: Lafuente es “amigo de la maison”, como indican desde la casa joyera. El pasado septiembre asistió, junto a un nutrido grupo de talentos –Bárbara Lennie, Lou Doillon, Mafalda–, a la cena de lanzamiento de la colección Crash en Berlín. Estos días, trabaja en la adaptación al directo de los temas de La cantera para sacarlos de gira, algo que le ilusiona especialmente: “Hasta ahora, mi puesta en escena era acústica y bastante espartana, pero las que presento ahora son canciones algo más complejas. Piden otro tipo de enfoque, así que estoy esforzándome todo lo que puedo para llevarlas a donde creo que pueden llegar”. Perfeccionista como es, se exige a sí mismo que queden “niqueladas”. Los que acudan a escucharlas en directo esta primavera descubrirán por sí mismos a qué suena la vida en las Cuevas de Cañart.
Realización: Gina Berenger
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